POR JOSÉ ANTONIO AGÚNDEZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES (CÁCERES).
(Aquí tenéis la segunda y última entrega y también una cumplida selección de fotos. Espero que os gusten).
VIERNES SANTO. La “Madrugá” se disipó aquí entre oraciones delante del Monumento en la Hora Santa que dirigieron las Hermanas de Cristo Rey, las guardias, las risas y cabezadas de los Guardadores y, muy de temprano, los preparativos de Angustias y Alabarderos en organización de sus respectivos pasos para la próxima Procesión del Alba que, puntualmente y tras jurar silencio, salió al amanecer camino de San Antonio. Desde su fundación hace 32 años, el del Alba se ha convertido en uno de los desfiles de mayor recogimiento y plasticidad de la Semana Mayor malpartideña, roto solo por el toque de la esquila, el acompasado golpe de las horquillas y los suspiros que cargadoras y fieles dejan escapar. Los estandartes de San Antonio recibieron al Cristo de la Desenclavación y a Nuestra Señora de las Angustias y Cristo del Gran Amor en la puerta de su ermita, mientras el sacerdote dirigió a la concurrencia breve plática sobre la significación del día y del acto que se conmemoraba. La vuelta siguió los cánones de la ida, en un año especial para la Hermandad de las Angustias que celebraba los veinte desde la llegada de su imagen titular a la población y su primer desfile procesional sucedido el 29 de marzo de 2002. También mencionar que esta cofradía ha hecho cambios en su junta directiva, habiendo tomado el relevo a Julia Granado, una de sus fundadoras y presidenta hasta ahora, la jefa de paso Isabel María Manzano, quien no paró de animar a las hermanas de carga que hubieron de realizar también un sobreesfuerzo en el porte de sus imágenes, sobre todo a la entrada en el templo, hecho que fue muy agradecido y aplaudido.
Como suele ocurrir, en la mañana de Viernes Santo la iglesia es un hervidero de gentes y cofrades que acuden a la visita del Monumento y las imágenes, a retirar los pasos del día anterior o al arreglo de los que se disponen para procesionar en las funciones de la tarde y noche. También, como es costumbre, Malpartida se volcó de nuevo en el sencillo pero multitudinario acto de la Petición de las Tres Gracias, a las tres de la tarde, la hora nona en la que expiró el Salvador. Durante unos instantes, los guardadores sacan a Cristo enclavado en la cruz y lo colocan en el centro del altar, en el centro de todas las miradas y súplicas, mientras es escoltado por alabarderos infantiles y resuena en el templo la pieza que al piano interpreta Verónica Castela, quien viene acompañando con su música este íntimo momento desde hace ya muchos años.
En la tarde, los Santos Oficios se desarrollaron con normalidad, habiéndose vuelto a realizar tras dos años de espera la representación de la Desenclavación del Señor, una de las señas de identidad de nuestra Semana Santa pues, recuperada hace treinta y siete años, somos uno de los pocos pueblos de la región donde aún se celebra. En mi modesta opinión, la Desenclavación ha perdido en los últimos años parte de la emoción e interés que otrora tuvo y con las que el pueblo la seguía. Quizás tenga que ver algo en ello haber convertido el acto en un monólogo -¿en aras de la brevedad?- dentro de unos larguísimos oficios, por lo que creo es necesario plantear nuevos textos, recuperar la participación de lectores con la que contó en años precedentes o incluso darle un nuevo encaje dentro de los actos de la Semana Santa.
La procesión del Entierro con los pasos del Cristo del Santo Sepulcro a hombros de los Guardadores y la Virgen de la Soledad a los de sus hermanos de carga hizo el recorrido de costumbre, apreciándose también, dadas las agradables temperaturas que se disfrutaron, la afluencia de numeroso público a lo largo de toda la carrera. Y a las 11 de la noche del mismo Viernes Santo se celebró la procesión del Silencio con el muy venerado Cristo de las Batallas y el rezo de santo Viacrucis, contando un año más esta estación con un acompañamiento sobrio y recoleto.
Continuó en la mañana del SÁBADO DE GLORIA la frenética actividad en el templo parroquial donde la Comisión del Señor y las diferentes mayordomías, cofradías y hermandades se afanaban en engalanar sus altares y embellecer sus imágenes para recibir lo que se esperaba: el gran momento de la Vigilia Pascual. Todavía antes, en la tarde, se trasladó en su regreso a la Virgen de la Soledad a su ermita siendo acompañada en su paseo por un crecido número de vecinos. La Soledad, que trae la primavera y abre la Semana Santa malpartideña con su llegada, ahora también casi la cierra, pues su vuelta a casa indica que un año más los misterios de la Pasión y Muerte del Redentor se han cumplido, cediendo paso a su gloria. Al anochecer tuvo lugar la Vigilia Pascual, volviendo a llenarse el templo para acoger la nueva luz y el agua purificadora que trae quien es Verdad y Vida y llave de Salvación.
Para rematar estos cultos y esta crónica, el DOMINGO DE RESURRECCIÓN fue una explosión de animación y alegría. Puntualmente salieron de la iglesia las imágenes de la Virgen del Rosario y Cristo Resucitado, las que por diferente camino corrieron a su tradicional Encuentro en la Calle Parras. Mujeres ataviadas de mantillas -ahora ya blancas-, banda de música, guardadores, escopeteros, autoridades y pueblo aguardaban el gran momento en que el alcalde de la localidad despoja de su velo y manto negro a la del Rosario en señal de que el luto había terminado… y aunque el momento se hizo esperar un poquitín, finalmente se produjo para satisfacción de todos. Y cada cual lo manifestó a su modo: los cazadores de la localidad disparando salvas -hasta mil cartuchos según nos indicaron tenían preparados-, la banda de música recibió con los sones del himno nacional tan feliz momento; los guardadores, alegres, dieron la vuelta a sus alabardas en señal de regocijo, mientras el clero prorrumpía con el cántico del “Regina coeli” y el pueblo aplaudía en celebración de una Semana Santa, tras dos robadas, que ha podido ser festejada aún en el recuerdo de los que quedaron atrás con cierta normalidad; y para remate este cronista se felicitaba de que gracias a la ventana de la señora Antonia “La Changuila” había disfrutado de un privilegiado palco para presenciar este feliz Encuentro. Un día bellísimo en el que Malpartida de Cáceres lució radiante, no sólo por los cultos propios de estos días sino también por el fervor y la masiva participación de un pueblo en la “fe de sus mayores” y por la llegada de numerosos foráneos que visitaron la localidad durante estos días -las cifras superiores a las prepandémicas así lo indican-, lo que supuso terrazas, bares y establecimientos hosteleros llenos, con la consiguiente revitalización económica del sector turístico.
Todavía me resta comentar que los guardadores del Señor, llamados -como bien se ha dicho- «la sangre de la Semana Santa malpartideña», celebraron en este Domingo de Resurrección siguiendo vieja costumbre su comida de hermandad en la que indefectiblemente cada cual debió abonar sus multas y en la que se reconoció este año al veterano y querido guardador Pedro Román que lleva 58 -sí, 58 años nada más y nada menos- de servicio en el cuerpo y se nombró hermano de honor a Juan José Agúndez Román, alabardero que lleva por tradición familiar en lo más profundo de su ADN aquello de ser guardador.
Felicidades a todos, comenzando por nuestro cura D. Santiago Rey y continuando por los que de una u otra manera sienten, viven, ayudan y participan en el lujo de Semana Santa con la que cuenta Malpartida de Cáceres.