DEPREDADORES DE LO AJENO
Ene 16 2017

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

campo_naranja_cordobxs

Desde muy pequeño he sido “un enamorado” de la vida rural. Los campos de secano o las fértiles huertas, han deleitado mi vista. Nací en dicho ambiente; viví en una cueva, horadada en un monte de láguena, en donde mis padres tenían unas pocas tahúllas de huerta y, de las cuales, vivíamos.

Para ello había que cultivarlas y pronto me puse “manos a la obra”, ya que no se trataba de vivir, más o menos holgado, sino de subsistir (para situar al lector, diré que estábamos en la década de 1940). Durante varios años sufrí, en mi cuerpo, la ingratitud de dicho trabajo: una exigua recompensa para tan denodado esfuerzo. Aunque era muy pequeño, no podía desfallecer ya que tenía a mi padre, dando ejemplo, a mi lado.

Pues bien, hace unos días, en uno de mis innumerables paseos, por la huerta, me encontré con un agricultor; ajado por las inclemencias del tiempo y desmoralizado, por el desamparo que padece, de la administración. Estaba indignado y no hacía nada más que quitarse el sombrero, de paja, y mesarse los cabellos, de rabia contenida. Me siento, junto a el, en el margen de un bancal, y, le pregunto ¿Qué te pasa? Por unos momentos quedó en silencio, con la mirada perdida, sobre la arboleda de su finca. Al poco, vuelve la cabeza hacia mí, y exterioriza su mal humor diciendo:

Escucha, Joaquín, tú lo vas a entender; porque has trabajado en la huerta, como yo, y conoces las penalidades que sufrimos para poder vivir de la agricultura; si a esto se le llama vivir. “Se ha perdido el respeto a lo ajeno” Parece que todo nos pertenece , sin pararse a pensar en el trabajo que nos cuesta, a los agricultores, el cultivo de los árboles, para conseguir que sus frutos nos den una rentabilidad que gratifique los enormes desvelos y sinsabores, a los que estamos expuestos todos los labradores. Escucha, Joaquín; estoy seguro que lo vas a entender perfectamente: Hace unos meses, cuando los albaricoques estaban madurando, me encontré a varias familias, que venían al pueblo, con frecuencia, “a lucir su palmito”, su coche recién estrenado, sus lujosos vestidos y su piel lisa y bien cuidada.

Llevaban a sus hijos, de corta edad, que entraban y salían de los bancales, con fruta verde y ramas de albaricoquero. Los padres, lejos de recriminarles, se hacían ciegos y sordos ante tales desmanes. No contentos con dicha actitud, los mayores, se abalanzaron sobre la tapia, o entraban a la huerta, alcanzaban una rama y, no solo se conformaban con coger la fruta, que aún estaba verde, sino que tiraban de las ramas, desgajándolas y destrozando los árboles; haciendo mal uso de la fruta, ya que, como estaba verde, le daban un bocado y la tiraban al suelo, jugando a darle patadas a los albaricoques, o lanzarlos con las manos para ver quien tenía más fuerza y los enviaba más lejos.

Estas personas, que se asumían el derecho a todo, en especial a lo ajeno, “con aire de superioridad e indolencia”, “te plantaban cara si les reprendías, al sorprenderles, con las manos en la masa”. Se alejaban “gruñendo y jurando en arameo”, poniéndome de mala persona y, sobre todo, de cateto e inculto.

Sí, soy consciente de que los agricultores llevamos vestimentas más deterioradas que “los capitalinos, churubitos y presuntuosos”; son nuestras ropas de trabajo, tan dignas como los trajes que usáis para ir a la oficina, o para pasear por las avenidas de la capital, les dije.

Ayer, concretamente, otro grupo de personas, se comportaron de la misma guisa. En vez de albaricoques se trataba de limones. Los niños cogían los limones verdes y se dedicaban a jugar con ellos; ante la mirada impasible de sus padres. Estos alzaban sus largos brazos y, tiraban de las ramas para coger los limones que les pareció, sin tener en cuenta que al tirar de las ramas, se desgarraban y acababan secándose los árboles; como está sucediendo. ¿Se han dado cuenta, Joaquín, que, año tras año, estamos esclavos, pensando si habrá agua para regar, si vendrán tiempos de fríos y heladas y nos dejarán sin cosecha, si el mercado estará saturado y sus precios tan baratos que no compensará el cultivo? No.

Creo que “su indolencia es tan acusada que se convierten en depredadores de lo ajeno”, de algo que no desearían para ellos, pero que la forma tan peculiar de concebir las cosas, su altanería y arrogancia, les hace merecedores, e incluso se sienten humillados si reclamas respeto, hacia lo que no es suyo, y que tanto sacrificio nos cuesta.

Permanecimos un buen rato, sentados en el borde del bancal. Yo era todo oídos; apenas medié en la conversación, pues se convirtió en un “monólogo de un hombre cabreado” por la inaceptable conducta de estos “capitalinos de tiros largos”. Cuando comprendí que había terminado, “tras lanzar la colilla de su cigarro con rabia”, le miré, asentí en todo cuanto me había contado, y esbozando una leve sonrisa le contesté: Estoy totalmente de acuerdo contigo, y comprendo tu indignación.

No hay que dejar que nos avasallen y vituperen de forma tan vil. Estas gentes, por llamarles con algún respeto, no comprenden los sudores y sinsabores que sufre el agricultor; “para mal comer, mal vestir y tener grandes dificultades para acceder a los centros de enseñanza, para formarse”. Es cuestión de respeto, de educación: es cuestión de principios

En los tiempos que corren, estos atributos, son un bien escaso. Desde el mirador de mi atalaya, observo qué “la sociedad, en que vivimos, más que enferma, está mal parida” y debe dar un giro brusco para encontrar la brújula que le conduzca por otros derroteros. Tengo la esperanza de que, “algún día, encontraremos el camino de la convivencia”.

Add your Comment

Calendario

noviembre 2024
L M X J V S D
 123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930  

Archivos

UN PORTAL QUE CONTINÚA ABIERTO A TODO EL MUNDO