POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
Ni siquiera lo tres Magos de Oriente hicieron nada por los inocentes. Valientes reyes con mundanas ofrendas que no esperaron al cuarto rey en Borsippa a la sombra del zigurat y partieron tras la estrella.
Artabán, este era el nombre de este cuarto rey y, se había entretenido ante un viejo moribundo atacado por los bandidos al que regaló un diamante de la isla Méroe. Continuó en soledad en pos de su destino, pero arribado a Judea, no encontró a los otros reyes pero si un pesebre vacío. Las calles estaban inundadas por soldados de Herodes, asesinos, degollando a recién nacidos.
Uno de ellos con una mano sostenía a un niño y con la otra blandía un afilado cuchillo. Al ofrecerle el rubí de las Sirtes destinado al Hijo de Dios a cambio de la vida del niño fue apresado y encerrado bajo llave en el palacio de Jerusalén.
El resto es otra historia que os he contado varias veces.
Quizás Artabán fuera el mago de las ilusiones perdidas. Como la que yo perdí frente a una tienda de juguetes. Creo que ha estado siempre conmigo como un ángel de la guarda. Tenía cuatro años cuando mi padre me reveló públicamente el secreto del inocente engaño del que todo niño quiere ser engañado. Aún recuerdo la juguetería y la ira de quienes le oyeron. Mi cara de niño no quería separse del cristal del escaparate como si ya no quisiera vivir el escenario que me onligaban a vivir desde ese momento. La mente débil de mi padre hablaba no por boca de su dios sino por la manipuladora de los hombres que se creen en el derecho de ser los elegidos.
Desde aquel día en el que me manifestó su herejía mi mente empezó a madurar antes de tiempo y lo primero que pensé es que me habían robado parte de la infancia. Y dentro de esa madurez forzada tuve que ver cómo el resto de mis amigos escribían cartas y pedían juguetes. Y que a sólo ellos se los traían. Yo tenía juguetes pero no tenía ilusión. Mi madre y mi abuelo tenían que sobreponerse al paso que el engañador, a su vez engañado, había dado con su propio hijo.
Desde aquel día tuve otro motivo para odiar estas fiestas. Y a la vuelta de ellas oía como se habían portado los reyes con los otros niños y aún teniendo pocos años, mi madurez decía que callara. Nunca quebrante la ilusión de ningún amigo.
Hoy es el día de los inocentes sí. Y creo que fue por estas fechas cuando mi niñez fue degollada.
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