POR MIGUEL ÁNGEL MILLÁN ABAD, CRONISTA OFICIAL DE VALENCIA DE DON JUAN (LEÓN)
En un escarpado cabezo, a orillas del río Esla, en Valencia de Don Juan (la antigua y noble Coyanza, de los textos medievales), villa leonesa de histórico rango, se alza, como titán de los siglos, su esbelto y majestuoso castillo gótico.
Sobre la actual propiedad de este castillo, corre la falsa creencia, muy generalizada por cierto y que hoy me propongo aclarar en nuestro Boletín de R.A.E.C.O., de que pertenece a la Casa ducal de Alba; y muchos afirman, sin ningún fundamento, que la bella fortaleza coyantina formaba parte del patrimonio personal de la, no hace mucho, fallecida Dª Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba de Tormes, Grande de España, y por tanto en la actualidad también perteneciente, por herencia, a su primogénito y heredero D. Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, XIX duque de Alba. Nada más lejos de la realidad, nunca perteneció ni pertenece a la Casa de Alba.
Lo cierto es que la propiedad del Castillo, desde el año 1921 y al día de hoy, legalmente pertenece, como así está inscrito en el Registro de la Propiedad de la villa-ciudad coyantina, a nombre del “Instituto de Valencia de Don Juan” su verdadero titular; institución fundada en el año 1916 por el diplomático, arqueólogo y político D. Guillermo-Joaquín de Osma y Scull conjuntamente con su esposa Dª Adelaida Crooke y Guzmán, XXV condesa de Valencia de Don Juan, a fin de conservar sus colecciones de artes industriales de antaño, documentos, monetario, pinturas, biblioteca, etc.; una institución de patronazgo que radica en Madrid en la calle Fortuny 43 y cuya presidencia, desde hace varios años, la viene ejerciendo D. Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, duque de Huescar y actual duque de Alba.
Para dar más luz a este tema, decir en primer lugar que la propiedad de la fortaleza en cuestión, desde su construcción, allá por el siglo XV, por la familia, de origen portugués, Los Acuña, hasta mediados del XIX, siempre estuvo íntimamente vinculada a los sucesivos titulares del condado de la villa, es decir: inherente a Los Acuña, a Los Manrique de Lara, a Los Ponce de León y Spínola, a Los Cárdenas y a Los Guzmán.
Como he dejado consignado en mi libro Historia de Coyanza, al fallecer en 1849 D. Diego Isidro Guzmán y de la Cerda (XXIII conde de Valencia de Don Juan y XV de Oñate), la propiedad del castillo en vez de pasar a la heredera del título, que correspondió a su hija Dª Adelaida María Guzmán y Caballero (XXIV condesa de Valencia D.J.) pasó a formar parte de la herencia de su hermana, Dª Carmen Guzmán y Caballero (condesa de Villamediana), casada con D. Serapio del Alcázar y Guzmán (marqués de Peñafuente). Al morir éstos, el castillo fue heredado por su hijo D. Diego del Alcázar y Guzmán, nieto por tanto de D. Diego Isidro Guzmán de la Cerda (XXIII conde de Valencia D.J.) y primo hermano de Dª Adelaida Crooke y Guzmán (XXV condesa de Valencia D. J.) y cofundadora, con su marido, del mencionado “Instituto de Valencia de Don Juan”.
La condesa Dª Adelaida Crooke y Guzmán, deseando anexionar el castillo al título, como siempre estuvo, llegó a un acuerdo con su primo D. Diego del Alcázar y Guzmán (marqués de Peñafuente), y adquirió por compra a éste, en 20 de noviembre de 1909, la propiedad del mismo. Poco después, dicha condesa procedió a legalizar la titularidad de propiedad de la finca urbana del castillo, que por entonces no se encontraba amillarada.
Tras morir la condesa Dª Adelaida sin descendencia, en enero de 1918, la propiedad del alcázar coyantino pasó, por herencia, a uno de sus sobrinos, concretamente a D. Enrique Disdiez y Crooke, vecino de Málaga, quien poco después hizo donación gratuita, pura, perfecta e irrevocable del castillo a la Fundación-Museo “Instituto de Valencia de Don Juan”, según escritura pública otorgada en Madrid ante notario, en 3 de abril de 1920, siendo inscrita en el Registro de la Propiedad de Valencia de Don Juan la posesión del mismo a favor de dicho Instituto el día 26 de febrero de 1921.
He de señalar que en el artículo séptimo, de los estatutos por los que se rige el “Instituto de Valencia de Don Juan”, se establece curiosamente que esta institución dará conocimiento de sus actuaciones, una vez al año, al chancellor de la Universidad de Oxford, sin que indique funciones de activa representación, si no es una significación de vínculo espiritual a dicha Universidad, en la que D. Guillermo-Joaquín estudió y se graduó de “Maestro en Artes”.
Por último, llama mucho la atención la disposición última de la escritura fundacional y que parece un tanto extraña, ya que por tal disposición, el “Instituto de Valencia de Don Juan”, y, por tanto el alcázar coyantino, pasarían a poder de la Universidad de Oxford en caso de que esta Instituto no cumpliera su misión o no se cumplieran las condiciones de su fundación, quedando incorporado a esta Universidad británica para que ella hiciera cumplir los fines de dicha Institución, incluso pudiendo enajenar la sede del edificio y situarlo en Oxford con el disfrute de los bienes y rentas de la Fundación, y en “último caso disponiendo de todo como tuvieren en conciencia”.
Aunque en los cien años de existencia de tal Instituto no ha habido ni se ha llegado a situación tan grave, sí quiero apuntar que durante la guerra civil estuvo en todo momento amparado bajo la bandera inglesa, que le libró de robos y saqueos.