CRÓNICA-MAESTROS
Feb 05 2024

POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)

En el siglo XIX e incluso ya en el XX era muy extendido el dicho ”Pasar más hambre que un maestro de escuela”.

Desde Fernando VII a Alfonso XIII ser maestro era una profesión de penurias. Su sueldo dependía de ayuntamientos y de hecho, según los mozalbetes estaban en “lo de leer” o ya avanzaban en “lo de las cuentas” cobraban por el número de alumnos. Bueno, se les hacía una cuenta pero lo de cobrar era otra cosa. Que los concejos no eran boyantes era también conocido pero mientras los habitantes tenían sus menesteres para apaciguar el hambre, bien con siembras o con huertos, o bien echándose al monte a por cardillos y pucharacas o al Galga a por berros, o algún conejo o liebre se escapaba de la mirada del guarda del coto San Benito, los maestros enseñaban a sus hijos. Eso sí, durante el tiempo que aún sus padres no les habían proporcionado cuatro cabras para que fueran al monte a cuidarlas o bien las niñas sirvieran a los mayores en los asuntos de las casas o cuidaran de sus hermanos o lavaran y cocinaran.

Tuvo que ser Romanones, el conde, el que venía a cazar al Coto San Benito, el que entre otras medidas tomó una que consistió que el sueldo de los maestros corriera a cargo del estado. Más tarde la II República los dignificó y tras la Guerra incivil se les depuró.

Pero en la época en que se cantaba aquello de

“El ministro de Fomento…

¡huy que portento!…

dice que les va a pagar…

¿Será verdad?…

a los maestros de escuela…

¡Viva su abuela!…

toda la paga atrasá.”

ser maestro era una profesión de riesgo.

Hubo una revista llamada “La Escuela Moderna” que puso en tinta el panorama educativo entre 1891 y 1934 que mensualmente decía que, alejada de contaminaciones políticas, filosóficas y religiosas, y con el objetivo de dar luz al abandono de la escuela primaria, ponía puntos sobre las íes en muchos aspectos de la enseñanza.

¿Y qué tiene que ver todo esto en una crónica de Valdepiélagos?

Esta revista tenía un suplemento semanal que, el 18 de febrero de 1914, en uno de sus apartados llamado «La caridad en acción», nos daba eco de una noticia donde aparece un nombre conocido.

El maestro interino de Canillas había fallecido, dejando viuda y cuatro hijos. Si los maestros pasaban hambre imaginad su viuda y sus hijos, ante la pérdida de su benefactor.

En la noticia se anunciaba el cierre de la suscripción para esta familia y dentro del partido de Colmenar Viejo relacionaba que, el maestro de Alcobendas había dado 0.25 pesetas. Ojo, pesetas de la época. Y también 0.25 pesetas dieron el de Becerril, Chamartín, Chozas de la Sierra (hoy Soto del Real), Fuencarral (hoy un barrio de Madrid donde vivo), el de Guadalix, Manzanares el Real, El Molar, Pedrezuela (llamado Pedro R. Rodríguez), San Agustín (Pablo Carreño), Federico Muñoz, maestro de Talamanca junto a Pilar Ávila Puchol también maestra de Talamanca y…como nombre final de este partido aparece, Dª Julia Merodio, de Valdepiélagos.

Y alguno dirá, ¿no hay una plaza en Valdepiélagos que se llama así?

Pues sí, y lleva el nombre de una maestra que tuvo nuestro pueblo cuya labor durante generaciones de niñas y niños valdepielagueños la hizo merecedora de este reconocimiento.

Algún día tendremos su crónica.

(Gracias doy a Isidro de las Heras, valdepielagueño, que me proporciona desinteresadamente noticias de archivo que me ayudan a darle forma a las crónicas, como ha sido en esta)

Fotografía de Mari Carmen González Sanz

FUENTE: https://www.facebook.com/agustin.delasheras

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