POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
El próximo martes 27 de febrero, hará 52 años de la muerte de un vecino, de nacionalidad alemana, en Valdepiélagos. Y está enterrado en el camposanto.
Este pasado viernes lo recordaba con mi primo Miguel de las Heras en su abacería del siglo XXI.
Me comentaba que mi abuelo Emigdio iba con su bicicleta negra desde su casa en La Lámpara a una casa que ayudaba a construir al alemán, en la carretera de Mesones.
Aquella bicicleta era enorme para mí, con un sillín muy alto, amortiguado, y una barra hasta el manillar que hacía imposible pasar una pierna de lado a lado si querías montarla. Los que sois de mi generación sabeís de qué os hablo. Cuando me enteré que mi abuelo había cruzado Somosierra para llegar hasta Peñaranda de Duero, me imaginaba cómo se podía dar pedales en aquella carretera de Irún empedrada haata llegar a un pueblo de Burgos.
Pues bien un día de aquel presente, que Emigdio iba a la obra, tenía que paaar por una zona peligrosa, donde un chaval con ideas de casquero imaginaba su próxima trastada. Entre la casa de Casimiro y de José, ambos abuelos del mozalbete se mascaba el peligro. Mi abuelo Emigdio, tío abuelo de aquel niño, llevaba en el sillín trasero una caja de huevos atada con cuerdas, sobresaliendo por ambos lados. Mi abuelo no adivinó el peligro al pasar junto a Miguel, pero este, dejando pasar la bicicleta, le pegó una patada a la caja haciendo un revuelto de huevos y cáscaras en la calzada.
-¡Jodío chico! ¿Pero este chico está tonto? – le gritó Emigdio.
Wuppertal es una ciudad de Renania del Norte-Westfalia, de reciente creación, que surgió en 1929 como agregación de varias cercanas como Elberfeld, donde el filósofo teórico revolucionario Engels vivió su pubertad arropado en el nacionalismo romántico alemán, influido por un pastor luterano. En ella también nació Friedrich Bayer, el creador de la aspirina. Y donde desde 1901 se disfruta del Schwebebahn, un tren colgante que es una atracción local.
Un año antes había nacido nuestro protagonista, Karl Tichmann, el 13 de julio de 1900.
La única vez que le vi, yo tendría unos seis años. Mi padre cogió con el coche la carretera de Mesones y al llegar a un punto cercano al pueblo, que llamó «El Rebollar», aparcó en una entrada que había junto a la cuneta y subimos la loma de aquel cerro hasta donde parecía se estaba construyendo una casa. En aquella obra estaba el alemán y mi abuelo Emigdio. Poco más sé de aquella amistad y de la razón por la que un alemán de Wuppertal había dejado la ciudad que le vió nacer y le habia pedido a mi abuelo que le ayudara a hacer una casa.
No les volví a ver a ninguno de los dos.
Un 27 de febrero de 1972 Karl murió de un infarto. Al día siguiente, el párroco de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora en Valdepiélagos, don Juan Antonio González Aguado, mandó darle sepultura a petición de su viuda Amalia Tichmann.
Y sin llegar al mes, a las 6 de la tarde del 23 de marzo de 1972, murió de una hemiplejía mi abuelo Juan Emigdio de las Heras Pascual que había nacido el 5 de agosto de 1899. El párroco don Juan Antonio le suministró el sacramento de penitencia y unción de enfermos. Y ordenó le dieran sepultura un día después según licencia del juzgado.
Y mientras a Emigdio se le puede localizar la tumba, el alemán yace en un enterramiento anónimo y desnudo, lejos de su Alemania natal, en la ladera del cementerio, frente a los olivos que esconden su historia.
Fotografía de MariCarmen González