POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
¡Alabado!
Tal parece que mi comentario de ayer relativo al desconcierto y decepción de muchos votantes en las pasadas elecciones municipales fue un claro ejemplo de lo que en Colunga llamamos ANDANCIU y en castellano de la Real Academia Española, ANDANCIO.
Es decir, en su significado más exacto: transmisión de una epidemia leve. Epidemia que en nuestro caso español más bien es una pandemia.
En Colunga, que es mi pueblo, tenemos nombres muy curiosos para esas enfermedades leves que son causa de «andanciu». A una conjuntivitis vírica o bacteriana la decimos GÜEYERA; a una erupción alérgica con picor, RASQUERA; a una tortícolis, CERVIGUERA; a una colitis estival con abundante diarrea, CAGALERA; a una tos seca y con escozor de garganta, CARRASPERA; a unos cólicos de barriga, PUXOS; y a un malestar general de gripe leve, MALIQUERA.
¿Y saben una cosa?
Los médicos rurales de antes, como don Gonzalo Tapia, don Domingo Muñoz, don Federico García, don Pedro Villarta (por sólo citar a algunos de Colunga) lo entendían perfectamente.
Ahora, especialmente en el lenguaje político-económico, privan las perífrasis y los «sinónimos ininteligibles».
Por ejemplo: a un déficit presupuestario lo llaman «crecimiento negativo»; a los pensionistas jubilados nos dicen «tercera edad», y a la SUBIDA DE SALARIOS para Alcaldes y Concejales: «ACTUALIZACIÓN DE HONORARIOS».
Una actualización que, a tenor de las noticias que leo en prensa, es un ANDANCIU muy generalizado.
No; si ya lo escribía Martínez Villergas, satírico poeta del que les hablé hace poco:
«A todo se atreve
la altiva comparsa
que explota la aleve
política farsa.
Parásitos muchos
consiguen el mando
y cébanse, duchos,
la breva chupando.
Mas, ya que esa gracia
no arranca ni un grito,
si triunfa la audacia
me alegro infinito.»
Como -por lo que me dicen- a algunos les sienta mal «el andanciu politiqueru», nada mejor que endulzar la boca y el espíritu con ese delicioso manjar que elogiaba don Juan Pérez Zúñiga en su «Cocina cómica» (yo tengo la Segunda edición. Madrid 1920):
«Quisiera yo ser un santo
para ir al cielo, en un vuelo,
porque allí será un encanto
comer TOCINO DEL CIELO»
Se cuenta que el origen de esta dulcería data del año 1324 con invención de las monjas del jerezano convento del Espíritu Santo.
Monjas que recibían cantidad de yemas de huevo regaladas por bodegas de la zona donde utilizaban las claras para clarificación de los vinos.
En nuestra Asturias tienen fama los «tocinillos de Grado» y esta es la fórmula de elaboración que allí me dieron:
Calienten a fuego medio-fuerte 1/4 litro de agua con 350 g de azúcar hasta lograr un almíbar «de hebra».
Apartenlo del fuego y esperen a que esté templado.
Batan muy bien 10 yemas de huevo y 1 huevo entero (clara y yema) y viertan ese batido sobre el almíbar. Han de remover con cierta energía para evitar que se formen grumos («gorollos»).
Esta mezcla (conviene pasarla por un colador por si hubiera algún grumo) se lleva a un molde (rectangular, trapezoidal, troncocónico, de corona…) previamente caramelizado y cuaja al baño maría.
Ya frío, se desmolda y sirve en compañía de helado al gusto.