«CUBRID LA TRAPERÍA CON PAÑOS SEGÚN SE ACOSTUMBRA» • DESDE HACE SEIS SIGLOS, CUANDO MENOS, LOS TOLDOS MITIGABAN LA SOLANERA EN EL CENTRO DE MURCIA A PARTIR DEL CORPUS
Jun 12 2016

POR ANTONIO BOTÍAS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

Típica. La calle Trapería en una instantánea de 1928, con sus típicos toldos y las mesas de los cafés.
Típica. La calle Trapería en una instantánea de 1928, con sus típicos toldos y las mesas de los cafés.

La idea de colocar toldos en Trapería y Platería se remonta, por no escarbar más hondo en la historia, a hace seiscientos años. Como poco. Porque seis siglos justo hará en 2019 desde que el Concejo de Murcia, en un acta fechada el 12 de junio de 1419, ordenara con motivo de la procesión del Corpus cubrir «la Trapería de esta dicha ciudad con paños según se acostumbra cubrir otros años y que haya los más juglares que pueda». El Consistorio actual ha anunciado que aquellos toldos que se hicieron tan populares como necesarios para mitigar la solanera murciana volverán a las céntricas vías. Y lo cierto es que siempre se consideraron otro de los símbolos urbanos de Murcia.

El escritor belga asentado en Francia Albert t’Serstevens, de paso por la Región en la década de 1920, como apuntó el historiador Juan González Castaño, nos legó una descripción de esas calles «entoldadas con grandes telas, tendidas entre dos fachadas». A t’Serstevens le llamó la atención aquellos socios del casino «sentados todo el día en plena calle en confortables sillones, a la sombra de los toldos de tela que la recubren [la Trapería] a la altura de los tejados […] se llama su círculo la C. G. T. (Confederación General del Trabajo) a causa de la actividad febril de esos señores…».

Y lo mismo podía observarse en la otra céntrica vía. En 1897, en una crónica en verso sobre el día de la Ascensión publicada en el diario ‘La Paz de Murcia’, el redactor describía que, tras acabar la función religiosa en la catedral, «la gente se dirigió a la fresca Platería (cuando hay toldos o no hay sol)».

Dos años más tarde, el 18 de mayo de 1899, ‘El Diario de Murcia’ anunciaba que, como todos los años por aquellas fechas, «se habla ya de la Procesión del día del Corpus, y de si será por la mañana o por la tarde, la cuestión de siempre». ‘El Diario’ se mostraba partidario de que fuera por la mañana, «y en ello no hay ninguna dificultad, solo se exige, porque son necesarios, que el ayuntamiento prepare algunos toldos y que estos se pongan en los sitios que el sol castiga».

Unos días más tarde, otro diario, ‘El Heraldo de Murcia’, abundaba en la cuestión. Al parecer, se había nombrado una comisión para gestionar la colocación de toldos «en la carrera del Corpus» y tuvo un éxito evidente en sus gestiones. De entrada, los vecinos de «las calles de la Trapería y Platería se han suscrito para costear aquellos y en cuanto a los de las plazas de Belluga y Santa Catalina se colocarán por cuenta de la empresa taurina». ¿Por fervor del empresario de los toros? Pues no. Según ‘El Heraldo’, porque «tiene interés en que la procesión se verifique por la mañana». Claro. Entretanto, incluso el obispo estaba dispuesto a aceptar que el cortejo fuera matutino «con tal de que la carrera quede decorosamente cubierta». Cubierta que luego se mantenía durante el verano, aunque no siempre se cubrieron las calles del centro por el Corpus. En 1904, por ejemplo, el ‘Diario Murciano’ publicaba el 6 de agosto que «ya han empezado a colocarse los toldos en Trapería. Estamos de enhorabuena los murcianos, porque vamos a tener una calle con todo lo suyo».

En junio de 1901, ‘Las Provincias de Levante’, con cierta sorna, advertirá de que «en los toldos de la calle de la Platería hay 9.217 remiendos». También sabemos que, de tanto en vez, eran renovados. En una de esas ocasiones, en 1904, casi se produce una tragedia en Trapería. Sobre las diez de la mañana del 27 de junio, como relató ‘El Liberal de Murcia’, «uno de los nuevos toldos del segundo trozo de la calle, que estaba sujeto a los postes de piedra en el terrado», por efecto del aire o porque no estaba bien fijado, se precipitó sobre la calzada: «Postes, barandilla de hierro, cables de la luz eléctrica, todo envuelto en el toldo, ha caído a la calle en medio de un gran estrépito».

Por aquellos años, el Ayuntamiento de Murcia encargaba a los betuneros «destinados a las calles de Platería y Trapería» la tarea de «correr y descorrer los toldos de dichas calles», función que desempeñaban con el mayor agrado a cambio de ofrecer sus servicios «donde hay movimiento» de clientes. Pero la cuestión no estaba exenta de problemas.

Los betuneros protestan

Algunos betuneros denunciaron que «la tarea de los toldos la llevamos unos pocos». Los demás, en cuanto sacaban su jornal diario, abandonaban la calle. Eso, sin contar que por la Feria no eran pocos los betuneros ‘piratas’ que llegaban a la ciudad, lo que provocaba nuevas y airadas críticas de los foráneos: «Nosotros corremos y descorremos los toldos y los otros se llevan los dineros», denunciaba en los diarios ‘El Vega’, el más popular betunero del corazón de la ciudad.

Poco a poco, la costumbre de proveer de sombra a los murcianos cayó en desuso. En marzo de 1964 y en un artículo publicado en ‘La Verdad’ ya se recordaban como agua pasada «esos típicos toldos […] que lamentablemente desaparecieron». Se refería a los tendidos en Platería donde, por cierto, había una tienda llamada ‘El 0,95’ pues todos sus artículos, aunque se crea un invento de este siglo, se vendían a ese precio. El mismo año, pero en agosto, Luis Peñafiel aconsejaba en ‘Línea’ acometer reformas para conseguir una «Murcia turística». Entre ellas, «tener la ciudad limpia, colocar toldos en las calles típicas, rociarlas; macetas, con tiestos de geranios, y ¡una sala de fiestas!».

El mismo diario publicó al año siguiente que los comerciantes de Trapería habían decidido recuperar aquellos «toldos protectores del sol canicular» que había instalados «en los tiempos del cuplé». Intentaban de esta forma hacer la calle «más acogedora para su clientela». El redactor suponía que los nuevos toldos no tendrían «uno de los inconvenientes que tuvieron sus antecesores y se procurará evitarlo». Se refería a las grandes bolsas que se formaban cuando llovía, puesto que la tela no dejaba pasar el agua, y que luego, «filtrándose» formaba «un goterío de campeonato» que obliga a los parroquianos a llevar sus trajes al tinte.

La iniciativa, la más seria en las últimas décadas, no llegó a realizarse. Al año siguiente, tras un día en que la capital sufrió 41 grados centígrados, el diario ‘Línea’ denunciaba que Murcia no «está acondicionada para el verano. No hay una sola calle con toldos». Hubo otros intentos posteriores que se esfumaron como humo político que eran. Y muchos venimos pidiendo desde hace años que se recuperen estos toldos históricos que, a ver si de una vez por todas, retornan a la ciudad.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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