POR SILVESTRE DE LA CALLE GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE GUIJO DE SANTA BÁRBARA (CÁCERES)
Como muchos ya sabréis, quien escribe este blog soy yo, Silvestre de la Calle García, Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara pero el camino para llegar hasta aquí, no ha sido corto y sencillo.
Y es que todo comenzó hace más de tres décadas cuando mis primeros pasos los di entre las vacas de mis abuelos maternos Juan García García y Marcelina de la Calle Vicente.
Nací el 11 de agosto de 1988 en el Hospital Campo Arañuelo de Navalmoral de la Mata, no porque mis padres viviesen en dicha población sino porque, afortunadamente como siempre decía mi abuelo Juan, los tiempos en los que las mujeres «parían» en casa con el consiguiente peligro para ellas y para las criaturas, habían quedado atrás.
Mis padres, mis abuelos y mi bisabuela Benigna que aún vivía en aquel momento, tenían su residencia en Guijo de Santa Bárbara (Cáceres) pueblo del que eran originarios gran parte de mis antepasados.
Cuando yo nací, mi abuelo paterno Antonio Leandro de la Calle Jiménez (1924-2022), era el cartero rural de Guijo de Santa Bárbara. Aunque había sido vaquero durante décadas, hacía poco tiempo que había vendido las últimas vacas y compaginaba su oficio de cartero con el de labrador.
Mi abuela Visitación (n.1929) se dedicaba a las labores domésticas y a cuidarnos a los nietos y a mi bisabuela, que ya estaba bastante delicada de salud.
Aunque no tenían vacas, tenían una pequeña «ganadería» compuesta por el burro para trabajar en el campo, el cochino para la matanza y las gallinas.
Mis abuelos Juan García García (1927-2012) y Marcelina de la Calle Vicente (1930-2009) eran cuando yo nací ganaderos profesionales. Aunque cuando se casaron tuvieron borregas, nombre que reciben en mi pueblo las ovejas, durante varios años, las vendieron cuando mi madre era pequeña y compraron vacas lecheras de raza Frisona, llamadas aquí suizas. También se dedicaron al cultivo de tabaco negro.
Años antes de yo nacer, había dejado de plantar tabaco y habían comenzado con la reconversión de la ganadería hacia la producción de carne al acogerse a la prima de abandono por la que se incentivaba la sustitución de las vacas de aptitud lechera por las de aptitud cárnica.
Aunque mi abuelo se jubiló en 1992, siguió teniendo vacas y ya por entonces, cuando yo apenas tenía 4 años, le acompañaba siempre que podía.
Mi abuelo pasaba la mayor parte del día en la finca pero solía subir a comer al pueblo y después no perdonaba la siesta en el sofá.
Cuando yo salía de la escuela, me iba a merendar a casa de mi tía Martina (1924-2023), hermana soltera de mi abuela Marcelina, y mi abuelo pasaba por allí a recogerme cuando se bajaba nuevamente a la finca.
Algunas tardes, mi padre bajaba a hacerme alguna foto con las vacas, sobre todo cuando alguna había parido.
Yo en aquel momento, poco podía ayudar a mi abuelo. Encerraba las gallinas, recogía los huevos y subía al pueblo 2 litros de leche en una pequeña lechera de plástico blanco con la tapa roja.
Aunque teníamos los prados perfectamente cercados con postes de madera y alambres, colocando a veces el pastor eléctrico para electrificar la valla y controlar mejor a las vacas, cuando los prados tenían poca hierba o alguna tarde de buen tiempo, mi abuelo y yo nos quedábamos cuidando las vacas en el prado hasta que era hora de recogerlas en la casilla o corral.
Y era precisamente aquellas tardes cuando mi abuelo me contaba historias antiguas de la familia, las cuales me encantaban.
Me hablaba mucho de su infancia como cabrero, de su abuelo materno Esteban García Castañares (1872-1954) y la segunda esposa de éste Quintina Castañares García (1868-1948) a la que mi abuelo quería como a su propia abuela, de su abuela paterna Vicenta García Díaz (1874-1955), de sus tiempos de «La Mili» en Melilla, sus años en Madrid con el tío Marcelino, los años en los que tuvo las ovejas, de la sierra, de las vacas, de las yeguas….
Todas esas historias quedaron en mi memoria y hoy sirven en gran medida para escribir los artículos que aparecen en mi blog.
Mi abuelo me contaba que la nuestra era familia de vaqueros pero no por él sino por mi abuela Marce ya que mis bisabuelos, tatarabuelos y todos los antepasados habían sido vaqueros aunque los padres de mi abuela fueron también cabreros durante 30 años.
En la familia de mi abuelo, aunque había habido alguna vaca como la que a mediados del siglo XIX tenía el abuelo Román Castañares Pobre, siempre se dedicaron fundamentalmente a la cría de cabras, llegando a tener la abuela Vicenta en 1936 la mayor piara de cabras del pueblo, formada por 714 cabras adultas más los machos y las chivas.
Posteriormente, mi bisabuelo Anastasio y su madre Vicenta, sustituyeron en los años 40 del siglo XX por ovejas, comprando finalmente vacas mi bisabuelo y mi abuelo en 1960.
Todas esas y muchas más historias me contaba mi abuelo cuando cuidábamos a las vacas en los prados de La Huerta o del Risco La Guija y cuando subíamos al pueblo por el Camino Real una vez recogidas las vacas en el corral.
Conforme yo iba creciendo, mi abuelo se preocupaba mucho por mi educación y formación, diciéndome siempre que primero estaba la escuela y después las vacas.
Durante la semana, antes de bajar a la finca, mi abuelo me preguntaba si tenía los deberes hechos o si tenía examen al día siguiente porque si tenía que estudiar, no podía bajar a las vacas hasta el fin de semana.
El sábado siempre me dejaba bajar con él para subirme luego la leche al pueblo pero el domingo no podía bajar hasta después de la misa de 11.
La verdad es que me encantaba la ganadería en aquella época y cuando en el colegio nos preguntaban que qué queríamos ser de mayores, soy siempre decía que veterinario y vaquero. Ciertamente, a mi abuelo no le desagradaba lo de que fuese veterinario pero lo de vaquero no lo veía tan bien, pues era de esa generación en la que se pensaba que los hijos y nietos debían tener mejores condiciones de vida y que la ganadería era algo esclavo y mal pagado.
También por aquella época, como iba tanto a Misa con mi abuela, la gente y hasta el propio cura del pueblo D. Eusebio Vega Herrero, decían que yo tenía que irme al seminario.
Así transcurría mi vida en aquel entonces. Estudiaba en el Colegio Público Santa Bárbara donde era un alumno bastante bueno pero pensando siempre en las vacas y en los animales utilizándolos como ejemplo para explicar cualquier cosa.
Por entonces había clase por las mañanas y por las tardes pero yo deseaba siempre que llegase la hora de salir para irme a las vacas, ya con esa edad solo puesto que mi abuelo me esperaba en la finca.
En vacaciones, todo se relajaba y mi abuelo me dejaba ir todas las mañanas con él a las vacas.
Mientras él ordeñaba las vacas, yo echaba de comer a los chotos (terneros) y a las gallinas y también enredaba con los chotos hasta tal punto que los tenía «amantujaos» y eran mansos como corderos.
La verdad es que recuerdo aquellos años con un gran cariño. Naturalmente iba a ver a mis abuelos Antonio Leandro y Visitación todos los días y pasaba muchísimo tiempo con mi abuela Marcelina, pero tenía más afinidad con mi abuelo Juan.En junio de 2000, mi abuelo sufrió un ictus que le impedía hacerse cargo de las vacas. Fue un momento muy triste para una familia ganadera como la nuestra pero en aquel momento no había otra opción posible puesto que yo, que estaba a punto de cumplir 12 años, hubiera sido el único que se podría haber hecho cargo en la familia de aquellas vacas pero tenía que seguir estudiando.
Estudie la ESO y el Bachillerato en el IES Jaranda de Jarandilla de la Vera, pensando al principio en ir por la rama de Ciencias para estudiar veterinaria como había tenido claro desde pequeño pero las matemáticas, la física y la química, no eran lo mío por lo que ya en 1º de Bachillerato y tras un año en el que por problemas de salud apenas pude ir a clase, decidí cambiarme y hacer Bachillerato de Letras con idea de estudiar Historia, que era y es otra de mis grandes pasiones.
Sin embargo, no me desvinculé de los animales ya que durante varios años tuve conejos, algo muy típico entre los niños de pueblo que entonces no nos pasábamos el día pegados al móvil, y también perros.
También iba muchos días a las vacas de mi tío Caniche, hermano de mi abuela, que todavía tenía vacas suizas.
Durante varios años, mi padre tuvo yeguas de montura y para que mantuviesen limpios los prados y fincas sin necesidad de desbrozarlas o curarlas.
Me gustaba mucho ir a las yeguas y cuidarlas y también montar aunque debido a mis problemas de espalda no podía hacerlo muy a menudo.
Ciertamente, me gustaron siempre más las vacas que las yeguas pero yo creo que era debido a que la yegua que tenía mi abuelo Juan era más recia y falsa que una mula burreña y no se podía hacer vida de ella, pero los años que mi padre tuvo las yeguas, fueron años que recuerdo con gran cariño.
Durante mis años de instituto, mi padre Alonso de la Calle Hidalgo, realizó un importantísimo trabajo de documentación y recreación de las tradiciones de nuestro pueblo, fotografiando y grabando en vídeo todos aquellos oficios tradicionales que aún se mantenían y otros que fue necesario recrear, colaborando precisamente yo en esas recreaciones. Gracias a las historias contadas en su día por mi abuelo Juan y también por mis otros abuelos y a partir de ese momento gracias mi padre, aprendí a amar la cultura tradicional de Guijo de Santa Bárbara y la Sierra de Gredos.
Los veranos de mi adolescencia y juventud, los pasé con mi tía Nicolasa Sánchez García (1922-2012), prima de mi abuelo Juan, que se ocupó de seguir con lo que empezó mi abuelo: darme a conocer hasta el último detalle de la historia familiar. Gracias a ella, comenzó a fraguarse en mi mente la idea de escribir algún día «algo» para plasmar aquellas historias.
Mi tía Nicolasa tenía una memoria prodigiosa y además tenía una facultad impresionante para relatar las historias que había vivido, siendo muy fácil imaginar lo que contaba dado el gran lujo de detalles con los que describía hasta el más mínimo hecho: la vida en la sierra en la choza, la elaboración del queso, los viajes a Castilla con su padre y posteriormente con su marido y un sinfín más de historias familiares.
Sin duda alguna, mi tía Nicolasa, a la que siempre consideré como mi abuela, fue una de las principales responsables de conseguir que yo ame tanto la ganadería y la cultura tradicional.
Como dije antes, tras pensar durante años en ser veterinario, pensé ser historiador pero. a veces, en la vida surgen caminos inesperados y al terminar el instituto en 2007, decidí estudiar el ciclo formativo de grado superior Gestión y organización de los recursos naturales y paisajísticos, para abreviar «técnico forestal», en el Centro de Formación Agraria de Navalmoral de la Mata.
Allí, entre los jardines, las clases, la granja de las perdices, las prácticas en la dehesa y la vida en el internado con los compañeros, pasé los que sin lugar a dudas fueron los años más felices de mi vida.
En la gran finca del CFA había caballos, burros, ovejas Merinas, vacas Retintas y una de las vacadas más importantes de la raza Blanca Cacereña.
Siempre me quedaba embobado mirando el ganado y mis profesores decían que tenía alma ganadera y no forestal, pero terminé mis estudios en 2009 con buena nota y realicé las prácticas en Sabiñánigo (Huesca) y Madrigal de la Vera (Cáceres).
Pasado el verano de 2009, comencé la carrera de Ingenería Forestal en la facultad de Plasencia pero dejé mis estudios universitarios poco tiempo después y tras trabajar algún tiempo en un vivero de Madrigal de la Vera (Cáceres), regresé al pueblo.
Realicé el Curso de Monitor de Ocio y Tiempo libre en 2010 haciendo las prácticas en el Ayuntamiento de Guijo de Santa Bárbara.
Fue precisamente en aquel momento cuando Mercedes Jiménez Sánchez, administrativo del Ayuntamiento y encargada del Registro Civil me dijo que había empezado a hacer su árbol genealógico y yo decidí hacer lo mismo.
Tenía muchos datos al haber oído a mis abuelos hablar de sus padres, abuelos y bisabuelos pero quedaban cosas sin completar y había que seguir investigando hacia atrás, labor compleja y propia de un auténtico cronista, aunque yo en aquel momento jamás pensé convertirme en el cronista de mi pueblo.
Desde 2012, no de forma continuada pero sí en diversos periodos, he trabajado como Animador Sociocultural del Ayuntamiento de Guijo de Santa Bárbara, preocupándome de organizar actividades para niños y mayores entre las cuales sobresale el diseño de una ruta guiada histórico-cultural por el casco urbano de Guijo de Santa Bárbara y que suele realizarse todos los veranos con la asistencia de numeras personas o cuando alguna persona interesada lo solicita dado que es una forma extraordinaria de conocer la historia de esta villa.
Esto no significa que hubiese perdido mi afición por la ganadería y la cultura tradicional, invirtiendo durante años una parte importante de mi sueldo en la adquisición de libros especializados sobre ganadería y cultura tradicional hasta conseguir reunir una importante biblioteca especializada que a día de hoy me sirve mucho como fuente de documentación para mis publicaciones.
Compaginaba mi trabajo con el de escritor y en 2016, junto a mi padre y mi tía Raquel de la Calle Hidalgo, publiqué el libro titulado ANTONIO JIMÉNEZ GARCÍA. EL ABUELO VIEJO estudio biográfico sobre un antepasado nuestro que fue algún tiempo pastor, escribiente, secretario municipal, alcalde, diputado provincial, caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III y fundador de diversas instituciones benéficas. Nació en Guijo de Jarandilla, que es como se llamaba entonces mi pueblo, en 1810 y murió en 1898 en lo que ya se conocía oficialmente como Villa de Guijo de Santa Bárbara.
Dos años más tarde, en 2018, mi padre y yo publicamos un nuevo libro titulado LA DEHESA SIERRA DE JARANDA, muy relacionado con el anterior ya que Don Antonio Jiménez García fue el que tuvo la idea de comenzar a comprar parte de la sierra de Guijo de Santa Bárbara tras la Desamortización de Madoz y antes que forasteros la comprasen privando al pueblo de su mayor riqueza.
Desde la infancia, he estado muy vinculado a la Parroquia de Nuestra Señora del Socorro. Primero como monaguillo y lector, después como catequista y ayudante y desde 2012 como sacristán y encargado de custodiar las llaves de la iglesia.
En 2019 fui nombrado oficialmente sacristán y archivero de la Parroquia. Puede parecer que esto no tenga relación alguna con la labor de un cronista oficial pero en tiempo pasados, los sacristanes figuraban entre las personas más cultas del pueblo y al ser los encargados de custodiar el archivo parroquial, único existente en la mayoría de los pueblos hasta bien entrado el siglo XIX, eran los que conocían toda la historia del pueblo con sumo detalle.
En 2021, siguiendo el consejo de un buen amigo, comencé a escribir este blog titulado EL CUADERNO DE SILVESTRE cuyos artículos se centran, como no podía ser de otra manera, en la ganadería y la cultura tradicional, plasmando por escrito todas esas historias que me habían contado mis abuelos, especialmente mi abuelo Juan cuando cuidábamos las vacas y todo lo que yo había ido investigando a lo largo de los años, cosa que sigo haciendo a día de hoy.
No pensaba yo que el blog fuese a tener gran éxito pero poco a poco fue viendo cómo algunos artículos tenían gran número de visualizaciones, especialmente aquellos relacionados con las cabras y la vida de los cabreros.
Precisamente entre esos artículos se encuentra el que lleva por título TÍO PAULINO, EL ÚLTIMO CABRERO DE LA SIERRA DE GREDOS, publicado el 11 de febrero de 2021.
El 7 de agosto de 2023, fui invitado por D. Juan Pedro Recio Cuesta, Cronista Oficial de la Villa de Tornavacas, a dar una charla-coloquio en dicha localidad sobre algún tema relacionado con la ganadería y la cultura tradicional. Ambos decidimos que lo más adecuado era hacer esa charla sobre Tío Paulino, cabrero natural de Jerte pero casado con una tornavaqueña.
En la plaza del Ayuntamiento, tuvo lugar la charla a la que, según el cronista oficial tornavaqueño, asistió más gente que a ningún otro evento de similares características realizado en la villa de Tornavacas.
Al terminar la charla, y sin yo tener ni idea de tal cosa, Juan Pedro Recio Cuesta manifestó públicamente su idea de proponer a la Asociación Oficial de Cronistas de Extremadura mi nombramiento como CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE GUIJO DE SANTA BÁRBARA. Aunque al principio me sorprendió mucho esa propuesta, naturalmente acepté.
Rápidamente se iniciaron los trámites pertinentes y el 5 de octubre en Sesión Ordinaria de Pleno, la Corporación Municipal de Guijo de Santa Bárbara aprobó por unanimidad mi nombramiento, realizándose el 2 de diciembre el acto de toma de posesión como CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE GUIJO DE SANTA BÁRBARA, pasando poco después a formar parte de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales (RAECO) y de la Asociación Oficial de Cronistas Oficiales de Extremadura (ACROEX).
Este ha sido, queridos lectores de EL CUADERNO DE SILVESTRE, el largo camino que he seguido desde que era un vaquerillo a la sombra de mi abuelo Juan hasta llegar a convertirme en el Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara, camino que no acaba aquí ni mucho menos pues ahora soy el encargado de custodiar la cultura de mi pueblo, este pueblo que me ha visto pasar…..
DE VAQUERILLO A CRONSITA OFICIAL DE LA VILLA.
Nota final del autor.
En julio se cumplirán 14 años de la muerte de mi abuelo Juan por lo que no ha podido ver todo lo que he hecho en estos últimos años ni verme convertido en Cronista Oficial de la Villa de Guijo de Santa Bárbara.
Aunque a él le habría gustado que fuese veterinario y posiblemente también ganadero aunque no lo admitiese, creo que se sentiría orgulloso de mí.
¿Qué opináis?
Dedicado a mi abuelo Juan García García.
FUENTE: https://elcuadernodesilvestre.blogspot.com/2024/02/de-vaquerillo-cronista-oficial-de-la.html