POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Días atrás, mi amigo «facebook» Juan García Posada recordaba con cierta nostalgia las castellano-manchegas «Gachas de almorta», plato que suele degustar cuando visita Toledo.

Un servidor de ustedes, «superviviente de la posguerra y del racionamiento», tiene un mal recuerdo de estas gachas y por simple condicionamiento de Paulov el sólo citarlas me produce un inevitable rechazo.

Lo explico.

Las ALMORTAS (Lathyrus sativus L.), también llamadas chícharos, titos, guijas y en Asturias MUELAS, son una variedad de leguminosas cuyas semillas (no, no digan ¡bendito sea Dios!) remediaron situaciones de hambre en épocas difíciles.

Estas semillas, previo remojo y después cocidas y posteriormente fritas, acompañaban preparaciones de hígado de cerdo frito y encebollado, muy propio en tiempos de matanza; pero lo más frecuente era, una vez molidas, preparar con su harina unas -así dicen- sabrosísimas gachas.

¡Hombre! Sabrosas sí serán; pero peligrosas lo son al máximo cuando se abusa de su consumo.

Ello es debido a la presencia de ciertos aminoácidos neurotóxicos, derivados de los ácidos diaminopropiónico y glutaminoaminopropionitrilo, causantes de una dolencia grave conocida como Favismo, Fabismo o Latirismo.

Esta toxicidad de las almortas ya era conocida desde el siglo IV a.d.C. y aquí, en España, fue perfectamente estudiada en 1948 por Villar Palasó y col. en su trabajo «Aminoácidos del grupo de la leucina e hidroxiaminoácidos de la semilla de Lathyrus sativus» (Anales de la Sociedad Española de Física y Química).

Yo recuerdo estas gachas, incomibles, en tiempos de la escasez y del racionamiento.

Ni con azúcar ni con canela … No es No, que dicen ahora.

Frente a ellas, ¡oh, qué maravilla!, estaban las sopas dulces de leche que hacían por mi pueblo de San Juan de Duz (Colunga-Asturias), y por todos los pueblos de Asturias.

Lo que pasa es que a mí me gusta publicitar y promocionar lo mío, que es mi vivencia.

¿Cómo se preparan estas sopas dulces?

Pues muy sencillo. Lo «malo del caso» es que se necesitan «leche de vaca» y pan de hogaza «asentado» de dos o tres días; y actualmente esos dos ingredientes son de difícil logro.

Habrá que arreglarse con «leche de paquete» y pan de «boutique».

Hiervan la leche con azúcar (al gusto de cada cual), una rama de canela, corteza de limón y un poco de mantequilla.

Tras unos hervores retiren la canela y el limón e incorporen rebanaditas muy finas de pan de hogaza asentado (sopas), dejando que sigan los hervores a fuego moderado. Revuelvan con cuchara de madera para evitar que se peguen al fondo y que, a la vez, formen un conjunto ligeramente espesito a modo de crema o «papilla» muy ligera (es decir, que no se «vean aguadas»), pero en el que se aprecien las sopitas de pan.

Sírvanse en cazuela de barro muy calientes.

¡Eso sí que son sopas y no «les farrapes de mueles»!