CRONICA: FERNANDO UN SANTO
POR AGUSTÍN DE LAS HERAS, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
Hoy es San Fernando. El santo que fue rey antes de ser canonizado. Fernando III, gobernó desde 1217 hasta su muerte en 1252. Nieto del vencedor de las Navas, Alfonso VIII, el soriano, llegó a ser rey de rebote, como la piedra que mató a su tío Enrique siendo niño, pasando por su madre Berenguela respecto a Castilla y a su padre Alfonso IX respeto a León. De hecho San Fernando era nieto de Leonor de Plantagenet, hermana del mismo Ricardo Corazón de León. Fernando reinaba cuando aconteció el tan recordado Fuero de Rodrigo Jiménez de Rada, celebrado su 800 aniversario el año pasado en tantas villas. Sólo me falta perderme en la historia de la calle de los Mancebos…
Pero a mi este santo me trae un recuerdo. Mi tío Fernando.
Era hermano de mi madre. Y falleció hace unos años. Fue el último de una generación de hermanos que corrieron por detrás de las Cortes en los años de la guerra, jugando a la loteria de los bombardeos y se escondieron en camiones que cargaban ruedas huyendo de aquel Madrid. El mayor era German, taxista de aquellos 1500 negros con franja roja, Lola, madre soltera que conocía los guateques de Torrejón y que tuvo a una niña, Maria Eugenia, que de pequeño me compraba chicles Dunkin, Inocencia que tuvo ocho hijos en Salamanca, menos la pequeña que fue niña, Maxi, que compartía nombre y oficio con mi abuelo, chofer, y hermano mellizo con mi madre, Concha, Santiago, el más pequeño, que vivía en la calle Santiago, Jose Luis que murió siendo niño y Fernando. Todos estos niños tuvieron que vivir sin madre, mi abuela Concha, que falleció en 1949.
Fernando Martinez Aroca nació en el Madrid republicano. Era el segundo de los varones de siete hermanos, donde nacieron dos pares de gemelos. Mi madre era melliza con un tio mío Maxi, que hace tiempo recibí la noticia que, decidió dejar este mundo voluntariamente. Vida truncada, dificil, arañada por ver morir a un hijo bajo un camión de bomberos, conduciendo una moto, cerca de La Vaguada. Este mellizo de mi madre se llamaba Maximiliano, Maxi, como mi abuelo. Aunque hace unos años pasé por Sisante, su pueblo natal y sólo le conocían por Paco. No me preguntéis por qué. Mi abuelo Maximiliano al igual que mi abuelo Emigdio, nacido en Valdepiélagos, seguían al siglo. Hasta hace un año pensaba que ambos nacieron en 1900, pero sólo lo hizo Maximiliano. Mi abuelo Emigdio nació en Valdepiélagos un cinco de agosto de 1899.
En estos años he pensado en sus vidas y como transcurrieron por el siglo XX, penurias, guerras, más hambres… y también una pandemia, cuando ambos tenían unos 18 años. La mal llamada Gripe Española.
Fernando tendría cuatro o cinco años cuando estalló la guerra civil. Mi madre tenía apenas un mes. Vivían en la calle de Los Madrazo, detrás de Las Cortes. Allí sobrevivían mientras las bombas caían y mataban, por ejemplo, a la portera de la casa de al lado. Y mi abuelo sorteaba la guerra llevando a su familia a Sisante, Cuenca, a Valencia, para luego ser detenido a su vuelta a Madrid, y salvado por una marquesa de la que era chófer, antes de los tiros y de las bombas.
Mi tío Fernando era especial. Desde que le conocí era el único que mediaba en los «tergiversos» de una familia complicada. Y al final no lo consiguió aunque él siempre era un nexo eterno.
De mi tío Fernando aprendí a coleccionar en aquellos tiempos sin necesidades metafísicas abstractas ni informáticas. Coleccionaba sellos, fascículos que hoy día no tienen precio, monedas antiguas.. De su domicilio en el pueblo de Vallecas cogía autobús hasta Portazgo, y metro hasta Sol buscando la Plaza Mayor donde cada domingo se intercambiaban sellos y monedas. Algunas veces bajaba hasta la Plaza de Cascorro y la Ribera de Curtidores para encontrar El Rastro. Mi tío nunca se perdía una Feria del libro ni cualquier cosa que transmitiera cultura. En mi infancia le observaba con ojos de admiración como cuando miras a una persona que se hizo asi mismo. Hasta compraba acciones en el mercado de la transición.
Día a día desde el metro de Portazgo iba hasta Antón Martín. A la calle donde hace muchos años un indio se ganaba la vida enseñando un león enjaulado, por dos maravedis, la calle del León, donde trabajaba de pescadero en una de las pescaderías como la que seguro muchos habéis visto en el cine. Ya se había jubilado cuando Chus Lampreave, «Reme», vendía jureles en la película de Torrente.
Ya no podré llamarle para felicitarle. Ya no escucharé su «quién es» y sólo de pensarlo un escalofrío invade mi corazón llenándolo de tristeza. Aquellas conversaciones surcaban entre guiones repetidos, temas de salud, de cómo estáis, que si ando de médicos… Y siempre al final me decía … Agustín… Chato, que sepas que te quiero mucho. Y yo a ti tío… y yo a ti… le contestaba.
FUENTE:
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