POR ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (CANARIAS)
A lo largo de nuestra vida profesional se nos ha encomendado numerosas actividades culturales: Recorridos Arqueológicos, Histórico-Artísticos, Etnográficos y Literarios. El deambular por nuestros campos, calles y plazas nos ha llevado a saber apreciar, en lo que vale que es mucho, nuestro rico y variopinto Patrimonio Cultural.
Hoy, no exentos de satisfacción podemos decir que son muchos miles de personas las que han visitado Telde, ciudad y municipio, llevados de nuestra mano. Asimismo tuvimos oportunidad, siendo director de la Casa-Museo León y Castillo de llevar a cabo una actividad cultural, que dimos en llamar Encantado de conocerte, visita guiada por los pueblos y ciudades de Gran Canaria.
En una o dos guaguas partíamos de las inmediaciones de la Basílica de San Juan hacia otras localidades, y si bien nuestras explicaciones duraban lo que el trayecto entre Telde y la otra ciudad o pueblo, cuando llegábamos a nuestro destino, éramos recibidos por el Cronista Oficial del lugar, que por espacio de tres horas, a veces cuatro, nuestro colega explicaba, con toda suerte de detalles explicaba la Intrahistoria e Historia de sus gentes.
En otro orden de cosas, tenemos la suerte de haber conferenciado por espacio de cuarenta años, al menos dos millares de veces, tratando, como poco, unos doscientos sesenta temas, que van desde los tiempos pretéritos de nuestra antigua y noble urbe, hasta las biografías de Reyes, Gobernantes y Artistas Plásticos. Confesamos que de todo lo que hemos expuesto en nuestras charlas lo más gratificante ha sido contar a viva voz y a manera de crónica todo aquello que aconteció en la vida de nuestros abuelos, padres y en la de nosotros mismos, cuando éramos solo niños o mozalbetes.
En estas últimas charlas-conferencias, siempre o casi siempre, había alguien que afirmaba con rotundidad ¡qué bien vivíamos entonces!, ¡había tanta tranquilidad que solo con una aldaba cuidábamos las puertas de la casa!¡todo era más sano!… y este Cronista, que ahora escribe este relato le contesta, siempre lo mismo: señora/señor veo por su aspecto que debe tener más de cincuenta años, igual sesenta o setenta (según las circunstancias)¿me podría usted decir cuántas cajas blancas (según la costumbre en cajas blancas se enterraban a los niños) ha visto usted partir desde su calle al cementerio en los últimos treinta años? Y sin salir de su sorpresa por la pregunta me suelen contestar con un ¡ninguna!. Entonces le lanzo a bocajarro, ¡lo ve, ¿cómo cualquier tiempo pasado irremediablemente fue peor?
¿Quién no recuerda en los años cuarenta, cincuenta y hasta sesenta las altas tasas de mortalidad infantil que habían en Canarias o en el resto de España o en Europa por extensión? ¿Cuántas enfermedades endémicas como la tuberculosis, el sarampión, la viruela, existen hoy en día? Y así un sinfín de preguntas que terminan con una imagen muy llamativa: señora/caballero vamos a abrir la despensa o la nevera, compare estos lugares con las alacenas o las despensas de aquellos años pasados.
Yo he visto llorar a la concurrencia de ahí que afirme, aquí y ahora, lo que en otros tantos lugares he manifestado: ¡cualquier tiempo pasado fue peor!
Y es que, la Naturaleza sabia, al fin y al cabo, nos ha hecho un gran favor: borrar del disco duro todas las adversidades de la vida, si no créanme, no podríamos subsistir.
Fuente: http://www.teldeactualidad.com/