Da gusto que, de cuando en cuando, mejor que de uvas a peras, alguien se ponga a hablar del habla murciana. Ya hemos quedado en que no es dialecto, ni lengua, sino una manera peculiar de expresarse. Lo cual no le resta ni una pizca de interés.
Esta vez es el CRONISTA OFICIAL DE ABARÁN, JOSÉ CARRASCO, quien saca a la luz, para explicarla, una de las palabras más simpáticas de nuestro acervo, como es mandado. Por mejor decir, mandao, que es como la usamos casi todos.
Acerca de su origen, no hay que buscarle tres patas al gato. Se trata de un término que proviene del castellano. Y que significa, entre otras cosas, hacer una gestión.
Bien de parte de otro (como sostiene la Academia), bien de parte de uno mismo. En esta última acepción ya se advierte el matiz murciano.
CARRASCO resalta otra particularidad. Y es que, con el uso de mandao, se trata de no revelar el contenido de la gestión. Sería esa una manera de preservar la privacidad de los asuntos que llevamos entre manos. Aunque no siempre vaya uno buscando ocultar la naturaleza de la misión. Hay casos en que al individuo no le preocupa que su interlocutor la conozca.
Tenemos luego el mandaíco, que ya es una cosa más nuestra. Lo que se pretende con el ico es quitarle trascendencia al mandao. CARRASCO sostiene que esto del mandao es cosa corriente en los pueblos, pero no en la capital. No diría yo tanto. A lo mejor lo que sucede es que la palabra está en boca de quienes, viviendo en Murcia, venimos de otras parcelas de la provincia.
Sin embargo, conozco a un personaje notorio, capitalino de toda la vida, que si le preguntas: «¿Ánde vas?», te responde que a un mandao o mandaíco. Este que digo es el diputado Adolfo Fernández. He advertido que, cuando acude al Consejo de Europa, allá en Estrasburgo, dice mandao, pero si sale en Murcia a comprar churros, a primera hora de la mañana del domingo, el mandao lo convierte en mandaíco. Como se ve, todo tiene su lógica.
El mandao es también darle un pescozón o similar a otro. Este significado no lo recoge el diccionario de la Real Academia, pero sí el del murciano Diego Ruiz Marín.
En Andalucía, mandao equivale a mierda, y en Méjico, a la cesta de la compra. Así es. la vida, hijo mío.
Fuente: http://www.laverdad.es/