POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
A veces cito en los artículos que público los diferentes tipos de moneda a los que tengo que aludir, bien por razones de localización histórica del documento que se transcribe, bien porque así lo pide el relato.
Pues hagamos un recorrido esclarecedor desde el siglo XVIII hasta el XXI. O, lo que es lo mismo, desde Felipe V (1683-1746) -primer rey de la Casa de Borbón en España- hasta Felipe VI, nuestro actual rey de la misma dinastía.
El sistema monetario que regía mediado el siglo XVIII en España, estaba basado fundamentalmente en los sistemas más antiguos.
Así, el maravedí, que en su origen fue una moneda de oro en época de Alfonso VIII (siglos XII-XIII), sirvió más tarde de base para las monedas de cobre. El maravedí ya se utilizaba en el siglo XI y siguió utilizándose como unidad de cuenta hasta el siglo XIX, aunque físicamente ya no existía. Su nombre le viene de “moneda almorávide”, dado que -en su origen- se utilizaba en Castilla para comerciar con los musulmanes.
Dos maravedís era el valor de una moneda de cobre de nombre “ochavo”. La moneda de valor doble a ésta, dos ochavos, recibía el nombre de “cuarto” o cuatro maravedís.
Un “real” era una moneda de plata (de unos 3 gramos), al que llamaban “media peseta” y era equivalente a 68 maravedís.
También en plata había una pequeña moneda llamada “realillo”, con valor de medio real o 34 maravedís.
La moneda principal era la peseta, o “real de a dos”, que pesaba alrededor de 5,75 gramos de plata.
Valor más alto tenía el “medio duro” o “real de a cuatro” equivalente a dos pesetas. A un obrero se le abonaban 4 reales diarios. Por una ternera se pagaban 5 ducados (moneda de plata desde el siglo XVI); por una gallina 2 reales y por un huevo 3 maravedís.
El “peso duro” o “real de a ocho” contenía 544 maravedís. Pesaba 27 gramos en plata.
Recibía el nombre de escudo una moneda de oro. Una “doblilla” equivalía a dos duros de plata o 1.088 maravedíes y haciendo la equivalencia en valor entre el oro y la plata, podemos advertir que el oro valía 16 veces más que la plata.
Llamaban “escudito” a la moneda cuyo valor era la mitad de un escudo, equivalente a un duro de plata.
Un “doblón” equivalía a dos escudos. Y la “media onza” de cuatro escudos tenía el lógico valor de dos doblones.
Curioso nombre el de “pelucona” u “onza”, equivalente a 8 escudos, o 16 duros de plata. Su equivalencia era el de 8.704 maravedís.
Equivalencias éstas que también se pueden encontrar en el libro “Noticias de un peregrino de Oviedo a Covadonga”, de don Eduardo Martínez Hombre.
Con el rey José Bonaparte se introdujo en España la moneda de plata “real de vellón”.
Una peseta pasó a contener “cuatro reales de vellón”, más adelante se suprimió la palabra “vellón” y se quedó en una peseta=4 reales.
Se creó después una nueva moneda de plata, llamada “duro fuerte” y equivalía a 5 pts. Desapareció para España el “apellido” “fuerte” y nos quedamos con “duro”, sin más, aunque siguió utilizándose en los países de la que fuera América Hispana.
Sí, hemos llegado al ayer de nuestras vidas. Pesetas, reales, duros, ya forman parte de nuestro pasado y son muchos los que aún piensan en pesetas cuando se habla del valor de una cosa.
Del pasado todavía se utilizan expresiones como “estar sin blanca”, “comprar algo por cuatro cuartos”, “no valer ni un real”…
Como la peseta siempre tuvo 136 maravedís o 100 céntimos, resulta lógico afirmar que un céntimo contenía 1,36 maravedís y, una “perra gorda” (“perrona” en Asturias) equivalía a casi 14 maravedís.
Llegó después el euro, que a punto estuvo de llamarse ECU (European Currency Unit = Unidad Monetaria Europea). Incluso se acuñaron “ecus” con el fin de que nos fuésemos mentalizando. Durante 19 años así fue y así se llamó. Tenía una resonancia “demasiado francesa” y, además, a los alemanes no les gustaba el nombre porque sonaba casi igual que “ein kuh”, en alemán: “una vaca”.
Resumiendo: 1 euro = 166,386 pts. = 665,65 reales nuevos = 266,22 reales antiguos = 9.051 maravedís.
Y, por último, el euro sustituyó a la peseta española el día 1 de enero de 1999, después de 131 años de vigencia de ésta.
Y en cuestión de billetes y monedas -como de tantas otras cosas- no sabemos lo que el futuro nos deparará. El pasado es historia y el futuro algo incierto no escrito, aunque a veces sí imaginado.