El pasado sábado 21 de septiembre una representación de nuestra Asociación, compuesta por JOSÉ ANTONIO FÍLTER RODRÍGUEZ, Francisco Pérez, Andrés Trevilla, María Teresa Ruiz Barrera, Manuel Morales Morales y el que suscribe, a la que se adhirió José Reina Macías (bibliotecario de la Casa de la Provincia) y Fernando Hidalgo Lerdo de Tejada (historiador y profesional de Genealogía y Documentación), giró visita a las instalaciones en las que con carácter provisional se han reunido los restos del Archivo Municipal de Los Palacios y Villafranca. Como es sabido, el desgraciado incendio acaecido el día 5 de este mes ha supuesto para este fondo documental una verdadera catástrofe, algo impensable en los tiempos en que estamos, donde el patrimonio cultural debe ser una prioridad de cualquier sociedad que se precie de civilizada. Este desgraciado hecho, sea cuales fueren sus causas, nos recuerda otros episodios de la historia contemporánea de España que dejaron su huella nefasta en la destrucción de otras muestras de nuestro patrimonio documental y artístico. No es fácil describir la conmoción que sentimos cuando llegamos a la nave industrial y nos recibió nuestro compañero Julio Mayo Rodríguez y de inmediato nos introdujo en un escenario verdaderamente dantesco. A lo largo y ancho de aquel espacio se ha habilitado lo que pudiéramos llamar no solamente un depósito de emergencia donde albergar esos despojos documentales, sino también un verdadero «hospital de campaña» en el que pacientemente se está intentando salvar todo lo salvable, valga la redundancia. Pues como nos explicó Julio, hubo una primera operación de rescate en el mismo momento del incendio, en la que él como archivero tuvo que imponer su criterio profesional, como conocedor de la especial naturaleza del material que había que intentar salvar, frente a los dictámenes no siempre acertados de los servicios de emergencia. Su enérgica y decidida actitud, propia de un verdadero profesional de la Archivística, fue vital no sólo para preservar de su destrucción las «piezas estrellas» de los fondos (como el Libro Becerro del siglo XVII o documentación contable del siglo XVIII), sino también para evitar que los daños, con ser ya cuantiosos, fuesen todavía mayores, ya que a la acción del fuego se unió de inmediato la del agua de los bomberos. Fuego y agua sumados han dado como resultado que el fondo haya sufrido todo tipo de daños, en una escala que va desde bloques de papel absolutamente carbonizados hasta documentos totalmente humedecidos, pasando por una amplia gama de libros y expedientes rotos, carcomidos, con los bordes quemados, etc. Este cúmulo de daños ha afectado a toda la documentación aunque con diverso grado de incidencia, lo que ha determinado que en este que pudiéramos llamar «archivo provisional» se haya procedido a la instalación de los documentos en función de su mejor o peor estado de conservación, no sólo para proceder a su inmediato tratamiento de recuperación, sino al mismo tiempo para su identificación archivística al objeto de poder determinar su procedencia (legajo, serie, sección, etc.) e ir recomponiendo el cuadro de clasificación originario. A tal efecto Julio nos guió en un recorrido que nos resultó verdaderamente estremecedor, al contemplar miles de papeles y libros ubicados fuera de sus legajos habituales y esparcidos sobre plataformas al objeto de poder proceder a esta ardua tarea. Una labor para la que desde aquí reclamamos que se impliquen todas las administraciones competentes con medios humanos y materiales, pues no es fácil reconstruir todo un archivo municipal desde un amasijo de papeles quemados, rotos y mojados. Aunque la profesionalidad de nuestro compañero Julio ha sido una constante en toda su trayectoria al frente del Archivo Municipal de Los Palacios, pues en su persona se combina la doble faceta de archivero e historiador, o lo que es lo mismo, «el hambre con las ganas de comer», en estas horas trágicas no dudó en arriesgar su integridad física por intentar salvar estos fondos que él tan bien conoce. Es justamente este conocimiento de unos fondos que fueron la razón de ser de su trayectoria investigadora el que ahora va a resultar vital para su recuperación en la medida de lo posible. La tarea de recuperación ya está en marcha como decimos y en ella Julio se está entregando en cuerpo y alma con su reconocida competencia en materia archivística. Con la limitación de medios que imponen las circunstancias, se está procediendo a la identificación de la documentación y su encuadre en las secciones y series que tan violentamente fueron deshechas, al tiempo que se va transfiriendo a la que pudiéramos llamar «Unidad de Cuidados Intensivos» o «Quirófano» aquellos libros, expedientes o documentos que corren serio peligro de pérdida ya no sólo por la acción previa del fuego o el agua, sino también por la sobrevenida acción de microorganismos que se empeñan en completar la obra destructora previa. A tal efecto se han arbitrado una serie de medios empíricos pero muy eficaces, con los que se está procediendo al tratamiento de los daños a través de procesos de secado, limpieza, desinfección, etc. Toda una praxis que pone a prueba la teoría archivística de manual y que ciertamente, y así se lo hemos manifestado a Julio, constituye una verdadera experiencia digna de ser presentada en foros o congresos especializados de archivística, como modelo de actuación ante una catástrofe de tamaña envergadura. Señalaremos que por triste ironía del destino, el autor de estas líneas vio en estos mismos días de septiembre, que entre las novedades bibliográficas llegadas a la biblioteca del Departamento de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Sevilla figuraba un «Manual de planificación y prevención de desastres en archivos y bibliotecas». Pero ante la aplastante realidad de la catástrofe, el arrojo y eficiencia de Julio han sido sin duda más eficaces que cualquier prescripción de manual. Ahora, como decimos, aparte de esa imprescindible ayuda de voluntarios volcados en salvar todo lo que sea posible, hace falta ayuda de personal técnico y medios materiales (mobiliario de archivo, cajas archivadoras, equipos informáticos) para que este archivo, como el ave fénix, renazca de sus cenizas. En medio de tanta destrucción, Julio nos mostró, como todo un símbolo de esperanza de este renacer que todos deseamos, la colección de las Actas de las Jornadas de Historia organizadas por nuestra Asociación, dañadas por el agua y que hasta aquel día nefasto integraban, en su despacho, una pequeña «biblioteca auxiliar» junto con los instrumentos de descripción archivística y demás medios de información para su trabajo diario. Con la esperanza de que las ayudas lleguen, mantenemos la plena confianza en que esta titánica labor llegará a buen fin gracias a ese magnífico equipo de héroes voluntarios, dirigido por nuestro compañero, al que desde siempre hemos considerado como un archivero con mayúsculas, de esa rara especie de aquéllos que consideraban su trabajo no como una mera tarea administrativa de catalogación y gestión documental, sino como una vivencia de la historia a través de la investigación y la difusión de sus resultados en publicaciones, medios de comunicación, conferencias, jornadas, etc. Pues si siempre Julio necesitó del archivo municipal de su pueblo, como cimiento de su labor investigadora, ahora y más que nunca el archivo necesita de Julio para que la historia de Los Palacios pueda recuperarse y no perezca del todo en la negrura del papel quemado. Estamos seguros de que con su presencia al frente de este trabajo hercúleo se llegará a la meta y de nuevo la Historia triunfará sobre aquellas voraces llamas empeñadas en eliminar todo vestigio del pasado de Los Palacios y Villafranca.
Fuente: http://www.ascil.es/ – Salvador Hernández González