POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
No es lo mismo dar una vuelta, que dar la vuelta. Ni tampoco es lo mismo que recibir la vuelta. En este último caso se entiende como el acto de devolvernos el dinero sobrante de una compra, aunque hoy en día, con eso de los céntimos del euro se redondea y no hay vueltas que valga. En el segundo de los casos, para mí dar la vuelta es como sinónimo de doblez, ardid que muchos utilizan con sus actos para dar a entender todo lo contrario a lo que realmente está acaeciendo. Esto viene a ser lo mismo que dar la vuelta a la tortilla, fuera del argot culinario, con lo que se nos quiere presentar lo que estamos viendo y que no llegamos a comprender, de forma antitética, diciéndonos que todo es bueno y beneficioso, cuando es nefasto. De esto saben muchos los que se dedican a la política, que sin creérselo ellos mismos nos quieren convencer de la situación, mereciendo que se les diga aquella frase de la mundología caralampiana «no defiendas lo indefendible, que eso es privilegio de las madres», y punto.
Pero, en el primer caso, dar una vuelta, puede ser como un corto paseo. Sin embargo, de grandes vueltas y largos paseos ha estado la historia plagada, y no nos referimos a las deportivas del velocípedo, que tiene sus representaciones en el Tour francés, en el Giro italiano y en la Vuelta española, con legendarios ciclistas, como nuestro paisano Bernardo Ruiz `El Pipa´, que nos hizo disfrutar en nuestros años de niños, cuando por radio escuchábamos sus proezas, alcanzado el podio. Grandes vueltas como aquella al mundo dada por el británico y flemático Phileas Fogg, en compañía de su sirviente Jean Passepartout, o `Picaporte´ en castellano. Vuelta al mundo en ochenta días, en la imaginación del francés Julio Verne, novela que dio a la luz, primero en fascículos en 1872 y después publicada completa al año siguiente. Novela llevada al cine en dos ocasiones, la primera en 1956, teniendo como protagonistas a David Niven y a Mario Moreno `Cantinflas´, alcanzando cinco Óscar, a pesar de presentar una España de pandereta anacrónica y en ambiente mexicano. La segunda, de 2004, interpretada por Steve Coogan y Jackie Chan, y que pasó sin pena ni gloria. Y, entre ambas, la serie de dibujos animados de 26 capítulos producida por la BRB Internacional, titulada `La vuelta al mundo de Willy Fog´, emitida en televisión en 1983. Pero, dando más vueltas; `La vuelta al mundo de un novelista´, a bordo del crucero Franconia de la Compañía Cunard en la década de los veinte, narrada espléndidamente por el novelista valenciano Vicente Blasco Ibáñez, o la vuelta al mundo del vasco, Juan Sebastián Elcano, al que en su tierra natal se le rinde culto a través de varios monumentos, como el que le recuerda en mármol blanco obra de Ricardo Bellver, de 1888, o el de bronce de Antonio Palao de 1861, o el que se elevó con motivo del cuarto centenario de su aventura, obra de los arquitectos Azpiroz y Aguirre y del escultor Victorio Macho, y en el que aparecen los 17 nombres de aquellos que con él sobrevivieron y arribaron en la nao `Victoria´ a Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522. Recuerdo, también se le rinde en una lápida en el suelo, erigida a instancias del caballero de la Orden de Calatrava Pedro de Echave, a la entrada de la iglesia parroquial gótica de San Salvador, monumento nacional desde 1859.
Vueltas y más vueltas, pero, la nuestra es más bien corta, simplemente un paseo que cruza los dos puentes (Levante y Poniente) existentes durante muchos años en nuestra ciudad, y que cambiaban de denominación de viejo a nuevo, según el momento en que se volvían a construir. Así, hemos conocido el de Poniente como nuevo al ser fabricado a mitad de los años cincuenta, hasta que en los setenta al derribarse el de Levante, cargándose materialmente `el macho´, al ser construido pasó a ser entonces el Puente Nuevo, desde abril de 1973. Luego vendrán pasarelas y el Puente del Rey, pero éstos están fuera de los que siempre hemos conocido en Orihuela como `la vuelta a los puentes´, que era el paseo obligado, junto con el primer andén de la Avenida de Teodomiro (el segundo estaba mal visto, y quedaba para parejas), para los jóvenes de mi época, y en la que una, otra y otra vez, nos cruzábamos y saludábamos reiteradamente.
Son muchas las anécdotas que han vivido los puentes de Orihuela en nuestra historia, pero, de ellas vamos a detenernos en una que sufrió el Puente de Levante, el cual desde junio de 1934, según `El Día´ de Alicante del 4 de dicho mes, no estaba permitido el tránsito por el mismo ni por el de Poniente, a vehículos de más de 1.000 kilos de carga. Siempre habíamos oído contar a nuestros mayores que por dicho motivo al haber sido dado por falso, al circular los autobuses, los viajeros descendían de él y andando cruzaban el puente, a la misma vez que hacía lo propio el autobús. ¡Cómo si el peso no fuera el mismo! Aquél año, los falleros de la Comisión de los Hostales se superó, presentando una falla original de Lucio Sarabia, en la que se veía a los pasajeros del autobús de la línea Murcia-Alicante, matrícula MU-6348, cruzando dicho puente y llevando sobre sus hombros el vehículo, mientras que un guardia perplejo observaba la escena. Esta misma escena fue motivo de la portada de la revista `Oleza´, con motivo de la Feria y Fiestas de Orihuela, en agosto de 1969, siendo su autor el pintor y dibujante Alfonso Ortuño. En esta ocasión el autobús pertenecía a Europa Bus, desaparecía el guardia y surgía un francés que fotografiaba a una turista, mientras que un individuo de raza canina correteaba por la calzada.
Estas son cosas de los puentes oriolanos, por los que se daba y se sigue dando una vuelta, y esperamos que sea por muchos años.
Fuente: http://www.laverdad.es/