POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En una de las excursiones que he hecho con los alumnos del C.E.I.P del Centro Escolar de mi pueblo, convinimos hablar sobre la naturaleza, cuando un alumno que acababa de tropezar, me dijo: Cronista ¿Por qué no hablamos de las piedras? Sí, aquel risco en el que tropezó, fue el causante de que los demás alumnos sonrieran y a él se le encendió una lamparilla y se le ocurrió preguntarme; «por qué esa piedra estaba allí».
Esa piedra que sobresalía, tiempos atrás estaba enterrada y la erosión por el paso del tiempo y el caminar de personas y animales la han dejado al descubierto y, al ir distraído, has tropezado.
Proseguimos adelante y nos encontramos con unas paredes derrumbadas a las que el paso de los años y las inclemencias del tiempo les han cambiado de color y presentan ligera hoyos producidos por las lluvias. Sí, esas piedras nos están diciendo que fueron utilizadas por la mano del hombre, tiempos atrás.
Continuando nuestra excursión cultural y deportiva, llegamos al paraje de «La Colla», a la altura del Salto de la Novia, en la frontera que limita con la localidad de Ojós y, mirando hacia la montaña nos damos cuenta de qué, las piedras y tierra de la ladera, tienen un color ceniza y carece de vegetación.
Como es lógico, los alumnos me preguntaban por qué. Con una atención inusual en niños y niñas entre ocho y doce años, les comentaba qué el día 8 de noviembre del año 1891, según refiere «el Diario de Murcia» del día 11 del mismo mes de noviembre, se sufría un terremoto que produjo un gran movimiento de tierra, escupiendo gran cantidad de lava que se desparramó por la ladera.
Pues bien, esas piedras quemadas que escupió de su interior, dejaron esa imagen de desolación que aún hoy, sigue sin vegetación alguna y con sensación de estar fundidas como el granito. Sí, esas piedras que estaban en las entrañas de la montaña, al ser terreno sísmico, nos dicen que fueron vomitadas hace muchos años.
Regresamos hacia el pueblo y nos encontramos en los aledaños de la noria de Villar de Felices, con una piedra plana y alguno de los alumnos se detuvieron y se sentaron en ella, para descansar. Mientras se sacuden el calzado les explico que esas piedras planas fueron trabajadas por la mano del hombre y hoy nos sirven para descansar.
Por el camino que accede al Corazón de Jesús, les fui contando facetas de historia de nuestra localidad que ocurrieron hace muchos años y tuvieron como protagonistas a nuestros antepasados.
Llegados a la explanada donde se erige el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, tras divisar el maravilloso panorama de la huerta, volvemos la mirada a dicha estatua y contemplamos que la peana está muy deteriorada y el cuerpo y cabeza tan resquebrajados que amenazan con derrumbarse.
Los Regidores del Ayuntamiento lo han puesto en conocimiento de las autoridades competentes y el diagnóstico ha sido demoledor: el paso del tiempo se erigió el día 22 de junio del año 1947 y, además de sufrir los envites de las adversidades climáticas, fue alcanzado por un rayo que traspasó la estatua de oeste a este. Los escolares me hicieron un sinfín de preguntas, contestando cuantas sabía, pero, ciñéndome a la peana, totalmente de piedra, les dije: el paso de más de 60 años ha ocasionado el derrumbe de gran parte de la peana.
Sí, las piedras nos dicen qué, la exposición a la intemperie ha ocasionado el deterioro de su estructura y está a punto de derribarse. Sí, nos ha hablado y nos ha contado sus males.
Durante el rato que estuvieron descansando, les expliqué que el gran pintor y escultor Miguel Ángel Bounarroti, nacido en Italia el día 6 de marzo de 1475 y fallecido en 1564, esculpió en piedra, muchas y bellas esculturas, en el siglo XVI; entre ellas su famoso «David». Sí, esas piedras talladas con tanta maestría nos hablan de la labor que se hizo con ellas por tan prodigioso escultor.
Descendemos de la colina y nos adentramos en el pueblo en donde contemplamos edificaciones con piedras sin enlucir y los alumnos me preguntan por qué son de colores distintos. Les miro y estando a mí alrededor les explico: Las piedras han sido extraídas de distintas canteras y, cada edificación nos está diciendo a que cantera pertenece y el tiempo aproximado que tienen.
Antes de terminar el periplo recreativo y cultural, subimos por el callejón del campanario y, por encima de la iglesia llegamos a la ladera del monte «El Castillo» y, en una piedra enorme que sobresalía del resto, nos encontramos con una caracola fosilizada incrustada en dicha roca.
Nos paramos y, los niños, un tanto sorprendidos, me preguntan por que nos hemos detenido allí. Les hago mirar a dicha caracola y les pregunto si saben qué es aquello. Solamente una niña me dijo que era un caracol, pero ninguno me supo decir nada más.
Los sitúo a mi alrededor y, horadando en la piedra extraigo dicha caracola y, con ella en la mano les digo: Se trata de una caracola marina fosilizada y, el hecho de que esté incrustada en esta piedra de la montaña, nos indica que hace un sinfín de siglos este monte permanecía en el fondo del mar y qué, por algún movimiento tectónico en el seno de la tierra emergió a la superficie. Sí, esa piedra y esa caracola nos están diciendo que hubo un tiempo en que estaban bañadas por el mar.
Indudablemente, cualquier ser, aunque sea inanimado, nos está mostrando su historia, siempre que seamos buenos observadores. Sin lugar a dudas,»la historia es testigo de los tiempos, vida de la memoria, luz de la verdad, maestra de la vida y mensajera de la antigüedad.
Hoy, en esta excursión hemos observado las piedras y ellas, en silencio, nos han hablado.