POR BIZÉN D’O RÍO MARTÍNEZ, CRONISTA DE LA HOYA DE HUESCA
La sementera es sin duda, de las operaciones mas importantes de la agricultura, siendo la época en que se esparce el grano sobre la tierra, y para ello, tiene que encontrarse bien preparada con las labores previas necesarias, ya que de la mas breve germinación y pronto nacimiento del grano, depende en su mayor parte la fundada esperanza del labrador de una abundante cosecha, hora bien, para conseguir esto, siempre ha tenido que estar la tierra jugosa, bien preparada y desmenuzada, para que así las simientes germinaran lo mas pronto posible, y para que las plantas enraizando, pudieran profundizar en busca del alimento necesario, pero teniendo en cuenta que si la siembra se llevaba a cabo cuando la tierra estaba muy pesada, se apelmazaba y formando una costra dura en la superficie no la podían atravesar los brotes tiernos del cereal, malográndose la cosecha.
Estos avisos de singulares varones que de la agricultura trataron, no han tenido efecto si previamente no se había llevado a cabo una selección de simiente, porque el agricultor siempre ha sabido que esta tiene que ser principalmente, nueva, y a tal efecto, practicaba una selección, escogiéndola en numerosas ocasiones ya en la era, dejándola apartada, porque cuando se limpiaba “aventando” a mano, el trigo que llevaba el aire mas lejos era el menos nutrido, mientras que el caído cerca del “aventador” el más pesado y mejor, era de esta forma más fácil encontrar la simiente mejor, así, durante siglos se apartaba para simiente este grano, y sobre todo, el que caía más al hondo del montón de la era al “trespalar”, porque era el grano mas pesado y por lo tanto la simiente mejor, tras estas dos selecciones, una tercera era hecha ya en casa, puestos los granos en una artesa, dándole vueltas en su interior, el grano mas liviano, al igual que la paja, quedaba arriba y el mas pesado se iba al fondo, pudiéndolo escoger y apartar ya definitivamente como el mejor para la sembradura, pues el peso del grano fue considerado desde siempre, como el indicio seguro de su calidad. Otra selección practicada fue la de apartar las espigas de muchos granos y limpiarlas aparte, pero si no se podía lograr la cantidad necesaria para la siembra segura, consideraban era mejor dejarlas, ya que la simiente se ha pensado siempre que debía de ser una, no mezclada, a pesar de que hubo épocas y años que temiendo malas cosechas, se mezclaba en ocasiones distintas clases de trigos candeales, trecheles, deraspados y aún centeno, demostrando una y otra vez que no era buena la mezcla de simientes, por esto se aconsejo por los autores desde la antigüedad, no fuera mezclada e incluso se llegó a precisar, que fuera la simiente de una misma tierra nacida, porque si eran diferentes una nacía antes que otra, y a su vez, se secaba antes que otra, con el inconveniente de no crecer y sazonar por igual en tiempo y manera al ser de diferente origen. Paladio, en su magnífico Tratado de la Agricultura compuesto por doce libros, llegó incluso a exponer que la simiente fuera de aquella tierra en la que se quería sembrar, por ser ya probada y
Tener la certeza de que iba a responder mejor.
Para mayor seguridad en la selección de la simiente, los labradores usaron desde antiguo aparte del peso, otro tipo de prueba, su color, ya que les indicaba el punto de madurez y el de su conservación o estado, porque la cubierta exterior del grano o simiente no sólo tiene un color que le es propio de su variedad, sino que además posee cierto lustre o barniz que va desapareciendo conforme se hace añeja, es decir, que procediendo este barniz de su jugosidad, ésta se disipa conforme se seca y enrancia. Otra prueba segura que se ha visto siempre hacer a los labradores mayores, era el morder el grano de trigo, ya que partidos con los dientes, muestran su calidad, los de trigo “recio” dejan una rotura igual, y como vidriosa, de color limpio y transparente, que han sido considerados los mas apropiados para la siembra, y los trigos “blandos”, los cuales partidos aparecen de buen color, menos harinosos y consistentes, estos eran preferidos antes que sembrar los que habían perdido el color primitivo.
Los árabes, y especialmente Abu-Zacaria-Iahia, hablando del conocimiento previo de las simientes y de lo que se podía esperar que viniera para el año siguiente, aconsejaba sembrar los granos que tuvieren mejor aspecto, y así mediante Dios, prosperarían mas ventajosa y abundantemente, y sería lo contrario con granos que nacieren atrasados y endebles.
La vida agrícola empezaba antiguamente por la sementera en otoño y con los granos que se llamaban de invierno teniendo en cuenta que ha resultado difícil precisar siempre que semana era la mejor para la sementera, por ser necesario atender al clima, la calidad del terreno y su exposición. Una tierra fría ha requerido siempre siembra mas temprana que la tierra cálida, pero hubo épocas y zonas geográficas en que predominó la sementera al caer la hoja , en base y creencia a que es cuando finaliza el llamado “Año Viejo”; también los hubo y prevalecen en Aragón, los labradores que consideran los días mas apropiados para la siembra del trigo, cebada y centeno, los quince días alrededor del “Plenilunio” de octubre, llamado de la “Luna Cucadera”, que es cuando la tierra comienza a “Otoña-se” o cubrir de hierba, que a su vez, según situación y clima, viene a indicar la proporción de lo que se adelanten o retrasen las lluvias de otoño. Por todo el Altoaragón se ha dicho siempre y así se ha demostrado que lo sembrado antes y después de esta “Luna Cucadera” puede muy bien distinguirse, porque “hace raya”.
Un consejo muy generalizado para los agricultores durante los siglos XVIII al XX fue que sembraran temprano, y los tratados, así como las llamadas “Cartillas Agrícolas” que se fueron publicando a principios del siglo XIX en un intento del ministro Godoy de unificación de prácticas agrícolas, exponían como ventajas: primera, que estando la tierra bien trabajada todo grano germina y brota; segunda, el grano sembrado así, tiene tiempo de “arraiga-se-ne”, echar raíces; tercera, le hacen menos daño los hielos; cuarta, en la primavera, crece y espiga mas pronto; quinta, madura antes y está menos expuesto a los daños del granizo y de la piedra. Por el contrario, todo eran amenazas para las sementeras tardías, principalmente se hablaba de las malas hierbas que nacían después y sofocaban la mata o planta del cereal por encontrarla pequeña. En suma, que ha resultado siempre cierto que sembrando en septiembre se ha tenido que esperar mucho tiempo la lluvia, y sin embargo, el que sembraba a principios de octubre, generalmente veía pronto la lluvia caer sobre sus campos. Si la lluvia no llegaba, el labrador recurría al proverbio o refrán que dice que se ha de sembrar el trigo en polvo, porque se acerca la estación de lluvias, y la cebada en lodo, queriendo decir que se ha de sembrar después del trigo.