POR JOSÉ MARÍA FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Allá por tiempos medievales los peregrinos a Compostela, y con ellos multitud de mendigos, amén de vagos y vagabundos, llegaban a los conventos en solicitud de alimento y descanso. Lo decía un poema del siglo XIII:

«Puerta abierta a todos:
enfermos y sanos,
judíos, herejes,
ociosos y vagos;
es decir, en breve:
buenos y profanos»

Monasterios y conventos ubicados en la ruta jacobea fueron generosos en limosnas y caridades. Y como también ellos se decían pobres, pues pobre era el alimento que regalaban.

Se conocía con el nombre de SOPA BOBA o CALDO LIMOSNERO.

Consistía en una sopa hecha con rebanadas de pan duro cocidas en agua, con un poco de manteca de cerdo, ajo picado, y un punto de sal.

Se servía en escudillas de barro.

Y aquí viene nuestra historia que contamos según la narra Ofelia Ramos Anunciato en su libro «Ofélia e a cozinha portuguesa».

Pues, señor, érase un fraile mendicante o un peregrino a Santiago muy pobre, cansado ya de tanta sopa boba servida en los conventos, que, inteligente y avispado, ideó un procedimiento para regalarse buenas cenas.

Llevaba consigo unos pequeños cantos rodados, de río, y al llegar a una casa en solicitud de posada, se ofrecía a guisarles una sopa excepcional con esas piedras maravillosas que llevaba.

En efecto.

Colocaba las piedras en una jarra con agua y las dejaba en remojo.

Después solicitaba una cacerola con un chorro de aceite, después «si tivesse una orelha e un pé do porco, unos chouriços, un pouco de carne partida en pedacinhos, una cebola… Hacía un sofrito con todos estos ingredientes y sumaba rebanadas de pan duro y el «agua das pedras» pasada por un colador.

Daba unos hervores para, finalmente, colorear con pimentón y agregar trocitos de huevo cocido.

¿Y qué hacemos con las piedras?, le preguntaban.

Respondía: Las guardo en el zurrón. Me sirven para hacer sopa en otras casas.

Ofélia Ramos, en la receta de su libro, escribe esta nota de humor: «Há quem ponha pedrinhas, na sopa, para fazer graça»

Pues eso: a disfrutar de una buena sopa caliente, con o sin piedras.