POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA DE ZACATECAS (MÉXICO)
“Selene y Edimione”.
Obra pictórica de Ubaldo Gandolfi, 1770.
Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.
A Edimione se le considera uno de los precursores de los Juegos Olímpicos ya que hizo que sus hijos corriesen una carrera en Olimpia cuyo vencedor sería el heredero del trono. Venció Epeo, quien le sucedió.
En otra versión se cuenta que era un hermoso pastor — o, más raramente, un rey o un cazador — de Asia Menor. Era tan hermoso que Selene, la diosa de la luna, pidió a Zeus (o a Hipnos) que le concediese vida eterna para que nunca la dejase.
Alternativamente, Selene confió y amó tanto a Endimión que él tomó la decisión de vivir para siempre en un sueño perpetuo, del que solo despertaría para recibir a Selene.
De cualquier manera, Zeus lo bendijo otorgándole un sueño eterno. Cada noche, Selene lo visitaba donde estaba enterrado en el monte Latmo cerca de Heraclea de Caria, en Asia Menor.