POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS)
En el «Fuero y privilegio real desta isla de canaria», dado en Madrid, en fecha tan temprana para la historia de Las Palmas de Gran Canaria como la del 20 de diciembre de 1494, se señala ya que «ordenamos é mandamos que haya (…) dos pregoneros», figura de la que dispondría la ciudad durante mucho tiempo en los siglos siguientes. La comunicación social que articula y dinamiza la vida comunitaria, ha buscado siempre sus recursos más efectivos y a su alcance, y tiene en el pregonero a ese «empleado público que en alta voz da los pregones, publica y hace notorio lo que se quiere hacer saber a todos», como le define el DRAE. Y si por pregón se entiende, como señala Juan Carrero Rodríguez en su ‘Gran Diccionario de la Semana Santa’ (2006), la «promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de algo que conviene que todos sepan», algo que puede ser ignorado por la mayoría, o incluso que puede no ser comprendido bien por la mayoría y requiere explicación llana y directa, no sólo aparece una figura necesaria e ineludible en el seno de la sociedad, sino que esta entiende el pregón, el pregonar, como una herramienta ineludible, que es parte de su vida cotidiana y que atiende a un «derecho a la información» aún no recogido de forma positiva en las leyes.
Y si se trata no sólo de anunciar y divulgar, sino hacer más cercano y entendido el conocimiento de algo que a todos conviene saber, entonces nos encontramos con que determinados textos de cronistas, de historiadores, de literatos, de periodistas, ejercen también, en ciertas épocas y en determinadas circunstancias y asuntos, como derivación de esa función pregonera y de lo que ya en la segunda mitad del siglo XX se entenderá como «pregón oficial», u «oficioso», de los eventos más relevantes del calendario anual de ciudades, villas, pueblos e incluso barrios. En Gran Canaria, si hablamos de Semana Santa, de esa «semana mayor del año» que, como casi pregonaba Domingo J. Navarro, «era siempre esperada con avidez» por nuestros antepasados, encontraremos a Domingo Doreste Fray Lesco titulando a José Luján Pérez y su amplio repertorio imaginero como «el primer predicador de la Semana Santa», un verdadero pregonero de un nuevo carácter de estas celebraciones en la isla, y a la escritora Josefina de la Torre pregonando, sin proponérselo, cuando habla de esa «Semana Santa Isleña de inefable memoria…», o a la poetisa grancanaria Ignacia de Lara que pregona cuando sus versos cantan que «¡Esta es la noche en que la Virgen llora…/ y esta es la noche en que Las Palmas reza!».
Pero, si se habla del pregón, del pregonar, de los pregoneros actuales, esa actividad que se ha consagrado como prólogo o prolegómeno de festividades religiosas, festivas, culturales o institucionales, ¿se entiende exactamente lo mismo? ¿se habla de una continuación exacta de aquella figura, o de la labor paralela y apócrifa de literatos, cronistas o historiadores? Pues indudablemente no, aunque se pueda todo ello contemplar como un «proto pregonar», como un «proto pregón» para los que hoy se dan. Sin embargo, la fuerza con la que arraiga esta costumbre del pregonar, a partir de los primeros pregones, que aparecen en la década de los años cuarenta del siglo pasado, hace que ya en 1961, en un artículo aparecido en La Vanguardia de Barcelona el 6 de abril, el académico, conferenciante y escritor Federico García Sanchíz hable de cómo «ha tomado tal vuelo esto del Pregón de Semana Santa, que, en previsión de que un día se preocupen los eruditos del origen de esa costumbre, inexistente hace pocos años, y ya difundida por toda la Península, desearía aclarar las cosas…», y ese arraigo es tal que «el Pregón no se limita a abrir la Semana Santa, sino que ha trascendido a las fiestas profanas y conmemoraciones…».
Así veremos cómo, en el caso de Gran Canaria, en la Semana Santa de 1948 aparece su primer pregón, pero meses después, un 5 de septiembre y también a través de los micrófonos de Radio Las Palmas, lo haga el Pregón de las Fiestas de El Pino, ambos de la mano del escritor y periodista Ignacio Quintana Marrero, y al año siguiente, en abril de 1949, pregonado por el poeta y abogado Luis Benítez Inglott, el pregón de las Fiestas de San Pedro Mártir, en conmemoración del aniversario de la incorporación de Gran Canaria a la Corona de Castilla, grandes fiestas de la capital grancanaria durante siglos, que fueron en 1978 sustituidas por las Fiestas Fundacionales de la Ciudad, que también continuaron con la tradición de contar con su propio pregón, y que tuvo su prolegómeno, o «proto pregón», en el discurso conmemorativo del 500 aniversario de la ciudad, ofrecido por el historiador y académico Antonio Rumeu de Armas, la tarde del 24 de junio de 1978 en el Teatro Pérez Galdós.
Y no es casualidad pues en Las Palmas de Gran Canaria, como ya había ocurrido en Sevilla unos años antes y con los mismos oradores, el pregonar de Semana Santa tuvo sus orígenes en las conferencias de temática de Semana Santa que, organizadas por la segunda Junta de Semana Santa que existió en la ciudad, fueron ofrecidas por el académico, autor teatral y escritor José María Pemán los días 6 y 7 de julio de 1945, y por el mencionado García Sanchíz los días 8, 10 y 12 de abril de 1946, ambos en el Teatro Pérez Galdós. Luego, un 19 de marzo de 1948, a través de los micrófonos de Radio Las Palmas, Ignacio Quintana abría el primer pregón oficial alzando «nosotros la voz de nuestro Pregón. La Semana Santa de Las Palmas también lo exige y con este de hoy quisiera sentar el precedente para años venideros…». Le seguirían en este pregonar semanasantero el poeta Luis Doreste Silva, el viernes 8 de abril de 1949, y el poeta y jurista Gabriel de Armas Medina el 29 de marzo de 1950.
Días antes del primer pregón, la propia Junta Oficial de Semana Santa había emitido un comunicado, firmado expresamente por todos y cada uno de sus miembros, y que señalaba como «Nuestra Semana Santa como todas las españolas, incluso en su parte más externa, es una predicación viva, hiriente y avasalladora qué, queramos o no, se nos mete cada año por los, ojos de la Ciudad. No es sólo pedagogía de palabras, es también aprendizaje de los ojos. Es la liturgia esplendorosa de los templos que rebosa por las plazas y calles en lentos desfiles procesionales. Es la congoja de las melodías y el grave decoro de los «pasos» y la dignidad del gentío y el empaque de la solemnidad. Es la voz sin palabras de nuestros Cristos y el Manto sin lágrimas de nuestras Vírgenes. Es el pálpito unánime y sincrónico de la Ciudad entera entorno a un hecho: la pasión y la muerte de nuestro Redentor. Si se suprimiera la Semana Santa de Las Palmas se nos suprimiría la mejor parcela del espíritu». Un extenso comunicado que, en su esencia, también tenía mucho de pregón. 76 años después el pregón oficial de la Semana Santa de Las Palmas de Gran Canaria resonó, el jueves 21 de marzo, bajo las bóvedas luminosas de la Catedral de Canarias, y en esta ocasión en la voz y desde el corazón del poeta José Joaquín Rocatagliata Cuerda, que retoma y mantiene esta arraigada tradición, con el condimento de vanguardia necesario para hacerla avanzar en el devenir del tiempo, pues pregonar es, sobre todo, la voz del tiempo que anuncia como la vida sigue.