POR D. JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA, CRONISTA OFICIAL DE BEDMAR Y GARCIEZ (JAÉN).
Dª. María del Socorro Mármol Bris, escritora bedmarense, recibió el día 10/X/2024 el Premio del IV Concurso Internacional de Poesía “DIARIO JAÉN” por su obra: “Habitantes del Páramo”.
La escritora bedmarense, Dª. María del Socorro Mármol Bris recibió el Premio del IV Concurso Internacional de Poesía “DIARIO JAÉN” por su obra: “Habitantes del Páramo” Se trata de un premio creado por el DIARIO JAÉN con el objetivo de apoyar la creación literaria y la importancia de la cultura como motor de la sociedad. En el mismo se ha valorado la calidad literaria, la innovación en la técnica (narrativa) poética y contenidos que reflejen la riqueza y armonía del binomio global-local en la literatura. En el acto estuvo presente el Presidente de la Excma. Diputación Provincial de Jaén, D. Francisco Reyes Martínez, quien aprovecho para darle el premio y de camino la enhorabuena y agradecimiento por los años que lleva trabajando por la cultura de nuestro municipio y de la Comarca de Mágina. ¡Enhorabuena Socorro, un premio más que merecido! En los días previos al acto de la entrega del Premio recibimos la Invitación, al tiempo que en el Diario Jaén, se anunciaba dicha celebración, al tiempo que con la ayuda inestimable de D. Luis Alberto Alcalá Martos, podemos traer a estas páginas las palabras de la poetisa bedmarense en tan gran acto, dándonos una vez más muestras de su gran calidad literaria.
ALGUNAS PALABRAS PARA LA RECOGIDA DEL IV PREMIO DE POESÍA DIARIO JAÉN – 2024
Por Dª. María del Socorro Mármol Bris.
SALUDO A…:
- A vosotros, autoridades, que honráis con vuestra presencia a quienes no acariciamos ya otro oficio que no sea el de ESCRIBIR. Nada más y nada menos que el oficio de escribir.
O Diputación o Ediles o Maestros y profesores de cada oficio o Gente. Buenas gentes.
- A entidades y siglas, que con vuestro espíritu, coraje y patrocinio hacéis hoy posible esta fiesta de la palabra o Al Diario JAÉN de entonces, tan rural, tan auténtico, tan JAÉN. En cuyos archivos de hace mucho, mucho tiempo sé que se guardan noticias de mis primeros pasos por estas tierras como maestra recién estrenada y hacedora de eventos que ya entonces se hicieron publicables, y que a Cristina Vico le ha sugerido ponerme mote: “lianta”.
O Al Diario JAÉN de ahora, tan rural, tan auténtico, tan JAÉN. Entre cuyos muros y firmas encuentro ahora nombres que me redimen de las inevitables soledades de quien ha vivido ya demasiado. Y que de manera tan generosa me invita, mes a mes, a sentarme a su mesa en la tercera página de algún domingo. O La CajaSol: tan presente a la hora de arrimar el hombro.
- A mi familia biológica: representada hoy por mi hermana May, por mi primo José, por mi sobrino Víctor…
- A mi familia de adopción: que siento como de mí misma sangre, porque sangramos por la herida de ser buenos.
O A mi hermano de ilusiones, emociones y fatigas, Paco Hidalgo Mena, que un día fue mi jefe en la Fundación de la UNED, y en la Universidad Jaime I de Castellón, cuando allá por los primeros años de este siglo nos enamoramos de la idea de LA MEDIACIÓN como eje de sabiduría y exteriorización del talento de la convivencia, y fuimos formadores de las primeras hornadas de Mediadores de este país.
O A Cristóbal Triguero Martínez, casi-hijo, el tabernero como a él le gusta presentarse, que se vino de Bedmar dejando a sus espaldas todo un proyecto de vida para que su mujer, Encarni López, y sus hijos, Cristóbal y Laura, tuvieran nuevos y más anchos horizontes.
O A mis hijas putativas: Toñi, Cristina y Anamari, tres mujeres de nuestra Sierra Mágina, alcaldesas pedáneas dos de ellas, y alma del desarrollo rural de Sierra Mágina −Cristina− que convierten en mágica la tierra que pisan.
O A mis amigos del alma, Eliseo Sánchez y su mujer, Paloma, que han hecho cientos de kilómetros para estar aquí hoy, y con los que tantos kilómetros he hecho desde 1975, año en el que la vida nos regaló el encuentro.
O A las mujeres tejedoras de Sierra Mágina, que me mantienen viva con su coraje porque mantienen viva nuestra comarca sin otras armas que una aguja de ganchillo, unos hilos de colores y tiempo… mucho tiempo
O A nuestros compañeros, los hombres de talento y buena voluntad que han entendido que sin ellos no…
O A mi amigo especial, Luís Alberto, que siempre me acompaña
O A quienes se fueron, pero siguen y están aquí hoy, porque los pensamos y los recordamos. Y hasta los/les escribimos.
O A……
A todos los que estáis AHÍ −en la sala−, ALLÁ, −en algún lugar−, y AQUÍ, en mi corazón, aunque me sea imposible nombraros a cada cual.
Pero, ya que estamos reunidos, dejadme ahora contaros cómo me sentí (desde que tengo conciencia de poder sentir) y cómo me siento hoy aquí, entre vosotras y vosotros.
Sobre todo, me sentí y me siento agradecida. Muy agradecida.
Os revelaré por qué ME SENTÍ AGRADECIDA por entonces:
- Porque me enseñaron a leer cuando leer era un privilegio.
- Porque me empujaron a leer cuando se me acababan las ganas de leer.
- Porque en nuestra casa siempre hubo libros que leer, y eso fue también un privilegio.
- Porque, cuando murió mi padre, y el dinero de la casa había que empeñarlo en otros menesteres, mi madre nos permitió cambiar en la tienda de los Gázquez algunos libros de él, coyunturalmente inservibles para nosotras, por tebeos y cuentos con los que iniciarnos y conservarnos en la gloria de la lectura.
- Porque eso supuso seguir leyendo hasta hoy.
Os diré por qué me siento ahora igualmente agradecida
- Porque, gracias a aquellos tiempos, ahora soy yo quien escribo casi compulsivamente.
- Porque ahora sois vosotros quienes me leéis, convirtiéndome en inmortal.
- Y porque estoy aquí, leyendo en vuestros ojos mensajes de compañía
Además, ya que estamos echando este ratico, quiero compartir un retazo de nostalgia sobre lo que de verdad me hubiera gustado de haber podido elegir: me hubiera gustado recibir este premio con 12, 14 años. Ser reconocida desde entonces y convertirme en una promesa por la que apostar, en lugar de ser lo que soy ahora: una obra por archivar.
Pero dejemos las nostalgias y celebremos lo que hay, aunque sea en el recuerdo.
Permitidme que, a mi manera, me entretenga en tener un recuerdo para unas figuras que todos tenemos o tuvimos en nuestras vidas:
La de nuestra madre.
La de nuestro padre.
Y ya que estamos en tarde de poemas, esto de recordar lo haré como es mi costumbre. A mi estilo. Desde dos poemas con los que los recuerdo a ellos, al padre, a la madre, al mismo tiempo que os invito a vosotros a recordar a los vuestros:
ASÍ FUE MADRE
Como pluma de gorrión:
así fue Madre.
Un poco gris; un poco despeinada.
Ingrávida y liviana,
con esa levedad de la ternura
que tienen en su piel algunos viejos
y en sus plumas todos los gorriones.
Recortada en sus bordes un poco desdentados;
recogida en sí misma.
Descolorida y pálida
como el tallo del trigo por agosto
transparente a la luz del medio día.
Sujetándose al eje de un amor infinito
que recorría su centro
y era su propia esencia.
Sostén de nuestras horas;
extraña fortaleza
instalada en un cuerpo diminuto y doblado
desde que floreciera
en los fecundos brotes de la vida
hasta que fue muriéndose,
perdida en soledades alargadas,
debajo de los chopos
que bebían de su acequia.
Pausada, entre murmullos apenas percibidos,
atravesando el aire de nuestra antigua casa,
desplazándose en vano
hacia inciertos destinos
que la tullían de miedo.
¡Cayéndose de vieja
sobre las hojas secas de un prematuro otoño
camino de su invierno solitario!
Arrebatada hebra de seda consumida
atando, mansamente,
la carrera del tiempo.
Arrancada a la fuerza
de las cálidas alas
de una vida preñada y provechosa,
en la que fue, en silencio,
holgado nido de mullido fondo,
y arrojada al espacio de un dolor miserable.
Como pluma de gorrión:
así fue Madre.
De mi padre recuerdo aquel día 1 de febrero de 1959, de cuya muerte también se guarda reseña en los archivos del DIARIO JAÉN según me descubrió mi cordial y siempre deslumbrante MANUELA ROSA.
NOS VISTIERON DE NEGRO UNA MAÑANA
(Del POEMARIO de 2014 <RECUERDO QUE UNA TARDE>)
Recuerdo que a mis ojos
alguien le pintó sombras,
tal vez de haber llorado porque todos lloraban,
o quizá
porque no estaba bien
ir enseñando pátinas de roja adolescencia
allí donde los duelos.
Recuerdo las cocinas de donde las matanzas:
Las mujeres más viejas,
las más amaestradas a estar tristes
se pasaron la noche
dándole de comer a los calderos
alimentando el agua con pastillas oscuras
que sacaban con dedos hechos a teñir lutos
de unas cajas pintadas con una niña rubia
que acarreaba cintas de colores
donde podía leer “Tintes Iberia”.
Antes de amanecer
las mujeres más viejas,
las más amaestradas a estar tristes
habían dado de mano:
solo el blancor de cal de las paredes
y la frivolidad de algunas flores
dispensadas de hilar en blanco y negro su propia penitencia
(Y es que nadie sabe de teñir flores).
Un color de color de velatorio consagró los rosarios y los rezos.
Y otro color insomne:
el color vacilante de las velas velándole aquel sueño eterno.
La casa fue negrura uniformada.
(Salvo en la desdichada cal de las paredes)
Entonces
las mujeres más viejas,
las más aleccionadas a estar tristes,
guardaron delantales y mandiles,
sacaron de las arcas los hedores
acurrucados siempre y al acecho,
doblados en su cuna de mantones hartos de naftalina
y se pusieron todas, reverentes,
como una inquisición venida a menos,
a la nueva tarea.
¡Me daban tanta pena!
Tantos ojos ajenos, disfrazados
de un dolor de prestado y desteñido,
jaleado en sí mismo
pegadizo, de llanto obligatorio
irreal como todo lo hipotético…
¡Y aquel desperdigarse de sollozos!
¡Me daba tanta pena
ver llorar a tantos ojos juntos
sin nadie que dijera
“anda, nena, no llores por tu padre”!
¡Me daba tanta pena
que mujeres tan viejas
y tan bien enseñadas en lo triste
tuvieran que llorarle a un muerto ajeno…!
La pena por mi muerto fue más tarde
y anidó por los siglos de los siglos
irredenta debajo de mis ojos
allí donde aquel día alguien pinto
aquel luto genuino
que no era todavía mi propio luto eterno.
Hubo también un hombre de mi vida −compañero del alma, compañero, que diría Miguel Hernández−, al que tengo muchos poemas dedicados en un poemario concreto: DOLIENDAS, de donde extraigo uno al azar:
HABLÁBAMOS DE IRNOS
Algunas tardes hablábamos de irnos.
Entonces nos quedábamos
sentados, en silencio
sin mirarnos apenas,
absortos en el riesgo de la nada,
con el último libro
abierto por la página no escrita
de las intimidades insonoras.
Con las manos buscando inmediaciones,
con la resignación apadrinada
como una pobre huérfana traslúcida.
Con nuestro tiempo caligrafiado
con borrones de tinta de todos los colores.
Supimos de la prisa y del sosiego,
de amordazado amor,
de torpes indolencias,
de aquel aprendizaje de mutismos
en los que aprisionábamos la ira.
De un largo recorrido sin rencores
y un mínimo rencor en duermevela.
Nos contamos
tantas, tantas historias
de nuestro tiempo incógnito
que ya…
ya no necesitábamos palabras
para entender el mito de silencios
larguísimos
con los que bordeábamos
el círculo de un tiempo fatigado.
Algunas tardes hablábamos de irnos.
De lo que nunca hablamos
fue de la soledad del que se queda.
De la desolación
de haberlo dicho todo.
GavYola en CasaChina. En un 30 de Diciembre de 2012 (177/2024)
FUENTE : CRONISTAJ.M.V.