DEL FARRO A LES FARRAPES, DIEZ MIL AÑOS DE HISTORIA
Oct 07 2017

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Ristras («riestres») de maíz oreando al aire y al sol en un hórreo («horru») asturiano.

Pues, señor; hace muchos, muchísimos años, casi unos 10.000 (a contar desde ahora), nuestros antepasados de Oriente Medio ya conocían una gramínea, cereal intermedio entre el trigo común y la escanda, al que denominaban FARRO. Los científicos modernos lo bautizaron con el nombre de Triticum dicoccum.

De Oriente Medio, y más en concreto de Israel, pasó a Egipto (hace unos 8 000 años) y luego se extendió por toda Europa vía Grecia y Roma.

Y con este FARRO otras variedades de trigo, cada vez más selectas, base de la alimentación humana.

Tanto es así que, ya en Roma, dio en llamarse FAR (o farris) a toda especie de trigo y FARINA a su harina; siendo su cocción en leche, en agua o en caldo, uno de los platos más solicitados en la cocina romana.

Se denominaba PULS o PULMENTUM.

Apicio, en el Liber V-I de su libro «De re coquinaria», nos ofrece una receta de»Pultes Iulianae» («gachas de Juliana») que, por su riqueza de ingredientes más que una simple cocción de harina es un manjar de sobrealimentación.

En nuestra España -la «Una, Grande y Libre» de mi época- dio en llamarse FARRO, y esto desde el siglo XV al menos, a cualquier cocción en agua, caldo o leche, de todo tipo de harina, o de cereal triturado groseramente; fuese trigo, cebada, avena, escanda, arroz… Juan de Altimiras, en el siglo XVIII, cita en su libro «Nuevo Arte de Cocina», una receta de FARRO DE CEBADA, muy adecuada a la alimentación estudiantil, a la que pone este colofón: «Buen premio del estudio: comer cebada; y rara calidad de alimento: ser común a sabios y a borricos».

¿Y en Asturias?

A comienzos del siglo XVII llega el maíz a Asturias, «el trigo de las Indias», como así lo llamaron.

Y con él la posibilidad de disponer de buena cantidad de harina para amasar pan (nuestra borona) y cocer gachas a modo de papilla o puré. De la palabra castellana «farro» derivó el nombre de FARRAPES; de las latinas «farina» y «pulmentum», los de FARIÑES Y PULIENTES.

Y si por algunas comarcas les dicen PAPAS, la palabra también es de origen latino: «paparium», con significado de papilla.

Fueron LES FARRAPES cena campesina asturiana desde ya bien entrado el siglo XVIII, como así lo testimonia el villaviciosino José Caveda y Nava (1796-1882) en su poema «La vida en la aldea»:

«Llevántase en el llar la fogarada
que fai la lleña seca de carbayu;
afumien LES FARIÑES, currucada
Tuxa con cuyarón cabe el mio tayu,
reparte a cada cual la so platada;
con la suya convídame al soslayu;
doi a los neños, como lo que quiero.
y a Dios que me lo dio, rezo primero…»

¡Ah! ¿Que cómo se hacen les farrapes?

Muy fácil. Cuezan harina de maíz, bien «peñerada», en agua con sal (al gusto) hasta lograr una papilla entre ligera y más bien espesa. Cuanto más tiempo dure la cocción, mejor que mejor.

Llévenla a platos individuales y cada comensal, a su gusto, espolvoree azúcar por encima. Coman a cucharadas acompañando en cada toma una «papiada» (un buen sorbo) de leche caliente.

Y así, poco a poco, hasta terminar el plato… y repetir «la diócesis», que decía un bárbaro amigo mío.

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