POR ALBERTO GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ

Hoy, 21 de junio de 2020, tras tener cien días a la gente encerrada en casa, sometida a imposiciones, medidas, ordenes y contraórdenes confusas y erráticas, ha terminado la alarma impuesta en España desde el pasado 13 de Marzo so pretexto de la epidemia. Alarma que tanto como para prevenir el contagio ha servido para otras cosas en nada relacionadas con lo sanitario. Con lo que es de imaginar el respiro de la gente al sentirse liberada, dentro de lo que cabe.

En muchos aspectos la gestión de la alarma se ha parecido a una partida de la oca, ese juego en que, según la decisión de los dados, el jugador avanza o retrocede; salta sobre los demás para alcanzar una posición ventajosa; queda detenido por tiempo variable, e incluso puede regresar al punto de partida, perdiendo todo lo antes recorrido, para reiniciar el camino desde cero.

El tablero ha sido España entera. Los jugadores, la totalidad de los españoles. Las fichas, según el color de los participantes. Los dados que decidían la suerte de los avances o retrocesos con la misma falta de lógica, sometida al azar, que los cubitos con sus puntos, el gobierno y sus aliados con la ayuda de numerosos y muy plurales técnicos en materia ludopática. El cubilete en que se movían los dados, los gabinetes y cubículos oficiales. Las casillas, en lugar de las clásicas de la posada; el pozo; el laberinto; la cárcel o la muerte, la escalada y la desescalada; las fases y subfases; horarios; ámbitos de movilidad; lugares accesibles; actividades permitidas o prohibidas y las mil más manejadas durante el juego. Según decidiera el imprevisible dado, una cosa u otra. Para adelante o para atrás.

Las posibilidades de retroceder o avanzar variaban según el color de la ficha. Si era azul, verde o naranja: pozo, cárcel, posada, laberinto o muerte. Si era roja, morada, estrellada o icurriña, avance de puente a puente, dado a dado, oca a oca, y tiro porque me toca. Aunque previsible, dado el hábil manejo del cubilete, la partida no ha dejado de resultar entretenida merced a sus ocurrencias. Como la de cuadricular las playas, propia del Dr. Frank de Copenhague.

Menos mal que en Badajoz no se ha llegado a cuadricular desde Mérida la Plaza Alta para adscribir a cada vecino su metro cuadrado.

Lo importante en todo caso es que, pese a su particular gestión, la epidemia ha causado en Badajoz muchas menos víctimas que las precedentes de 1833 y 1918 en que, de una población de menos de 20.000 habitantes murieron miles, frente a las aproximadamente cincuenta de ahora para un censo de 150.000.

Aunque visto lo visto bien puede decirse que, a nivel general, lo de la alarma ante la covid-19 y el modo en que se ha gestionado, más que la oca ha sido la reoca.

Fuente: https://www.hoy.es/