POR ÁNGEL DEL RIO, CRONISTA OFICIAL DE MADRID Y GETAFE
Mañana del lunes. Gran expectación a la puerta de los juzgados de Plaza de Castilla ante la llegada de alguien muy importante. Los menos enterados, los pasotas de la actualidad y los indiferentes a la noticia, se quedaban perplejos ante el despliegue de cámaras, micrófonos y plumillas, y se preguntaban si estaban esperando a Pujol e Hijos, Bárcenas y Sra., o a cualquier otro político bajo sospecha. Nada de nada. El personaje llamado a declarar ante el juez era Esperanza Aguirre.
Después de que el juez instructor del caso y la fiscalía pidieran que fuera imputada por una falta, tras su “encuentro” con los agentes de movilidad, aquella tarde aciaga, cuando dejó su coche mal aparcado en el carril bus de la Gran Vía, la Audiencia entendió que podría tratarse de un delito de desobediencia a la autoridad, y la envió a juez el pasado lunes.
El tirón mediático de Aguirre es tan espectacular, que hizo que entre periodistas y curiosos, se reunieran a la puerta de los juzgados más personas que agentes de movilidad pudieran contarse en esa mañana en las calles de Madrid agobiadas por el colapso circulatorio.
La infracción circulatoria de Aguirre ha movido pasiones desde el primer momento en el que en el lugar de los hechos, se dio cita un desacostumbrado número de agentes de movilidad, como en la posterior “persecución” y en la comunicación a las puertas de su domicilio, hasta llegar a la gran concentración de medios y curiosos el día de su declaración en Plaza de Castilla. Y ella, “sorprendida” y sonriente. Genio y figura hasta la judicatura.
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