CRÓNICA: QUINTOS Y MALETAS.
Feb 24 2023

POR AGUSTIN DE LAS HERAS, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIÉLAGOS (MADRID) 

Sería complicado explicarles a las generaciones del siglo XXI, por un lado el concepto «mili» y por otro, que la primera vez que un joven se alejaba del pueblo y viajaba, fuera cuando tenía cerca de veinte años. Hasta entonces, las mayores distancias que podían recorrer tenían el objetivo de unas fiestas patronales, en Torrelaguna o Uceda o pueblos cercanos, bajar con el grano al molino de Talamanca o como mucho acercarse a El Molar para recoger o llevar a alguien al autobús o realizar algún trámite en correos. Los demás viajes eran excepcionales. De hecho ir a Madrid o a Guadalajara podría ser el equivalente de salir al extranjero. Muchas de las generaciones de Valdepiélagos nunca vieron el mar.

Los nacidos próximos a la guerra civil sufrieron los vaivenes de llamamientos para ir al frente. Casi siempre involuntarios porque como decía un abuelo, a mi hermano se lo llevaron los unos y le mataron los otros. Veinte años antes se preocuparon por ser enviados a la guerra de África. Pero hubiera guerra o no, los varones en edad militar debian cumplir con el servicio militar. Aunque los oficiales cambiaban el verbo. Un teniente me llamó la atención cuando hice la mili porque en un escrito (en la Policía militar de Burgos) puse, cumplir en lugar de servir. Decía que se cumplían las penas, como cuando ibas a la cárcel, pero que a la mili, ibas a servir. Al final, en un periodo de uno, dos o más años no eras libre. En mi caso fue 1 año, 1 mes y 1 día. Y dicho así que me digan si no parece cumplir una pena.

Pero para ir a la mili se tenía que ser quinto. Y ya nos contaba Anatolio, tanto los que entraban en la caja de reclutas, que eran los quintos de ese año, como los que entrarían al año siguiente se reunían junto a primos, amigos y hermanos. Cogían una cesta grande e iban por todas las casas pidiendo huevos. Con ello se comía y cenaba un par de días. Había alguna fiesta de quintos que hasta se mataba un cordero. Por el día los quintos con guitarras rondaban a las mozas y por la noche había baile para todo el mundo, que lo pagaban ellos mismos.

Llegado el día, saldrían camino de su destino, a hacerse un hombre, les decían. Y para ello tenían que guardar en algún sitio lo poco que tenían, lo poco que vestían, algún recuerdo, una carta, una foto, algún talismán de niño. Y todo lo metían en una gran maleta de madera.

Los que tenían hermanos mayores, o un padre que guardaba todo, tenían el problema solucionado. En caso contrario era un carpintero, o un manitas que hacía de todo, el que solucionaba el problema.

En Valdepiélagos todavía se guardan estos tesoros.

La primera fotografía es la maleta de Macario González y la hizo Marcelino Calleja. Este señor necesitaba dos muletas para moverse luego, el trabajo fue meritorio. Con ella viajó Macario a Melilla. De ello habrá una crónica gracias a lo que dejó escrito.

La segunda fotografía es la maleta de Martín García, hijo de la señora Magdalena. Con ella se fue a caballería, a Madrid, al cuartel que había en la Plaza de la Remonta, a la altura del 317 de Bravo Murillo.

La tercera maleta es la de Emilio de las Heras, que el mismo año que Martín, se fue a Aviación.

Estas dos últimas maletas las hizo Feliciano Gómez, que sólo tenía un brazo.

Esta crónica ha sido posible por las fotos e información de sus hijas.

Pero en el ánimo de descubrir la historia olvidada de los nuestros, en una crónica cercana os contaré la historia de un quinto, que nació en 1877 y que murió en Filipinas. De una forma que se puede considerar, al menos, como casualidades, he llegado hasta un historiador que me ha proporcionado su partida de defunción. Aquel mozo se llamaba Julián González Frutos, era hijo de Felipe González de la Cruz y de Eugenia Frutos Moreno. Era hermano de Manuel, bisabuelo de MariCarmen González y de Martín, bisabuelo de Miguel de las Heras. También era hermano de Pedro González Frutos, abuelo de Anatolio González. Eran seis hermanos y dos hermanas. Pero Julián, que fue a la guerra, nunca volvió. Murió en Manila en 1897.

FUENTE: https://www.facebook.com/agustin.delasheras

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