POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA)
Cuando rememoramos la historia pasada a lo largo de estos últimos 40 años nos damos cuenta de cómo ha pasado el tiempo y junto a la nostalgia, se apoderan de mi mente sentimiento de enorme felicidad, de alegría y de cierta incredulidad por lo conseguido, a pesar de haber sido testigo, protagonista y ahora cronista-narrador de lo sucedido.
Para entender la más remota parte de esta historia, la que se narra en la primera parte de estas notas escritas desde el más imperecedero recuerdo, hay que transportarse a la España rural de los años 70 y 80. Si mucho hemos cambiado nosotros, las personas, excuso decir lo que se ha transformado la sociedad.
Entonces, sin móviles, con un sólo teléfono público en Malanquilla, donde concertábamos la hora de la llamada y desde donde tenían que salir a buscarnos cuando se recibía alguna no programada, viviendo muchos en Zaragoza, Madrid o Barcelona, sin internet que facilitara tanto la escritura de comunicados, artículos y memorias como su traslado a los receptores vía email…
En aquélla Malanquilla, semejante al resto de poblaciones del medio rural y más del casi despoblado Aragón, se sucedían nuestras andanzas.
Si muchos de nuestros jóvenes pronto no sabrán lo que es una gallina o un cordero, supongo el esfuerzo mental que debe producirles pensar en una España así, sin internet y sin posibilidad de ver películas, por ejemplo.
Nosotros tuvimos que llegar a un acuerdo con la Diputación Provincial de Zaragoza para proyectar en la plaza del pueblo alguna que otra película que nos cedían, eso sí, era menester llevarse cada uno su silla.
En este medio hostil se entiende que tuvieran tanto éxito las exposiciones de cerámica que llevábamos y que paseamos por los pueblos de la zona.
Tan cerca y tan lejos de todo. Malanquilla, que tan sólo dista 35 kilómetros de Calatayud y poco más de 100 de Zaragoza, vivía aislada, como todos nuestros pueblos, ensimismada en su día a día.
Pronto descubrimos que «amigos de la causa» de Calatayud y Zaragoza no conocían ni habían estado en Malanquilla y allí les llevamos con la excusa de una conferencia en las Jornadas Culturales, etc.
Por allí pasaron el alcalde de Calatayud, José Galindo, el Presidente del Centro de Estudios Bilbilitanos, Alfredo Muñoz y el Cronista <oficial de Calatayud, Pedro Montón, de inolvidable recuerdo. Hasta allí se acercaron el Obispo de Tarazona, Victorio Oliver, el Presidente de la Asociación Amigos del Serrablo, Julio Gavín y tantos otros que, con su presencia, quisieron apoyar las iniciativas locales.
Mención aparte merece la visita de dos personajes singulares que fueron, repitieron y se enamoraron de Malanquilla. Gregorio Prieto, pintor ilustre de la generación del 27, ya en las postrimerías de su prolongada vida y Alberto Montaner, por el contrario, jovencísimo valor en alza, flamante ganador del «Premio Holanda».
Juntos nos han dejado imborrables ejemplos de amistad y desinteresada colaboración. Pero claro no venían solos, detrás estaba una ardua labor de conquista que casi siempre pasaba desapercibida. La distancia geográfica tenía alguna ventaja como es el poder llegar a muchas personas e instituciones.
En Madrid nos dedicamos a sorprender a Gregorio Prieto, por ejemplo, a quien visité en su domicilio. Entablamos ya desde el comienzo una sincera relación materializada en sus visitas a Malanquilla, en mi vehículo particular.
Alli fue uno más del pueblo. Alojado en mi casa, entonces alquilada, participó en los actos de la colocación de la primera piedra de las obras de reconstrucción del molino, junto al grupo folklórico Baluarte Aragonés, dirigido por el entrañable José Alustiza y del propio Alberto Montaner y su compañero José Luis Acín.
Eran días de gloria donde todo se vivía con especial interés, motivación y sobresalto. De no pasar nada en Malanquilla, Malanquilla se había convertido en un pozo de noticias del que se hablaba día sí y día también.
Tan pronto dábamos a conocer que el Director del Museo del Prado había firmado un informe sobre las pinturas del retablo de la Virgen del Rosario, «de influencia bassanesca.» como que el Centro Nacional de Restauración de Libros y Documentos del CSIC estaba restaurando un enorme pergamino censal de 1550, de casi un metro cuadrado o hacíamos madrina de la Asociación Cultural Miguel Martínez del Villar a Pilar Calvo Sotelo, hija del entonces Presidente del Gobierno.
Hablábamos entonces de nuestros contactos con el Embajador de Méjico y con el Jefe de la Oficina de Turismo de Austria en España, Oskar Dignoes, enamorado de los molinos, a quienes ofrecimos el de Malanquilla para ser abanderado por sus respectivos países.
En una visita oficial del presidente mexicano José López Portillo, llegamos a entregarle en mano una memoria-propuesta con esta intención. Lo mismo hicimos ante La Reina Doña Sofía, con motivo de su visita oficial a Calatayud, para mostrarle el patrimonio monumental de Malanquilla e invitarles a conocerlo.
Entre medias, realizábamos viajes a La Mancha en busca de especialistas en reconstrucción de molinos para pedirles asesoramiento. Cuando ya estaba el terreno abonado, el propio alcalde de Malanquilla viajó hasta Consuegra, Campo de Criptana y Alcázar de San Juan para tomar contacto con los técnicos que más tarde llevarían a cabo la reconstrucción del molino de viento.
El duro golpe que supuso nuestra traumática dimisión de Misión Rescate, por el incumplimiento de las bases del programa y en concreto del punto donde se afirmaba que la organización se haría cargo de la restauración del monumento objeto del Trofeo de Oro, no nos paralizó. Esa ha sido una constante a lo largo de todos estos años. A un triunfo conseguido en buena lid, le seguía venía un descenso atroz por la senda de los sinsabores. Fuimos una patrulla de rescate insólita: en un mismo año llegamos, ganamos y nos fuimos.
En 1978, en abril, nos fuimos a Huesca -por aquello de la campanada…-para anunciar en el diario Nueva España, de Huesca que dimitíamos de Misión Rescate. La organización se basaba para negarnos aquella reconstrucción anunciada en que el Trofeo de Oro se nos había concedido por todo el conjunto monumental, así como por la intensa labor de difusión del mismo. No lo aceptamos y allí se quedaron con sus mentiras
Digo yo que nuestra campaña de desprestigio posterior hacia la organización algo tendría que ver en su desaparición a penas un año después. No se puede jugar con la ilusión.
Mientras, nosotros, a pesar de todo, crecidos, creamos la Junta para la Reconstrucción del Molino de Viento. Allí metimos al cura, al alcalde, al juez… y nos volcamos en la consecución de los primeros «dineros» para hacer frente a aquel reto que suponía devolver su antiguo esplendor al molino.
Y desde esta organización le tocamos la fibra sensible a personajes conocidos vinculados a la tierra. Logramos el apoyo y el donativo de el insigne y conocido actor Paco Martínez Soria,dela cantante Montserrat Caballe y del bailarín Victor Ullate, entre otros.
Después vendría la Asociación Cultural, toda una experiencia cultural, ensayo y ejemplo de lo mucho que aun se puede hacer en nuestros pueblos.
Termino este apartado transcribiendo el comentario final del artículo aparecido en Heraldo de Aragón el 16 de octubre de 1977, firmado por Luis J. García-Bandrés, tras una entrevista en la redacción del periódico, en Zaragoza: «La verdad es que a mí, después de hablar con ellos, me entran ganar de coger un pico a un paño o una máquina de lo que sea y marchar con ellos a Malanquilla para hacer lo que me dijeran.Que bueno puede ser el futuro de Aragón!».