LAS MOZAS DEL PUEBLO APRENDÍAN ESTE ARTE DE LAS MÁS MAYORES, DANDO COMO RESULTADO «EXCELENTES OBRAS», COMO BIEN RECORDÓ EL CRONISTA DEL MUNICIPIO Y CATEDRÁTICO DE HISTORIA MEDIEVAL MANUEL GARCÍA FERNÁNDEZ
En las primeras décadas del siglo pasado fue el sustento económico de muchos hogares carrioneros. El bastidor proporcionaba un complemento a las economías familiares al tiempo que otorgaba «cierta dosis de libertad a la mujer al poder empezar a meter por primera vez dinero en casa». Las más mayores recuerdan cómo «ponían mantones» para financiar distintas causas: «que si para la carrera de los hijos, para la boda de otros o bien para darse un pequeño capricho».
Fue así como nació la tradición por el mantón de Manila en Carrión de los Céspedes, una de sus principales señas de identidad. En las casas siempre había un bastidor puesto y las mozas del pueblo aprendían este arte de las más mayores, dando como resultado «excelentes obras», como bien recordó el cronista del municipio y catedrático de Historia Medieval Manuel García Fernández.
Los primeros talleres surgieron en los años 20 en domicilios de mujeres pertenecientes a la pequeña burguesía agraria. «Ellas conocían las técnicas del bordado en blanco con que se adornaban las prendas de los ajuares femeninos», resumió García, quien apuntó que pronto abandonarían esta actividad para dedicarse a la confección de mantones de Manila.
En estos talleres, las maestras reunían a un cierto número de «bordadoras a sueldo», y otras jovencísimas aprendices, que ensayaban sus primeras puntadas «en los mantoncitos pequeños de tambor». En estos espacios sólo trabajaban niñas y jóvenes solteras, «ya que el matrimonio suponía otras responsabilidades y, de seguir bordando, la bordadora casada ya lo tendría que hacer en su propio hogar».
Pasado y presente que esta semana ha recordado el municipio dentro de los actos de la Semana de la Mujer. La programación, or¬ganizada por el Ayuntamiento, en colaboración con la asociación de mujeres y el grupo de maestras bordadoras, busca homenajear el esfuerzo de estas mujeres emprendedoras, mostrando el esplendor de aquellos años y relanzándolo tras un periodo de cierta decadencia.
Para ello ayer domingo se celebró el Día del Mantón con una serie de actividades que congregaron a numerosos vecinos. Por la mañana las carrioneras, ataviadas con el clásico mantón, acudieron a la parroquia de San Martín para participar en una misa que se ofició por las antiguas bordadoras del pueblo que enseñaron el oficio a las pocas que en la actualidad lo cultivan, como Manuela Romero, Frasquita Mariscal, María José Naranjo, Gracita, Cami, Tere, Felisita, María Pepa o Flora Pérez, entre otras.
En esta primera convocatoria se aprovechó para reivindicar el bordado como «salida a la crisis» y «oportunidad» para que, pueblos como Carrión, apuesten por recuperarlo, en colaboración con entidades y administraciones públicas, a través de la puesta en marcha de escuelas taller y de la creación del anhelado Museo del Mantón Carrionero. Luego, al mediodía, tuvo lugar en la plaza de la Constitución el merecido homenaje a las bordadoras carrioneras mayores de 75 años, que fueron unas sesenta. Las agasajadas agradecieron el tributo y reivindicaron, una vez más, el valor de estas «obras únicas», «joyas que no hay que guardar, sino lucir cada vez más, sobre todo, las famosas en los actos y eventos sociales para volver a ponerla de moda».
Paralelamente a este día, se ha estado organizando en la Casa de la Cultura una exposición con un sinfín de piezas confeccionadas en la localidad, como mantones, cuadros, picos o juegos de sábanas, «en su mayoría de principios del siglo XX». Entre ellas se pudieron contemplar obras como los singulares mantones de abaniqueras de Manuela Romero, con dibujo inspirados en la pintura clásica. Así encontramos puntadas que reproducen escenas goyescas. Su autora, además de llevar 20 años bordando, es una apasionada por la pintura y hasta no hace mucho le daba a la paleta. Una visión que ahora aplica al bordado: «Me gusta pintar y lo hago con la seda y la aguja», relata de manera metafórica frente a la vitrina donde se muestra su mantón con cuatro escenas del genial Francisco de Goya. Pero no serán las únicas puntadas pictóricas. Prepara otro mantón inspirado en los famosos niños de la playa de Sorolla.
Sobre las horas que requiere la elaboración de estas prendas, Manuela no puede precisar un tiempo exacto, aunque sí son «muchos meses». Esfuerzo que luego tiene su recompensa en el juego de sedas que sobre un fondo negro, marfil y «ya de casi todos los colores que se quiera» se combinan de manera armónica sedas de colores. Con más de 50 años de experiencia, Manuela y otras bordadoras lanzan un SOS para que con ayuda de las administraciones y organismos no se pierda la tradición en este municipio aljarafeño al que arriban muchos en busca de las puntadas maestras de sus bordadoras. Ayer fue su día y el pueblo sacó de sus arcas sus mejores mantones para pasearlos con arte.
Fuente: http://elcorreoweb.es/ – Manuel J. Fernández