POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Un compromiso en el Gervasio me impidió ir ayer a “Doña Francisquita”, en cuyo coro canta la hija de Mari. Con el pixín recordé un viaje a La Coruña, a casa de la Pardo Bazán; supe allí que, en 1912, al fallecer su esposo, José Quiroga, Emilia guardó luto riguroso, ni al teatro iba, aunque escuchaba las óperas por teléfono. Y me enteré, conectado al wifi del llagar, y a la tortilla, que en un ensayo de “Doña Francisquita”, su compositor, Amadeo Vives, tuvo un accidente que le impidió asistir al estreno, en 1923, pero escuchó la zarzuela gracias al teléfono instalado en su casa, comunicado con el Teatro Apolo. Pues bien, pon que hacia las diez, Mari me llamó desde el Campoamor para que, de chupito, degustara yo por el móvil el “Coro de románticos”, aquella de “Venga usté, por Dios, ovetense guapa, qu’en esta capa cabemos los dos”. ¡Excelente! Aplaudí. Y de bis sirvió Basilio profiteroles.
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