CRÓNICA: EL ALCALDE DE ROA DURMIÓ EN QUINTANILLA DE NUÑO PEDRO.
Ago 21 2023

POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)

El General Balmaseda confió a don Gregorio, alcalde de Roa, un niño de siete años hijo del médico de la columna carlista en la vispera del 25 de julio de 1836.

Al irse los carlistas, los liberales huidos a Peñafiel volvieron a Roa. Y ya nada les impedía tomar represalias con don Gregorio González Arranz, aunque algunos de los liberales que protegió, cuando estuvo la columna, ahora le devolvieron el favor.

Era de noche cuando huyó a «Aldeanueva de la Serreruela» (Serrezuela) con su hermano cura. Buscó la casa del cura del pueblo, don Lucas, y allí encontró a su hermano y al niño.

Temiendo falsas lealtades buscaron caballerias y se dispusieron a huir. Los de Roa podían descubrirles.

Pero sucedió que el ama del cura, que era más carlista que ellos mismos, les habló de su hermano que era un hombre de bien, vecino de Quintanilla de Nuño Pedro.

Catorce leguas largas les separaban de Quintanilla de Ñuño Pedro y tenían que atravesar la carretera de Aranda.

Lejos la columna carlista de Balmaseda, los cristinos campeaban a sus anchas. Tuvieron que atravesar de noche varios pueblos ocupados por tropas liberales que les pusieron en un brete.

A las cuatro de la tarde de aquel verano sangriento llegaron a Quintanilla de Nuño Pedro. Llamaron a la puerta indicada y les abrió don Luis Carazo, hombre cabal, modelo de honradez y bien mandado.

Cuando se enteraron los vecinos y personas principales del pueblo fueron a visitarles, eso sí, guardando en absoluto secreto la noticia para que no se enterara nadie que atravesara el pueblo.

Pero claro, aquellas ropas no solían ser vistas en la vega del Pilde y a los curiosos que preguntaban les contestaban que eran forasteros parientes del superior del Monasterio de San Jerónimo, próximo a Guijosa.

Don Luis, el alcalde y el cura les ofreció protección.

Con la tranquilidad y la seguridad que invade a todos los forasteros en Quintanilla de Nuño Pedro, doy fe, mandaron a don Luis Carazo a casa de la esposa de don Gregorio en Roa a por ropa de cama, de vestir y colchones, ya que en el pueblo no había ni para comprar.

Seré raro pero echo de menos dormir en aquellos colchones de lana, que te arropan. Y dibujan la silueta cuando te hundes en ellos y te dan una extraña sensación de paz, aunque tu espalda se retuerza en ellos y haya que darles la vuelta todos los días a la vez que son esponjados y ahuecados.

Tenían que encontrar una excusa para que Carazo atravesara controles enemigos y entrara en Roa. Y para ello viajó con una docena de pollos, aprovechando el día de mercado, junto con una carta de su marido.

(…)

FUENTE: https://www.facebook.com/agustin.delasheras

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