POR ENTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
La tradición de cantar los Mayos en Murcia, sin lugar a duda alguna, existió mucho antes de que el escultor Antonio Garrigós la recuperara, por fortuna, en 1957. Prueba de ello son las referencias en la prensa de diferentes épocas y su publicación, con el nombre de “Los Mayos”, en alguna recopilación publicada a comienzos del siglo XX. Otra cosa es determinar si los cantos actuales, los que se entonan el 30 de abril, corresponden con aquellos que cantaban los abuelos de nuestros abuelos. Vaya por delante que no lo son. Ni su poesía, ni su ritmo, ni el canto. Pero esto tampoco es nada nuevo.
La aparición en 1921 del “Cancionero Popular Murciano”, de Alberto Sevilla, quien no incluyó los Mayos, destapó la caja de los truenos. Y lo hizo el poeta y periodista Pedro Jara Carrillo en el diario que dirigía, “El Liberal”. En su portada y bajo el seudónimo de Plácido Roger de Larra, ensalzó el libro de Sevilla, aunque le reprochó que no hubiera incluido “ese canto tan intensamente melancólico”: “esa canción de “Los Mayos”.
El periódico inició una investigación “hasta conseguir que la canción de “Los Mayos” se restituya”. Así, encargó al músico Emilio Ramírez, quien por cierto puso música al Himno de Murcia, que arrojara luz sobre la cuestión. Días más tarde, en plena portada, “El Liberal” sorprendía a sus lectores publicando la partitura de “La Canción de los Mayos”. Junto a ella, Ramírez aportó información sobre el carácter de los antiguos Mayos murcianos que, en su opinión, fueron “más solemnes” que en otros lugares de España. El 30 de abril, a las doce de la noche, “reuníanse en la puerta de la Catedral los encargados de cantar los Mayos sin otro preciso aviso que el férreo mandato de la tradición”.
Aún no extinguido el eco de la última campanada, las voces se elevaban: “Estamos a treinta, del Abril florido, alegrarse damas, que Mayo ha venido”. “Ha venido Mayo, bien venido sea, para las hermosas, y para las feas…”, recordaba Ramírez.
El músico advertía de que la tradición se había perdido “hace muchos años”. Así que “no extrañe, pues, al amigo Sevilla, no haberla podido oír”. Sobre la melodía, Ramírez la imbricaba en la más pura tradición árabe. “Y eso es la canción de “Los Mayos”: línea melódica que sin perder su sentimentalidad oriental surge serena, risueña, optimista”. Ramírez tomó como base, aparte de la tradición que existiera en Beniaján, la obra “Colección de Cánticos Populares de Murcia”, publicada por José Verdú en 1906. En ella se consideraban los Mayos un canto de labor “muy popular en toda la huerta”.
Pero la transcripción de Verdú y la que aportara Ramírez, como éste último reconoció más tarde, diferían “en el tono, en el compás, en el ritmo, en los valores y en el matiz”. El historiador y miembro de la Real Academia de la Historia Antonio Puig Campillo terció en la cuestión aportando incluso las estrofas que componían los mayos.
Al día siguiente, Alberto Sevilla replicaba en el diario para insistir en sus dudas sobre el canto y apuntaba un argumento: “Ni Díaz Cassou, ni Martínez Tornel ni Pío Tejera, que tan alto pusieron su nombre en nuestra Región” hicieron nunca referencia a los Mayos.
Otros sí lo hicieron. Muchos años antes, el 13 de agosto de 1880, “El Diario de Murcia” publicaba la carta de un lector donde explicaba que en el Cabezo Gordo, en Torre Pacheco, existía una cruz que los labradores adornaban cada 3 de mayo y “suben alegremente de estos alrededores, vestidos con las más ricas galas, y en esta meseta se cantan y bailan los Mayos”. En 1888, el diario “El Globo” publicó otro artículo, replicado en Murcia por la revista “La Enciclopedia”, donde se recordaba a “aquel pueblo murciano, que cantaba, no ha mucho, ante la cruz de Mayo, para que los malos espíritus respetaran las cosechas”.
Un artista comprometido
Tal como hoy los conocemos, los Mayos fueron recuperados por el escultor Antonio Garrigós, defensor a ultranza de las costumbres murcianas y, de forma muy especial, de los auroros. Y no hace falta elucubrar cómo lo hizo porque él mismo lo escribió para el diario “La Verdad” el 6 de abril de 1958 en una aportación hasta ahora inédita.
Relataba el escultor que conoció los Mayos “porque una mujer, madre de un gran amigo mío, Agustín Robles, nos contaba los tiempos de su mocedad y decía que su primer marido, Agustín Robles, se los iba a cantar durante su noviazgo, en la última noche de abril”.
Intrigados los jóvenes por el relato de aquella mujer, le pidieron que los cantara. La canción que Garrigós escuchó era “dulce y agradable”. Tiempo después, el escultor, estando en Albacete, escuchó a “una muchacha un día en mi estudio” y al oírle “Estamos a 30 del abril cumplido”, me vinieron a la memoria los Mayos de la tía Juana de Espinardo. Y le pregunté dónde había oído aquella canción, y me dijo que su padre era el que organizaba los mayos en Valdeganga (Albacete). […] Noté que ambas tenían parentesco en la melodía y en la letra, aunque variaban mucho los giros y los matices”.
Similar versión recogió en su día, entre otros, el musicólogo Norberto López en el artículo de la revista “Murgetana” “Antonio Garrigós y los Auroros murcianos: un recorrido histórico a través de la prensa local entre 1932 y 1988″. ¿Y cuándo se estrenaron en Murcia aquellos Mayos “renovados”? En la conmemoración del cincuentenario de otra iniciativa del artista: la despierta en honor al poeta Ricardo Gil.
Garrigós, quien ya entonces velaba por propagar el conocimiento de los auroros, organizó en 1907 una despierta en su memoria y en la que participaron “la campana de La Arboleja y Albatalía”. Esta despierta se siguió celebrando el primer domingo de marzo, “hasta el año pasado, que se cumplieron los cincuenta años de ella y se celebró el primer domingo de mayo, porque quise que reaparecieran “los Mayos”, que ya estaban postergados durante 70 u 80 años”.
Luego podemos concluir que fue el 1 de mayo de 1957 cuando volvieron a entonar el tradicional canto. ¿Quiénes? La campana de Auroros de Rincón de Seca. “Línea” publicó ese año la visita a Murcia del catedrático del Conservatorio de Madrid Manuel García Matos, quien llegó acompañado “del técnico en grabaciones de Radio Nacional, don Victoriano Suárez”. Ambos recorrieron “los poblados de la huerta donde se cantan las canciones de “los Mayos” y otras a cargo de las “campanas” de “auroros””. La única campana que cita el texto es la del Rincón.
La popularidad de los Mayos fue casi inmediata. En 1959 se anuncia en “La Hoja del Lunes” que los auroros del Rincón cantarían los Mayos junto a la Cruz al pie de la torre de la Catedral. “Una simpática audición, tan arraigada en el costumbrismo del terruño en otras épocas”, los describieron. A comienzos de 1961 ya se incluyeron en un gran festival que acogió el Teatro Romea y en el que, como anunció “Línea”, volvieron a escucharse “los “Mayos” del Rincón de Seca”. Así comenzó una nueva tradición.
Fuente: http://blogs.laverdad.es/