POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El pasado domingo visité a Benito Feijoo en el Monasterio de Samos, donde el hijo adoptivo de Oviedo ingresó a los doce años, en 1688, y pasó tres. Me lo mostró el hermano benedictino Lorenzo Hernández y, entre muchas historias, me habló del rey Fruela y del hijo de éste, Alfonso II, que fue educado en Pravia por su tía Adosinda y se refugió en Samos con su madre viuda tras el asesinato de Fruela. Pues bien, en el crucero de la iglesia contemplé una Cruz de la Victoria, con sus alfa y omega en los brazos, mientras Lorenzo decía a otros visitantes: “Hay otra similar colgando del puente de Cangas de Onís”. No habló de la Cámara Santa; habló del puente, y me callé, fui respetuoso con su plática, y mira que me gusta poco ese péndulo al ventestate, como horca, poco que la cruz de Cristo y de Pelayo pase por el ojo de lo que fue puente romano y que los turistas pasen por encima.
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