POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
En sus inicios se llamó “Regata de Piraguas”, tomando la salida en su tercera edición en Arriondas el jueves, día 28 de julio de 1932, con un desquite o “revancha amistosa” pisterior al inicio de septiembre.
Algunas veces se buscaba que coincidiese marea alta en la meta de Ribadesella y se elegía por ello el primer o segundo sábado de agosto.
Debo destacar que el primer Descenso después de la Guerra Civil, el VII, tuvo lugar el 11 de agosto de 1944, que era viernes y -al año siguiente- volvió a ser el día 11, ya en sábado.
No fue hasta el 9 de agosto de 1969 cuando se puso en práctica la norma reglamentaria recogida en acta según la cual se decía que “la regata se correrá el primer sábado de agosto siguiente al día 2”, y en ese XXXIV Descenso el primer sábado era día 2, por lo que pasó al segundo sábado, día 9. Así quedó establecido hasta hoy, aunque no siempre se cumplió el reglamento, pues en 1975 fue otra vez un 2 de agosto y, en 1992, fue el día 15 de ese mes para no coincidir con los Juegos Olímpicos de Barcelona, razón absolutamente justificada.
En 1945 la Sociedad Colombófila “La Parraguesa” efectuó una suelta de palomas en la meta de Ribadesella, sobre cuyo puente se agolpaban ya muchos selleros; de hecho -al año siguiente-“Buelta”, el enviado especial de La Nueva España, contó la asistencia de 285 coches, 23 autocares, 50 motos y unas 400 bicicletas. En 1947 surgió una polémica por dónde debía estar situada la meta, ya que los vecinos de Llovio querían que fuese en su localidad, con la disculpa de que allí se celebraba la romería posterior en los Campos de Oba y que el tren fluvial (que iba por su tercer año) tenía dificultades para llegar al puerto de Ribadesella. No lo consiguieron pese a la mucha publicidad distribuida por Asturias y, además, la prensa se puso de parte de Ribadesella, pues su puente era el lugar más apropiado como meta y se hizo una demostración de que el tren fluvial podía llegar sin problemas hasta la villa del Divino Argüelles. Decenas de miles de manteles de plástico se vendieron ese año debido a la fuerte lluvia y fueron convertidos en impermeables, a modo de ponchos.
En 1951 tuvo lugar el XV Descenso del Sella y pasó a la historia de la fiesta como el primero de rango internacional, ya que participaron Portugal, Francia, Italia y Bélgica, ganando Arturo Castro y Ramón Prieto, de Gijón, con su piragua “Orbayu”.
En 1953 Dionisio de la Huerta dio a conocer los que llamó “Principios fundamentales del Reglamento de Las Piraguas”, apuntando que el Descenso era una prueba absolutamente amateur desligada de todo afán de lucro. Así estableció que no habría premios en metálico, ni propaganda comercial, sólo se admitirían remeros aficionados y solicitaba que acudiesen todos con collares de flores y montera picona (hasta diez años después no se añadió el chaleco al “uniforme reglamentario”) y aseguraba que Asturias era -después de Canarias- la provincia española más abundante en flores, de modo que su intención era convertir el Descenso en un vergel, en una romería ambulante que acompañase a los participantes a lo largo del recorrido, pues para eso había creado la Feria del Folklore y de lo Típico Asturiano, que en ese año celebraba su segunda edición.
Las piraguas tenían nombre propio y, en 1953, las favoritas eran “Ruxidora”, de Villaviciosa, con Antonio y Jaime Fdez. y “Sta. Marina”, de Ribadesella, con Chus Villar. Los hermanos Cuesta (Antonio y Maximino) competían con su piragua de nombre “Omedina” y ganaron la edición XVIII al año siguiente, al igual que Antonio y Leandro Cuesta ya habían ganado en 1949 el XII Descenso. “Sin prisa” era el nombre de la embarcación de Antonio y Luciano Peruyero, de Arriondas; como “El Bígaru”, de los parragueses José Luis (Pepito) Fondón y Juan Peruyero, con el dorsal 64, que partieron del puesto número 2. De la margen izquierda del río salieron ese año 22 piraguas y de la derecha, 23. Otra piragua -de nombre “Arriondas”- era la de Pepe Martínez y Fausto A. Dory. Otros nombres: “La Guaxa”, “Caimán”, “Italia”, “Solitario”, “Polesina”, “Monstruito”, “Folgazana”o “Corri-corri”. “Esperainos” era la de Lolo Sánchez y Antonio Rodríguez, la única inscrita de Infiesto, pero no se presentó en el momento de la salida.
Era el XVII Descenso y la ganadora fue Bélgica. Como es sabido, las ideas del tren fluvial y de los collares de flores las importó Dionisio de India, ese gran país al que -como Secretario de la Federación Española de Tenis que fue durante 25 años- acudió con el equipo español de esta disciplina deportiva. La participación de un equipo de Cuba fue la sensación de 1955.
Como el público no podía ver bien desde la orilla los nombres de las piraguas Dionisio cambiaba los colores de las mismas a medida que el Descenso crecía. Como recuerda Carlos Tejo Pérez, en el año 1945 adjudicó el color rojo para Ribadesella, azul para Arriondas, blanco para Infiesto, amarillo para Villamayor y verde para Gijón. Piraguas y remos debían llevar esos colores. En 1947 hizo cambios y el amarillo fue para Madrid, rojo y blanco para Santander y negro y rojo para Bilbao. En el acta de 1954 quedaron definitiva y oficialmente adjudicados de la siguiente manera y por este orden: Rojo para todos los equipos asturianos; amarillo para el vencedor absoluto del año anterior; verde para el campeón por equipos del año anterior (equipo español –o nación extranjera-); blanco para todos los equipos extranjeros y azul para todos los equipos nacionales no asturianos. Buscando un efecto estético, las franjas de la bandera oficial del Descenso fueron distribuidas de arriba abajo por este orden: rojo, amarillo, verde, blanco y azul.
Las banderas y logotipos que se utilizan en la actualidad utilizan estos colores en otro orden, a saber: rojo, azul, blanco, verde y amarillo (la colocación de la franja horizontal blanca en el centro de la bandera hay que reconocer que la “equilibra” estéticamente y le da sensación de simetría cromática). El sorteo para el orden de salida se efectuaba hasta diez días antes en el Tenis Club de Infiesto, como Sociedad Deportiva organizadora de la prueba.
Son las hemerotecas las que nos sirven en cada mes de agosto para recopilar buena parte de este anecdotario que -por elemental cuestión de espacio- aquí recogemos muy resumido.
En este caso concreto, “buceando” en el legado del ya fallecido y gran entusiasta de esta fiesta Raúl Prado, cuya familia cedió a la villa de Arriondas -entre otra documentación- varios álbumes que recogen numerosísima información escrita y fotográfica sobre el Descenso del Sella.
Y llegaron las bodas de plata de la Fiesta de las Piraguas. Era el año en el que -desde 1950- se había dicho que “encajarían” el XIII Descenso que en su momento no se celebró por razones de superstición, ya que pensaban que ese número restaría afluencia de público. Corría el año 1961 y se vio que era difícil de explicar semejante idea, de modo que se celebró la XXV edición lo mejor que se pudo. El tren fluvial llegó a Arriondas con 20 vagones, los máximos que estaban permitidos por las normativas y reglamentos de los ferrocarriles. Gran día de sol y Dionisio dejó para ese día la presentación de las “novias” del Sella. Eran algo así como reinas, pero más sencillas, más asturianas, más cercanas. Llevaban bandas cruzadas sobre el pecho con el nombre de la región, el club, la sociedad o el país al que representaban. Nada de carrozas para ellas, sino que iban a hombros de jóvenes o en el centro de corros en los que se bailaba; algunas veces iban al frente de su equipo de palistas.
En 1962 el Club “Los Rápidos” de Arriondas ya era importante a pesar de haber nacido sólo un año antes. Formado por muchachos de quince a veinte años contaba con doce embarcaciones y veinte afiliados. Consiguieron seis trofeos de los trece que se disputaban y -como contaba el antes citado Raúl Prado, director técnico del equipo- al Club se le presumía un futuro prometedor. No se equivocó y -cincuenta y cinco años después- sus éxitos son innumerables.
Juan Manuel Feliz (ahora al frente del CODIS) con su piragua “El Portazgo”, Emilio Llamedo con la suya de nombre “La Rápida”, Carlos Poo, Ángel Cepa, Manolo Pendás, Tobis Blanco, Ángel Muñiz o Miguel Ángel Blanco ya se mencionan como importantes miembros del club desde su puesta en marcha. Pagaban una cuota anual, bastante elevada; se les negó una subvención municipal en aquellos inicios; algunos asistieron a cursillos y se hicieron preparadores nacionales. Emilio Llamedo se había proclamado ya campeón individual de España.
Las mujeres formaron y forman parte de esta fiesta desde sus inicios, pero su participación en la prueba deportiva era otro tema.
La clasificación en el apartado de “damas” -con meta en Toraño- no fue una realidad hasta el inicio de la década de los años 60; un ejemplo es que en 1963 participaron 116 piraguas y “una sola señorita” (decía el desaparecido diario Región), aunque en las hemerotecas aparecen ya en 1961. Un periódico afirmaba por error que las primeras participantes femeninas y pioneras habían sido ocho chicas de Irlanda y España el 9 de agosto de 1969.
El Club Vallehermoso de Madrid envió a tres chicas y dos chicos a la prueba. Para la prensa de aquellos años y para el público resultaba ser una noticia casi anecdótica. Once piraguas tripuladas por féminas se clasificaron ya en 1975. La meta estaba en Toraño (para las que llamaban “categorías inferiores”), pues no se pasó al puente de San Román, en Llovio, hasta la época de Emilio Llamedo como presidente.
Siempre hay excepciones, porque en 1933 Dionisio de la Huerta Casagrán bajó el Sella con Marta Junquera y -al año siguiente- con “Chona” Durán, hermana del ganador de 1932. Utilizaron la piragua K2 de nombre “Macedonia”. La gijonesa Teresa Cerra también bajó el Sella por aquellos años formando pareja con Javier García Lomas. Tres mujeres anticipadas a su época, deportistas en tiempos difíciles para ellas que, además, practicaban natación, tenis y esquí.