POR MANUEL DE LA PEÑA RODRÍGUEZ-MARTÍN – CRONISTA OFICIAL DE GETAFE – MIEMBRO FUNDADOR DEL IEHSM “JIMÉNEZ DE GREGORIO”
Con motivo de la conversión del Patronato del Hospital de San José en una sección dependiente del Gobierno Político Central (S. XIX), se revisa toda su organización económico-administrativa. Se recuperan tierras y fincas “olvidadas”, deudas que no se cobraban, fundaciones que no rendían cuentas… El caso que viene a cuento es que el hospital de San José, al recuperar una organización eficiente y cobrar puntualmente todas sus rentas, logra de nuevo su capacidad con un total de siete camas más una para casos graves de cirugía (1848), restaura la silla de traslado de enfermos, renueva la cristalería de ventanas, consolida el edificio (1849) y renueva el aspecto de la capilla muy deteriorada por las últimas epidemias sufridas.
Entre sus actividades el Patronato subastaba el suministro de específicos y sanguijuelas por los facultativos y sanguijueleros locales. Don Félix Francisco Lisbona era un licenciado en Farmacia que estableció su oficina en Getafe en el año 1832. Este facultativo, como pudo, fue haciéndose clientela entre los vecinos del pueblo, sin conocer este cronista la bondad de su negocio.
Nuestro farmacéutico, perplejo, asistía como convidado de piedra a un banquete en donde los «profesionales medico-quirúrgicos», «sangradores» y «sanguijueleros», alternaban su cometido logrando todos ellos beneficiarse con los honorarios correspondientes a la dispensa de los servicios, notando que con respecto a los suministros de medicamentos sólo se consumían los facilitados por el otro farmacéutico establecido en Getafe, don Anacleto de Francisco.
El licenciado Lisbona solicitó de la Junta participar en un turno con el otro, al igual que los demás profesionales, ofreciendo una rebaja del 25 por 100 en los suministros, de acuerdo con la Tasa General de Medicamentos en vigor.
La Junta se reunió el día 27 de diciembre de 1849, encontrando interesante la oferta. Y con el objeto de estudiar el asunto hizo que se personara el hasta ese momento, único y casi seguro proveedor. Don Anacleto, enterado de la oferta y ante las preguntas de los junteros, realizó «in situ» la misma propuesta –señal inequívoca de que vendía sin descuento-, procediéndose a continuación a resolver por votación.
Ausente don Anacleto de la sala, los miembros de la Junta votaron dándose el insólito resultado de desestimar la petición de Lisbona (alternancia en el suministro), nombrándose un solo proveedor oficial que recayó en el licenciado de Francisco.
Votaron a favor: Anastasio Cifuentes, Salustiano Pereira, Juan José Oría, Manuel Alarnés y Damián Herreros. En contra, es decir, de acuerdo con don Félix Francisco Lisbona: Prudencio Benavente y Urbano Casado, el párroco.
Los votos de entonces, como los de ahora, pesan.
En relación con las sanguijuelas (anélidos acuáticos, con dos ventosas en sus extremos, de unos 12 cm de longitud), se cotizaban a unos nueve reales la docena de buenos ejemplares. La Junta exigía ciertas condiciones, tanto en su presencia como en la calidad de su función. Incluso impuso un reglamento para el uso de tan preciado gusano, exigiendo que una vez realizada su función, «las devuelvan vivas o muertas y entreguen al enfermero del hospital, quien las conservará… ».
Como se dijo anteriormente al citar el blanqueo o encalado de la capilla, a resultas de las epidemias, éstas dejaron tantas secuelas que la mortalidad aumento de forma alarmante. Tanto que se pensó en la contratación urgente del suministro de 800 docenas de sanguijuelas, necesarias para poder realizar las sangrías que por aquella época eran precisas.
En el mes de enero de 1856, aún duraban las consecuencias del envite del cólera, por lo que el Hospital de San José estaba al completo y necesitaba a toda costa buscar un proveedor que garantizara el suministro de tan importantes anélidos.
A requerimiento de la Junta asistieron dos doctores especialistas. La reunión fue presidida por el alcalde Bernardo Herreros, acudiendo como posibles proveedores, Manuel Casado y Manuel Crespo, ambos considerados como personas expertas en estos menesteres. Tras varias consultas y pujas, el suministro se le adjudicó a Manuel Casado, que era vecino de Getafe.
Lo anecdótico del caso es la condición que se le puso al suministrador de las 800 docenas contratadas: «… que (cada una de) las doce han de agarrar bien, sin que sea visto, y si que por haber epidemias en el presente año, el Casado pidiese mejora pues no le será admitida. ».
Como podrán comprobar nuestros antiguos munícipes y los junteros no dejaban 1as cosas importantes al azar.
Fuente: ANUARIO DE GETAFE DE «ANUARIOS LOCALES DE MADRID» – Presentado el 12 de marzo de 2008