POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
Una realidad tercermundista, un espectáculo bochornoso, una imagen penosa, un atentado a la cultura y a la historia, una vergüenza ajena, pero a la vista de todos sin que nadie levantase la mano desde hace ya demasiado tiempo.
Eso es lo menos que se puede decir cuando te acercas a ese puente que llamamos “romano” desde hace un siglo, pero que es medieval de arriba abajo y de izquierda a derecha.
Declarado monumento histórico-artístico el día 3 de junio de 1931, el puente sufrió avatares de todo tipo desde que fue paso obligado como vía romana que unía Lucus Asturum con el Portus Blendius cántabro.
Detengámonos en la parte del mismo que asienta sus cuatro ojos o arcadas en el concejo de Parres.
En cualquier país medianamente culto se cuidaría de que las inmediaciones de un monumento de tal envergadura (posiblemente el más fotografiado de Asturias) se encontrase en las mejores condiciones estéticas, pero esto es España y aquí puede ocurrir cualquier cosa cuando hablas de cultura, historia, arte, respeto a las tradiciones, en suma: civilización.
Que el visitante -sea turista, vecino, admirador del monumento, etc.- se encuentre convertidos en trasteros particulares varios intradós o bóvedas de algunos arcos del puente no parece que sea cuestión menor, sino todo lo contrario.
Las fotografías que adjunto -tomadas el pasado mes de septiembre- hablan por sí solas.
Todo tipo de bártulos, trastos, armatostes, cachivaches, enseres con dueño…encuentran acomodo bajo las arcadas del que en los últimos 500 años siempre se llamó -como tantas veces ya conté- La Puente Vieya, El Puentón, El Puente Cangues y -en documentos del Archivo Municipal de Parres- lo encontré citado varias veces como El Puente de Piedra.
¿Qué nos quedará por ver? ¿Unos tendederos de ropa colgando de las dovelas? ¿Unos cartelones de publicidad fijados a los contrafuertes? ¿Un gallinero acotado por malla metálica?
Visto lo visto (sin que nadie se inmutase ni dijese nada) todo es posible.
Una visita de la Policía Municipal de Parres -a comienzos de octubre pasado- a este lugar tan emblemático obligó a retirar todos esos trastos acumulados bajo el puente, pero -tres meses después- aún la última arcada acaba de ver llegar el nuevo año 2022 con sus portillas de ´acotado´ guardando trastos y cachivaches varios.
Capítulo aparte se merece el estado de los focos de iluminación del puente en ese mismo lugar, con sus cristales de defensa hechos añicos, llenos de piedras, tierra, corchos y colillas.
Lo dicho ¡País, paisaje, paisanaje!
No es exagerar cuando afirmo que -tal vez- el mayor atentado estético contra este tan querido puente lo haya cometido el Ayuntamiento de Parres hace aproximadamente un siglo, cuando permitió construir los edificios que están en sus inmediaciones, ante el puente, perdiéndose para siempre las perspectiva total del mismo… y en el lado más interesante.
Solamente imaginar todo ese espacio convertido en una zona ajardinada -viéndose los cuatro ojos o arcadas que quedaron casi ocultos- se hace patente la desidia de quienes no debieran haber autorizado la construcción de los citados edificios.
Incluso los arces (pláganos) y otros árboles -algunas de cuyas ramas se adentran en ojos y aliviaderos del puente- debieran ser sometidos a estrictas podas cada mes de septiembre.
Como ya dije varias veces, por su proximidad a la ciudad de Cangas de Onís, el puente “romano” está asociado a ella desde siempre, por historia, entorno y sentimiento.
A Cangas de Onís y a Parres -por ser los dos municipios en los que el puente se emplaza- corresponde directamente y por igual velar por el mismo y legarlo a las futuras generaciones en las mejores condiciones posibles.
En el caso que me incumbe -como cronista de Parres- es mi obligación moral hacer mención a este lamentable asunto en estas líneas y no seguir mirando hacia otro lado, dando por válido un abuso y arbitrariedad de tal importancia.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez