POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
Hoy he amanecido en una cama confortable, con una temperatura ideal, he mirado por la ventana y el calor de un hogar me permitía ver las nubes sin preocuparme de ellas.
He abierto el grifo y había agua, potable. Tenía un vaso limpio que un lavavajillas lavó anoche con una corriente eléctrica que estaba ahí.
Me he dado una ducha gracias a un calentador de gas que me ha proporcionado agua caliente.
He abierto la nevera, llena de alimentos. He cogido una botella de leche que he calentado en el microondas, que también funcionaba. Me he hecho un café en una cafetera eléctrica. He mojado en él una ensaimada que ayer compré en la tienda de mi primo, abierta en Valdepiélagos.
He bajado a la calle. Una calle donde aun siendo festivo estaba limpia de hojas, basura y barro de las últimas tormentas.
Mi coche estaba aparcado donde lo dejé anoche y he podido cogerlo para llegar por unas carreteras transitables a un centro comercial donde he podido comprar alimentos frescos que hoy cocinaré para mi familia, que por cierto, han amanecido sanos, en nuestra casa.
Hoy es el día de todos los santos. Ayer los niños corrían por las calles felices, disfrazados. Y yo pude llevar unas flores a la tumba de mi madre, que junto a mis abuelos y bisabuelos yacen en una ladera.
Una vez escribí acerca de lo que es cotidiano. Y no lo valoramos.
Hace cuatro dias que cientos de personas, quizás miles, no pueden levantarse en una cama, limpia. Ni mirar por una ventana y hacerlo sin miedo a las nubes.
No pueden beber un simple vaso de agua potable para tomar una medicina o para hacerle un biberón a sus hijos. No hay ni agua, ni en muchos casos ni grifos.
No pueden bajar a la calle ni transitar por ellas porque es un cementerio de coches y un lodazal.
No pueden coger el coche porque la riada se lo ha llevado, algunos hasta con sus conductores. No tienen donde comprar lo mínimo para sobrevivir. Y en lo más trágico, un día como hoy, no saben donde están sus familiares ni donde encontrarlos ni donde velarlos.
No pueden llegar a sus neveras inundadas, ni darse una ducha ni calmar su sed.
Y va para cuatro días.
Y yo, que pago muchos impuestos a un estado para que cuando ocurra una tragedia como la de nuestros, vecinos valencianos y andaluces, no estén desamparados.
Yo acuso a un estado inútil y a cualquier estamento público que tenga competencias para ayudar ahora, y no lo hace con todos los medios. Y para intentar evitar que estos sucesos que ocurren, antes que ocurran, sean mitigados.
Y no, no no culpo al guardia civil, policia local, alcalde de un pueblo sin presupuesto ni a funcionarios que se están dejando la vida por los demas, sino a quienes pueden poner más medios y los dirigen y no lo hacen.
Yo no pago mis impuestos a políticos, organizaciones y en definitiva a quien nos gobierna en cada competencia para que mis vecinos valencianos y andaluces no tengan ayuda, toda la ayuda.
Yo acuso a todos los que hacen que esté país sea un estado inútil para cuando lo necesitas.
Y en este día donde mi felicidad no se encuentra al ver las noticias felicito a todos aquellos que desinteresadamente se movilizan, bien fisica o económicamente. Yo lo haré.
Dicen que en el peor de los sucesos sale lo mejor de nosotros, pero eso no es suficiente.
Pienso en vosotros y la felicidad no puede ser plena aunque esté a cientos de kilómetros.