POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
El colchón era de lana. El cuerpo se hundía esculpiendo tu figura a lo largo de la noche en aquel volumen de vellón que ya nadie recuerda.
Noches donde se dibujaban en el cielo todas las estrellas escondidas para los urbanitas, con la via láctea derramada por Hera y donde en la oscuridad del suelo aún encontrabas luciérnagas. Era verano pero estabas bajo una manta. Mientras, la luz atravesaba las oquedades de adobe y ladrillo de viejas ventanas y oías el primer sonido de la mañana. Paco ya había sacado el rebaño y lo llevaba más allá del Pilde.
El sonido de esquilas y cencerros, junto al balar, se alejaba. Un amanecer así era una gloria que debería ser eterna. Antes que nadie despertara salía a la calle, bajaba la cuesta e iba carretera adelante al molino. Que buena gente Feliciano. Llevaban ya horas trabajando en hacer pan para muchos pueblos.
Pocos lo agradecieron en aquel momento hasta que se jubilaron y ya no hubo panetes. Recuerdo el calor del horno, el olor a harina y pan recién hecho. Oh, aquellas hogazas. Aún viven en el recuerdo de muchos ribereños del Pilde. Y en las horas noctámbulas me vienen estampas. Ya no del amanecer sino de las tardes y las noches calladas. Tardes de cartas y briscas con cojines y sillas bajas de madera donde se ponía en juego algún duro.
Os recuerdo a todas. Y aquellas noches sentado junto a Mariano y Martín. Qué manos recias, que batallas contadas en aquella guerra, junto al Ebro.
Yo adivinaba la división a donde fueron llevados y el recuerdo de los que no volvieron. Imágenes, estampas, pasado que nos regalaron aquellos mayores y nos dejaron lo único cierto. Nadie muere mientras no sea olvidado. Y después que la imagen de una procesión me traiga decenas de recuerdos y con la seguridad que hoy habrá música y lagar y El tachuela y fiesta, no olvido a los que ya no están y recientemente nos han dejado, porque sabed que nadie muere mientras sea recordado.
Y hoy, esta noche, invadido por seres oníricos, antes de dormir, me acuerdo de vosotros.
Viva Quintanilla y sus gentes, sobre todo las que nos han regalado este escenario.