POR JOSÉ SALVADOR MURGUI. CRONISTA OFICIAL DE CASINOS (VALENCIA)
Un 12 de abril de 1995, miércoles santo, llegue a Sevilla por primera vez para ver la Semana Santa, esa famosa fiesta en el mundo, pero desconocida si no penetras en la entraña de la misma. Aquel año descubrí ese fenómeno universal, viviéndolo de jueves a sábado, regresando el domingo para celebrar la Pascua en mi pueblo y con los míos.
Creo que aquel año, no me llevé ni una triste cámara de fotos, mi mente grabó en el alma, algo grande, algo que prometí volver a ver, porque los ojos que contemplaron aquel fenómeno quedaron tan seducidos como embrujados para poderlo repetir.
Desde 1996 hasta el 2007, fui muchas veces a Sevilla por motivos de trabajo, pero no pude volver en las fechas que me dictaba el corazón… tenía responsabilidades en mi tierra, en mi pueblo. La carretera pasaba por el centro de Casinos, la Torreseca se llenaba de tiendas de campaña, tenía que atender otra Semana Santa y Pascua, ante un pueblo que en aquel momento depositó la confianza en mi persona para ser su Alcalde y servidor, tarea que ejercí con ilusión y entrega.
Los años pasan y pronto asomaban los últimos de la década del 2010, años muy buenos para volver a empezar. Volví el domingo de ramos a Sevilla, disfrutando de la fiesta y conociéndola de cerca. Es muy fácil encontrar en las calles de Sevilla, personas que llevan el folio de la prensa en la mano, o el librito de «El Manigueta», o «El Nazareno», por citar algunos, para saber a qué hora tienes que estar en el lugar adecuado. Es una liturgia característica para ver el oro, la plata, la caoba o las flores que presentan cada paso y hermandad.
Son muchos pasos todos los días, muchas horas las que las personas se concentran en diferentes lugares de la ciudad. Cada año, descubres puntos diferentes, tan explosivos, como inspiradores, tan luminosos, como meditativos, y tan profundos, como conmovedores. Es en realidad una experiencia. Hoy es jueves santo, el día grande, el día de la fiesta, el día de las grandes colas, para visitar las dos Esperanzas que recorren Sevilla en su Madrugá, la noche mágica; hoy es el día de las mujeres vestidas de negro y tocada su cabeza con la teja y mantilla española; hoy al igual que el domingo de ramos, los hombres, los jóvenes, sacan sus trajes de chaqueta, sus corbatas tan oscuras como variopintas; hoy es el día que el Silencio, se envuelve junto al Gran Poder y al Calvario, las músicas mecen el paso de las Esperanzas Triana y Macarena, junto al andar señorial del Señor de la Salud, del Señor de los Gitanos.
Sería muy largo reseñar los pasos de cada día, es cosa de un gran Pregón, y ya pasó ese momento. Hoy al escribir estas letras, quiero transmitir ese sentimiento pacifico expresando que la Semana Santa 2020, ya se acaba. Con el mediodía del viernes día diez de abril, queda cerrado un capítulo ilusionante que empieza cada sábado santo cuando marcho de Sevilla, porque en ese momento nace la ilusión por la nueva Semana Santa del año próximo.
En uno de esos domingos de ramos, sentado en la acera del Puente de Triana, con pocas luces encendidas, estaba esperando que llegara la Estrella, uno de los grandes pasos del domingo. A mi lado se sentaron unos jóvenes; en Sevilla es cosa fácil hacer amigos, la simpatía de sus hombres y mujeres hacen la conversación tan fácil como agradable. Es costumbre mientras se espera el paso, para matar el tiempo, es comer pipas… aquellos jóvenes, sin conocerlos, me invitaron a pipas, a algún cigarrillo (yo no sé fumar), y nos dimos conversación. Hablando con ellos, vi que eran grandes conocedores de la Semana Santa Sevilla, ya eran casi las dos de la madrugada, y les pedí por favor que si no les importaba, que al día siguiente me permitieran acompañarles en su peregrinaje en el recorrido del lunes santo, ya que hasta el miércoles, no llegaba mi familia.
«¡Espérese, que ahora llegan dos ‘capillitas’ que saben más que nosotros«. Al momento vi aparecer a otros dos chicos, con su traje y corbata, uno de ellos muy gracioso, que gustosamente me saludaron, y ya quedamos para el día siguiente a las dos de la tarde en la calle Tetuán, para tomar algo y disfrutar del lunes.
«– ¿Dónde nos vemos?» La respuesta fue:»-La parte de la calle Tetuán, que hace esquina y siempre huele a boquerones en adobo«. Efectivamente allí nos encontramos donde la cerveza y la tapa es a buen precio y no solo pudimos ver las procesiones, sino que empezó una verdadera amistad que nos reúne en Sevilla, en Casinos, o en Valencia.
En las largas horas de espera, muchas noches sustituimos las pipas por Peladillas de Casinos, hemos probado el vino con los turrones, hemos estado horas y horas recorriendo Sevilla y disfrutando de cada paso. Con ellos, descubrí el saludo ante la Iglesia de Gitanos, de Jesús Cautivo y Rescatado, el del Polígono San Pablo; con ellos he visto amanecer los viernes santos, acompañando a Macarena o Triana, saliendo de la Catedral o en el Arco del Postigo.
He visto parar el Gran Poder delante de nosotros, mientras su sombra se reflejaba en la blanca pared de enfrente y los costaleros lo levantaban a pulso; hemos estado a la puerta de Gitanos, esperando hasta las 2,30 para ver salir al Señor de la Salud, mientras su Agrupación musical interpretaba «La Saeta» de J.M. Serrat, y el Señor con su señorial andar, cargado con su cruz, caminaba hacia la puerta del Osario. Hemos pasado horas en la Plaza de la Magdalena, viendo salir al Calvario, mientras llegaba el Santísimo Cristo de las tres caídas y la Esperanza de Triana, a la luz de una Luna llena y una estrella fugaz que despedía la noche más gloriosa de la Semana Santa; hemos esperado a la puerta del Silencio, para ver cómo se recogía aquella ejemplar hermandad.
Vimos amanecer era en la Plaza del Duque, esperando a Antonio (Rebujito) que vestido de Nazareno, desfilaba en su hermandad, Gitanos, que nos daba estampas y medallas que aún conservo; de ahí hemos marchado a la calle Parra, o a la calle Feria, a ver cómo llega el Señor de la Sentencia, los Armaos de la Macarena y la misma Esperanza de este nombre. Así, un año y otro año, esperando el 2020, el año de los mensajes, de las lágrimas calladas, de los recuerdos escritos a media noche. Hace un momento, Manu Torres, me decía,»¡Tito, vente a la Lansada, que te estoy guardando sitio!» a lo que yo le he respondido,»-Ya voy, que la Cruz de guía, ya pasó la Plaza del Salvador…«.
Hoy día grande de Sevilla, día grande de silencio, día grande de esperanza, por vosotros, mi familia de Sevilla, por Rubén, Er Juanjo, Dani, Torres, Alberto, Jesús, Sergio, los Alejandros, Adrián, Vilches, Ángel y Manuel, Fred, Aroa, María, Anabel, Laura, Ana, Andrea… perdonad pero me traiciona la mente… por esa gente querida de Camas, escribo estas letras, porque jamás han estado tan cerca dos pueblos que los separan tantos kilómetros.
Si el año que viene tenemos salud el sábado de Dolor, veremos en Camas el paso de La Humillación, y cuando acaba la estación de penitencia, nos encontraremos todos en la Cervecería de Camas «El Cabrera», donde tantas veces nos hemos reunido para brindar por el fin de esta pesadilla que nos envuelve, eso sí, de postre PELADILLAS Y TURRONES DE CASINOS.
¡Palabra de honor!