JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA, CRONISTA OFICIAL DE BEDMAR Y DE GARCIEZ (JAÉN), AFIRMA QUE «SE INVOLUCRÓ DEMASIADO EN LAS TENSIONES EXISTENTES ENTRE LOS DISTINTOS BANDOS FAMILIARES EXISTENTES EN EL ARCHIPIÉLAGO»
Padre de 19 hijos, puso a uno de ellos a dirigir la defensa de Gran Canaria con 17 años y otro secuestró a una doncella porque le gustaba. En Telde unos soldados acuchillaron a un esclavo dentro de la iglesia de San Juan y en Fuerteventura los soldados llegaron mareados para combatir al pirata Arráez y salieron por piernas.
Felipe II estaba muy preocupado por la seguridad de las islas Canarias ante los ataques piratas que el archipiélago estaba sufriendo desde Berbería, Inglaterra y mercenarios franceses tras los acontecmientos de la Armada Invencible. En enero de 1589 designó a Luis de la Cueva-Benavides y Manrique de Lara-Mendoza desde Valladolid como responsable de fortalecer la defensa de la costa y el ordenamiento jurídico de la región. Llegó con un poder omnímodo.
De la Cueva, de entrada, tardó seis meses en incorporarse en su puesto. Llegó en junio de ese año con una majestuosa guarnición de 600 soldados que generó desconfianza en las clases dominantes de la época en las islas. Se creía que era un virrey cuando los funcionarios judiciales tenían hilo directo con la corte. Subestimó la velocidad con la que las noticias se transmitían.
Se presentó como gobernador-capitán general y presidente de la Real Audiencia de Canarias y se estableció por su cuenta: creó una junta militar con gente de su entera confianza y violentó la convivencia. Generó una guerra fría. Revocó poderes y colocó, entre otras decisiones, a uno de sus hijos con 17 años liderar la defensa de Gran Canaria mientras estaba pasando revista en el resto del archipélago.
Mano izquierda
En aquella época los gastos de la defensa de Canarias eran pagados por los cabildos, que tenían poder para nombrar a alcaides, puestos de poder en las milicias, compras de armas, control de vigilancia y logística. Cuando De La Cueva llegó a Canarias ordenó a cabildos como el de Tenerife a mandar bienes a Gran Canaria por artículo 33. Fue una etapa negra de los gobiernos insulares hasta 1594, cuando Felipe II decidió que recuperasen sus competencias.
José Manuel Troyano Viedma, cronista oficial de Bedmar y de Garciez (Jaén), y doctor en Historia Moderna y Contemporánea de España y América, afirma que De La Cueva «se involucró demasiado en las tensiones existentes entre los distintos bandos familiares existentes en el Archipiélago, sobre todo en los referidos a las islas de Lanzarote y Fuerteventura, donde lo señorial prevaleció sobre lo militar y eso provocaría su caída».
Troyano Viedma afirma que tuvo un «don de mando le llevó en ocasiones a un celo excesivo, que acabaría chocando con los intereses de los distintos grupos sociales de su gobernación» ya que «quiso que todas las conductas de Maestres de Campo, capitanes y demás oficiales de guerra, fueran despachadas por su mano».
Guerras de poder
Rumeu de Armas señala en sus textos que n Lanzarote nombró a Gonzalo Argote de Molina con un rango de jefe provincial. Dueño y señor el territorio por encima de la familia Herrera, que eran jefes del señorío y propietarios de esos dominios. De acuerdo con la escritura pública del 6 de diciembre de 1589 se otorgaba Gonzalo Argote «en nombre y por comisión de las islas de Lanzarote y Fuerteventura».
Argote de Molina no se llevaba con su suegro, que no era otro que el poderoso marqués de Lanzarote Agustín de Herrera, por haberse caso en Madrid en segundas nupcias con Mariana Enríquez.
Como veía riesgo de perder poder en la familia, escribió un romance burlesco sobre su suegro y lo difundió en Las Palmas. Herrera se enteró, porque los chismes en Canarias siemrpe circulaban rápido en aquella época, y se querelló contra su yerno. Argote fue condenado aunque en 1595 aparece en la relación de combatientes para frenar en Gran Canaria a Francis Drake.
Argote se presentaba en las dos islas en las que tenía poder como marqués de Lanzarote y Fuerteventura por su enlance nupcial con Constanza de Herrera, hija bastarda del marqués insular Agustín de Herrera. De ahí, que las relaciones fueran muy malas. En Fuerteventura, de acuerdo con Rumeu de Armas, no lo soportaban.
Los hijos de De la Cueva
La noche del 21 de octubre de 1592 unos soldados mandados colocarían cuernos de animales en la casa del temibe oidor de la inquisión en Las Palmas, Luis de Guzmán. El funcionario judicial difundió los hechos, metió los cuernos en un saco de terciopelo y lo llevó a la casa de De La Cueva señalando que un hijo suyo era el responsable. El hijo fue detenido: era el alférez Juan de la Cueva.
De La Cueva, con el poder absoluto, era retado por el oidor De Guzmán, con el que estaba enfrentado. En 1593 el jefe absoluto del territorio enviado por Felipe II mandó a detener al funcionario judicial para que lo juzgasen en Madrid.
De La Cueva tenía otro hijo: el capitán don Alonso de la Cueva. El militar secuestró a una doncella en Las Palmas procedente de Sevilla y que era sirvienta del notario de la inquisición Juan Martínez y su mujer Antonia de Estrada.
El final de mando
En junio de 1593 un grupo de soldados entró en la iglesia de Telde para detener a un sospechoso de delicuencia, que era esclavo. Se escondió en el camarín de la Virgen del Rosario. Los soldados profanaron la iglesia y dieron con el acusado, destrozaron la imagen la Virgen. El detenido fue acuchillado en el interior de la iglesia.
A partir de ahí, el papel de De La Cueva en Canarias ya estaba finiquitado. Al año siguiente fue cesado y nombrado máximo responsable militar en Galicia. Tuvo 19 hijos, dos de ellos nacidos en Canarias.
La marcha de Canarias se reforzó porque mandó a 240 soldados a combatir en Fuerteventura la llegada de un grupo berberisco de Xaban Arráez. Desembarcaron mareados desde Las Palmas. Les salió al paso 40 moros y regresaron a Gran Canaria. Arráez arrasó la isla y se llevó como esclavos a 60 canarios y armas abandonadas por los soldados.
Fuente: https://www.abc.es/ – José L. Jiménez