POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA OFICIAL DE ZACATECAS, (MÉXICO)
Recuerdos de un #Cronista #zacatecano. La noche que dormí junto a un muerto.
El 13 de noviembre de 1847, el ilustre zacatecano Luis de la Rosa Oteiza, concluyó su cargo de Ministro Universal de la República Mexicana, es decir, que tuvo bajo su responsabilidad y ejerció al mismo tiempo todas las secretarías de Estado del Gobierno Federal. Ese es un dato muy interesante.
Murió el 2 de septiembre de 1856 y fue sepultado en el Panteón de San Fernando en la Ciudad de México. Donde reposan los restos de muchos mexicanos ilustres, entre ellos, Benito Juárez.
A finales de mayo de 1998, el Gobierno del Estado de Zacatecas y de común acuerdo con los descendientes del personaje, fue exhumado y traído a Zacatecas para depositar sus osamentas en el Mausoleo de los Personajes Ilustres, ubicado en el Cerro de La Bufa.
Yo fui comisionado para ir a México y presenciar la inhumación pero… como hasta el día siguiente sería la ceremonia para rendirle honores allá en la capital de la República… ahí se preguntó: “¿Y mientras tanto, de aquí a mañana, dónde se guardará la urna con los restos?”. Hubo un silencio sepulcral. No me quedó otro remedio que llevármelos a mi cuarto de hotel. No pude dormir…
Al día siguiente, llevamos la urna a la explanada del mismo panteón-museo. Se le rindieron honores y salimos rumbo a Zacatecas, acompañados de una comitiva. Hicimos una escala en Pinos, su tierra natal.
Sus restos fueron colocados en el Mausoleo de La Bufa, día 28 de mayo de 1998.
Por si desean saber más del personaje: Luis de la Rosa Oteiza.
Nació en Real y Minas de San Matías, Sierra de Pinos, de la Intendencia de Zacatecas, el 23 de mayo de 1805. Fueron sus padres los señores María Antonia Oteiza y José Vicente de la Rosa.
En el Colegio de San Luis Gonzaga en la ciudad de Zacatecas inició su preparación académica, luego se trasladó a Guadalajara, donde ingresó al Colegio de San Juan Bautista para continuar su instrucción media. Realizó sus estudios de Jurisprudencia en la Universidad Nacional de Guadalajara, la cual luego fue sustituida por el Instituto de Ciencias del Estado de Jalisco, y en 1826 recibió su título de abogado.
En sus días de estudiante participó en la sociedad de los llamados polares, los cuales publicaron el periódico La Estrella Polar de los amigos deseosos de la Ilustración. Sobre este grupo José Cornejo Franco escribe: “[Eran] jóvenes inquietos, liberales y agresivos, que procedían tanto de la Universidad como del Seminario Conciliar Tridentino, hasta donde sus maestros habían logrado infiltrar las nuevas ideas originadas de la Ilustración, de los enciclopedistas y revolucionarios franceses”. 1
Las posiciones radicales de los polares conmovieron a la sociedad tapatía, Juan Bautista Iguíniz así los caracterizó:
Jóvenes como los de todos los tiempos, entusiastas y amantes de lo novedoso, pero sin la preparación y la experiencia que sólo se adquieren a costa del estudio y de los años, se lanzaron movidos por su ardiente imaginación e influidos por los principios de la Revolución Francesa, a la sazón en boga, a los arduos terrenos políticos, sociales y religiosos, tratando de resolver serios problemas y pretendiendo orientar la opinión pública. 2
También colaboró en La Fantasma. Miscelánea política, científica y literaria, publicada por Pierre Lissaute, de la cual el 8 de enero de 1824 apareció su primer número.
En 1826 dejó Guadalajara para ir a colaborar con el gobernador de Zacatecas, Francisco García Salinas; residió en la capital de su estado natal, donde fue articulista de la Gaceta gubernamental y fue electo diputado local.
En 1841 se estableció en la Ciudad de México, ahí fue redactor y articulista de las publicaciones El Siglo xix , El Gallo Pitagórico y El Museo Mexicano. En 1842 fue electo diputado al Congreso Constituyente, el cual disolvió el presidente Antonio López de Santa Anna, quien impulsó en junio de 1843 las Bases de organización política de la República Mexicana –o Bases Orgánicas–, a las cuales por ser de tendencia centralista se opuso De la Rosa, en consecuencia se integró al llamado grupo Decembrista, para derrocar a López de Santa Anna, lo cual aconteció el 6 de diciembre de 1844.
Del 28 de marzo al 10 de agosto de 1845 fue secretario de Hacienda; en 1846 fue miembro del Consejo de Estado; del 16 al 19 de mayo de 1847 y del 14 de noviembre de 1847 al 8 de enero de 1848 fue ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos; del 26 de septiembre al 13 de noviembre de 1847 desempeñó todas las secretarías de estado; y del 9 de enero al 3 de junio de 1848 fue ministro de Relaciones Interiores y Exteriores.
Al fungir como secretario de Relaciones Exteriores, le correspondió atender las arduas negociaciones del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, para poner fin a la guerra con Estados Unidos. En consecuencia, afrontó las críticas de los opositores a la paz posible, por lo que convocó a una junta de gobernadores, los cuales sólo hicieron declaraciones de palabra, pero no aportaron ningún recurso para seguir la guerra, con la excepción del gobernador de Michoacán, Melchor Ocampo.
Luego centró su atención sobre el monto de la indemnización por los territorios que se habían perdido en la guerra, al respecto escribió: “El gobierno [mexicano] se resigna con dolor a hacer la paz para evitar mayores males; pero éstos no se evitan si a la guerra de invasión ha de seguir la guerra civil, sin que la administración actual tenga recursos para reprimir las sediciones”.
Finalmente se firmó el tratado Guadalupe-Hidalgo el 2 de febrero de 1848, luego se le nombró ministro plenipotenciario y extraordinario ante los mismos Estados Unidos, por lo que pasó a residir a Washington.
En 1850 fue electo gobernador constitucional de su estado natal, pero no tomó posesión por hallarse en el extranjero. A su regreso a México contendió en 1851 por la candidatura a la presidencia de la república en contra de Mariano Arista; en 1853 el presidente Santa Anna lo encarceló en La Acordada, y luego le confinó en Zacatecas.
Al triunfar la Revolución de Ayutla, desempeñó los siguientes cargos: gobernador de Puebla, en 1855; ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete presidencial de Ignacio Comonfort, del 13 de diciembre de 1855 al 29 de agosto de 1856; director del Colegio de Minería, a partir de 1856; diputado por Puebla y Zacatecas al Congreso Constituyente de 1856 a 1857, y fue electo ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. 3
Escribió las siguientes obras: El porvenir de México. Cultivo del maíz en México (1846); Impresiones de un viaje de México a Washington en octubre y noviembre de 1848 (Nueva York); Miscelánea de estudios descriptivos (1848); y entre otras La utilidad de la Literatura en México y las Observaciones sobre varios puntos concernientes a la administración pública del Estado de Zacatecas.
Falleció en la Ciudad de México el 2 de septiembre de 1856; fue inhumado en el Panteón de San Fernando y el 28 de mayo de 1998 sus restos fueron trasladados a la ciudad de Zacatecas, para ser reinhumados en el mausoleo de los Hombres Ilustres en el cerro de La Bufa.
El 4 de febrero de 1987, por decreto del Congreso del Estado de Zacatecas, su nombre fue inscrito en el salón de sesiones; en la explanada del Archivo Histórico Municipal de la ciudad de Zacatecas se encuentra un monumento en bronce en su honor, y la escuela de educación básica de Cieneguitas, municipio de Guadalupe, lleva su nombre.
Juicios y testimonios:
Manuel González Ramírez (Cronista de Zacatecas): “Distinguido diplomático, periodista [y] escritor […] Es considerado el padre de la administración pública por su libro Sobre la administración pública de México y medios para mejorarla”.
Guillermo Prieto: “[…] Era al extremo callado, su andar era pausado y como oscilante, sus ojos hermosos pero amarillentos y tristes. En la tribuna no levantaba la voz ni le comunicaba colorido; lanzaba las acusaciones más tremendas como si las estuviese leyendo en otra parte, y la rechifla o el aplauso los veía como dirigidos a persona que ni él conociese”.
Jesús Silva Herzog: “De la Rosa, católico practicante, no ve con buenos ojos el interés de los clérigos por el dinero al exigir el pago de sumas excesivas por los servicios religiosos. En esta materia encontramos coincidentes el pensamiento de Luis de la Rosa con el de Melchor Ocampo, cuando éste se ocupó con amplitud de las obvenciones parroquiales”.
Francisco Zarco: “Yo vi en Querétaro que el Sr. D. Luis de la Rosa carecía muchas veces de los más necesario. Y este ciudadano ha muerto pobre, porque sacrificó sus intereses al servicio público. Creo mi deber protestar contra toda alusión que tienda a empañar su buena memoria”.
Semblanza: Enciclopedia histórica y biográfica de la Universidad de Guadalajara.