POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
“¿Qué le sucede, viejo? Parece desesperado. -Murió mi pollino, con el que me ganaba la vida. -Sé cómo puede hacerse con otro. -¿Cómo? –Venga conmigo a la cuadra de Antón”. Fueron ambos a la cuadra y al llegar dijo el cura: “Llévese el pollino. –No puedo pagarlo. –Déjelo de mi cuenta”. El viejo cogió el pollino del ramal, se fue tan contento y el cura se echó a dormir en la cuadra. Al amanecer, llegó Antón y en el lugar del pollino vio al cura acostado, lo sacudió, éste se restregó los ojos, miró alrededor, se palpó el cuerpo, perplejo, se postró de hinojos, miró al cielo y dijo: “¡Gracias, Señor!, perdonaste mi pecado y me has devuelto a mi ser. -¿De qué habla usted? –Cuando era cura yací con una mujer, en castigo, Dios me convirtió en pollino y aquí viví, en esta cuadra, expiando mi culpa, pero al fin he vuelto a mí ser”. Meses después, Antón encontró al viejo con su pollino y pensó: “Otra vez yació el cura”.
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