‘DE NUEVO EN LA CASA DEL SEÑOR’ (15 DE NOVIEMBRE DE 20159
Nov 20 2015

PALABRAS DE ANTONIO LINAGE, CRONISTA OFICIAL DE SEPÚLVEDA (SEGOVIA), EN EL DÉCIMO ANIVERSARIO DE LOS ENCUENTROS DE COFRADÍAS DE MINERVA Y RECEPCIÓN A LA CORAL VASCA DE VALLADOLID QUE CANTÓ LA MISA DE LA COFRADÍA EL PASADO DOMINGO

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Voy a saludar en primer lugar a este espléndido coro de la Casa Vasca de Valladolid. Y sólo tengo que decirlos, sólo os digo: “Estáis en vuestra casa”. Porque en su casa están los vascos en Sepúlveda.

Cándido, el inolvidable Mesonero Mayor de Castilla, decía que el Norte empieza en Tres Casas. Tres Casas es un pueblecito muy cerca de Segovia. ¿Por qué se le ocurrió a nuestro Cándido esa mención? Lo que él quería decir es que nosotros somos del Norte, y que este empieza en la Sierra. Si hizo la salvedad “desde Tres Casas”, fue para reconocer que, al fin y al cabo, más al Norte que Segovia está Irún. Del Norte somos pues.

Tengo un recuerdo curioso. En mis tiempos juveniles, en Sepúlveda llamábamos a la carretera de Madrid a Irún, la autovia Uno de ahora, la carretera de Francia. Sin embargo, era y es evidente, que la inmensa mayoría del tráfico de personas y de cosas que desde nuestra villa andaban por ese camino, lo era en la otra dirección, a Madrid, la ciudad que forma parte de nuestro pueblo y nuestra tierra, por más que ahora nos hayan puesto una especie de frontera. En el otro sentido, los que pasaban de Aranda eran pocos, y no digamos los que llegaban a Francia. ¿Por qué, pues esa denominación? Yo estoy seguro de que, aunque acaso en el subconsciente, era para denotar nuestra convicción de que somos gentes septentrionales.

Recordemos que la repoblación vino del Norte al Sur. Del Norte vinieron nuestros repobladores en los días del conde Fernán González. Después, hacia el Sur, fuimos ya repobladores los sepulvedanos, que consta los hubo en Sevilla y en las guerras de Granada.

Y pasando ya al ámbito de la música, las canciones preferidas de mis tiempos en las calles y en las tabernas de Sepúlveda eran las bilbaínas. A una de ellas, la que menciona a la Sendeja, la he visto yo luego citada en uno de los escritos juveniles de don Miguel de Unamuno. Unamuno, un vasco en Salamanca, como vosotros vascos en Valladolid.

Ello no quiere decir que no estemos abiertos a los cuatro puntos cardinales, a todas las tierras y sus hombres. Como en la invocación con que hace un rato habéis empezado a cantarnos, In dulce iubilo omnis terra.

Y aquí tenemos el ejemplo más demostrativo, en la presencia de estos otros devotos de la Minerva, de nuestra misa y procesión de Minerva, nuestra pero también de ellos, de todos, llegados hoy para conmemorar un aniversario, el de los contactos originarios de nuestra relación con los mismos, con todos los demás.

Recuerdo que a mí, de niño casi, me chocaba este nombre de Minerva en una fiesta cristiana, siendo una diosa pagana. Luego me enteré de que viene de la Iglesia de la Minerva de Roma, llamada allí así por haberse edificado en el solar de un templo pagano anterior.

Pero ese dato, y las consecuencias que de él podrían haberse extraído, había quedado sepultado bajo el polvo de las bibliotecas. Fue una casualidad, derivada de un contacto mercantil entre Sepúlveda y uno de los lugares que celebra la Minerva también, el que nos impulsó a una investigación de éstos, que llevamos a cabo en todas las diócesis de España, sin olvidar sus archipiélagos. Nosotros sabíamos que no estábamos solos en la devoción y el culto al Santísimo, pero no sospechábamos esa coincidencia tan extendida en la celebración concreta de la Minerva, aunque lo que quede sea sólo una supervivencia de lo que fue. Nos resultó pues un hallazgo.

De ahí surgió aquel primer encuentro que hoy se conmemora, y si todos no están presentes para ello físicamente, se han hecho representar. Tengo que saludar a Riaza, a Chañe, a Fuente de Santa Cruz, en nuestro obispado; a Almonacid de Zorita en tierras guadalajareñas. A los que hoy se ha agregado otro lugar de éstas, Valdeavellano, cuyo ingreso saludamos muy particularmente. Teniendo que recordar aquí que la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda tuvo algunos pueblos de la actual provincia de Guadalajara, los cuales pertenecían a la diócesis de Toledo. Se ha dicho que quos Deus amavit, in Ecclesia Toletana collocavit. A quienes Dios amó los puso en la Iglesia de Toledo. Podemos pues decirlo de nuestra Comunidad también. En fin, nos ha llegado la noticia de otro lugar de minerva próximo, en nuestra misma diócesis, Vgas de Matute.

Por lo tanto, antes de ese descubrimiento, estábamos hermanados con los otros devotos, con los demás hermanos, pero de una manera tácita. Tengo de algo parecido un recuerdo impresionante, de la radio. En la noche de navidad, a partir de las once por la diferencia de hora, eran un enjambre las emisoras que en Europa transmitían la misa del gallo. Mover la aguja era pasar de uno a otro, sin saber siquiera de que país se trataba, ya que la liturgia era todavía en latín, hasta que aparecía la voz del comentarista. Recuerdo el tan conocido evangelio: “En aquel tiempo el emperador César Augusto promulgó un edicto mandando empadronar a todo el universo”. Era esa unión tácita. Ahora en la minerva, se ha concretado, tiene nombres, tiene gentes, unas gentes que ya se han hecho nuestros amigos, y ello no ha parado aquí.

Tras aquel encuentro vinieron otros, en Viloria, en Don Benito, en Muniesa, en Torrijos, hace poco en Valencia. Y un congreso de estudios que nos parece un milagro pudiéramos celebrar aquí, en esta Sepúlveda despoblada. Seguido de otro en Autol, en la Rioja. Y así, lo que antes estaba en la esfera de un ideal intangible e invisible, ha tomado cuerpo en una encarnación del versículo de la Sagrada Escritura: “Que bueno y que alegre estar juntos en uno los hermanos”.

Una visita inolvidable fue a Barbastro. El obispo Juan-José Omella nos recibió en la catedral y nos cedió la sala capitular para una junta de nuestra cofradía. Su deán nos devolvió la visita, participando en una procesión de minerva. Ahora este entusiasta deán, al que se veía esponjarse en nuestra compañía, ya no está entre nosotros. Y aquel obispo acaba de ser promovido a la sede arzobispal de Barcelona, la sede de San Paciano en la que le deseamos un pontificado largo y fecundo.

Y desde esta minerva, de alguna manera este coro vasco ha entrado en nuestra historia. Porque lo que ha sido ya no puede dejar de serlo, ya está perpetuado en la memoria. Nosotros le mantendremos viviente en la nuestra, y esperamos que ellos lo hagan también. Y que vuelvan a esta su casa, como todos vosotros, y los que hoy han estado representados, y los que se iran incorporando en los años venideros.

Y nada más ya. Adoremis in eternum Sanctissimum Sacramentum.

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