POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE VILLA Y TIERRA DE FUENTIDUEÑA (SEGOVIA)
No corren buenos tiempos para nuestros representantes en las distintas administraciones que componen el amplio repertorio político del Estado, y sobre todo para los que pertenecen a la administración local.
Las últimas «pilladas» en las que se han visto involucrados algunos alcaldes y concejales de varios municipios madrileños en la Operación Púnica, nos han llevado a plantearnos a muchos de sus electores (y representados) que es muy posible que estas corruptelas y felonías tan sólo sean la punta de un enorme iceberg de escándalos y desenfrenos financieros cimentado en la inmoralidad y la laxa deontología de esta caterva de desleales y desalmados gestores de lo público.
Un día tras otro, y sin discriminación de territorios ni de siglas (en su inmensa mayoría del Partido Popular, lógicamente, porque a él pertenecen la mayor parte de los políticos tras los resultados de las últimas elecciones locales, autonómicas y generales), las tramas de corrupción van brotando como las setas en otoño, hasta el punto de irse solapando entre sí e inundando y desbordando los juzgados con la consiguiente ralentización de la justicia, que acaba aplicándose en ocasiones tarde, mal o nunca por llegar a prescribir algunos de los delitos.
Con este panorama la credibilidad de alcaldes y concejales cada día está más en entredicho, y si bien deberían de ser los políticos más y mejor considerados dada su proximidad y cercanía a los electores, y ser los que tienen el mejor conocimiento de sus problemas por tanto, este hecho se les vuelve en su contra cuando se les relaciona con cualquier tipo de irregularidad o ilegalidad, y todos queremos que caiga sobre ellos el peso de la Justicia con todas sus consecuencias, y no sólo la de dar con sus huesos en prisión como viles delincuentes y por el tiempo máximo de la condena que se les imponga, sino también con el embargo de todos los bienes y caudales rapiñados y su consiguiente devolución a las arcas públicas. Aunque los tengan que traer de los más alejados paraísos fiscales.
Alguno pensará, llegados a este punto, que mi intención con este escrito es desacreditar y poner en solfa a todos los políticos de la administración local. Pues nada más lejos de la realidad. Lo que pretendo con él, al contrario, es que se extirpe de ella a todos los corruptos, y resaltar la gran labor que desempeñan en su inmensa mayoría tantos y tantos alcaldes y concejales de forma casi siempre desinteresada en municipios cada vez más dejados de la mano de Dios y de la de los políticos de los que ahora algunos llaman «de casta». Alcaldes y concejales que no sólo no cobran por el desempeño de sus funciones sino que además, en ocasiones, tienen que poner de sus bolsillos los llamados gastos de representación o los generados para acercarse a las capitales a realizar gestiones propias de sus cargos, o ceder parte de su tiempo para velar por el bien común y por la continuidad y operatividad de sus pueblos. Léase ejercer de forma desinteresada de fontaneros, electricistas, albañiles y otros oficios similares. Y de estos hay muchos, porque los conozco personalmente, en nuestra provincia. Lo triste es que ellos no son noticia ni acaparan grandes titulares en los periódicos, pasando su labor casi siempre de forma inadvertida y anónima.
Vaya desde aquí, pues, mi reconocimiento para todos estos ciudadanos de bien a los que, aunque no ponga nombre, seguramente todos tenemos en mente.
Fuente: http://www.eladelantado.com/