POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID).
Ser el tercer hijo, aunque fuera del alcalde de Casa y Corte don Fernán Gómez de Herrera, llevaba consigo una hidalguía pobre y una posible herencia escasa.
En el siglo XVI, aun pudiéndose “hacer las Américas” era más goloso y cercano las guerras en Italia, donde las tropas españolas conquistaban territorios y se entretenían con los saqueos, como el de Roma en 1527.
Un grande de España, don Gonzalo Fernández de Córdoba y Fernández de Córdoba (no es una errata), tercer Duque de Sessa, nieto del Gran Capitán, para compensar el poder de la Casa de Alba, fue nombrado Gobernador de Milán. Y por aquellas tierras estuvo guerreando al francés recorriendo el Piamonte. Pues bien, nuestro Melchor, armado de caballo y sin mucho que perder, fue un capitán de una compañía de caballería ligera, por armas y por equipaje, al que las guerras y los saqueos les hacía enriquecer, si no morían antes.
Qué decir de Melchor sino que era creador de fortunas prestando a costa de anticipos de soldados, “comerciando” con ropas, alimentos y fomentando una afición que le acompañaría durante toda su vida, las apuestas y juegos de cartas.
Con los bolsillos llenos volvió a Madrid y prestó servicio de mercader a las órdenes del príncipe de Éboli. Después de varios nombramientos y recomendado por el príncipe llegó a ser tesorero general de Castilla. Ya en la corte de Felipe II siguió “jugando sus cartas” y obtuvo títulos como el que consigue calles en el Monopoly, alférez mayor de la Villa y Corte, alguna alcaldía, hasta hacerse con el marquesado de Oyra.
En 1575 fue relevado como tesorero por Juan Fernández de Espinosa. Detrás vino una suspensión de pagos, estudiada en los libros de Historia Económica, decretada por el mismo Felipe II.
Pero mientras que los nobles se endeudaban y empobrecían, Melchor siguió con sus mercadeos y sus préstamos. Hasta el mismo rey Felipe II le debía. Y es por ello por lo que, en pago, recibió dominio sobre Villajimena, Valdemoro y… Talamanca. De aquí nos apartamos de su vida que le llevó por acusaciones, estafas y otras rifas.
Pues bien, hay algo que nos atañe.
En 1582 Felipe II concedió el marquesado de Auñón a Melchor de Herrera y Rivera, sí, nuestro capitán de caballería ligera venido a más y en ello le llevaba a ser señor de las villas de Auñón, Valdemoro, Berninches, Valdaracete y Talamanca, con todas sus aldeas.
Y ahora os invito a fijaros en el lado izquierdo del escudo de nuestra villa, el lado de honor según su propuesta, reservado al más antiguo señorío de Valdepiélagos.
En la parte izquierda del escudo de nuestra villa, fondo de gules, color rojo vivo, con seis calderos de oro, cargadas estas con dos barras de sable, que es el color negro en heráldica, tenemos los símbolos de la armería del marquesado de Auñón. Este escudo es de las armas de los Herrera, porque Herrera era Melchor. Ya que si la curiosidad os lleva a buscar el del apellido Auñón o su municipio, veréis que es otro.
Otro día os cuento la parte derecha.
Melchor murió en 1600, dieciseis años antes que muriera Cervantes y cuarenta años antes que procesaran a Maria de Espolea, la pastora.