POR JOSÉ RODRÍGUEZ CÁMARA
Cuando lo nombraron Cronista Oficial de la Provincia, el 12 de febrero de este año, corría un aire terrible, que no era brisa de La Alameda, pero sí un soplido de Eolo muy jiennense, como el que bate, a veces, los árboles en la plazuela que don Vicente tiene consagrada en el Parque del Seminario. Aunque no está en este mundo desde el 11 de agosto, si baja de allá donde se encuentre y se pasea por este rincón de la capital que narró en sus crónicas, sentado en un banco, verá San Ildefonso, la Catedral, el Castillo, el barrio de San Juan y algo de la Magdalena, amén de tejados de la Alcantarilla. Un buen mirador el que inmortaliza a este cambileño de nacimiento e ilustre capitalino de residencia que fue el quinto habitante del “mar de olivos” que mereció la distinción de cronista provincial en los 120 años de historia de este cargo. Departirá sobre esta buena fortuna con Antonio Almendros Aguilar, Alfredo Cazabán, Luis González y José Chamorro. En el acto en el que se le distinguió con tan solemne título, dijeron de él que era “inagotable” y es cierto, aunque ya no esté entre los mortales. “Soy más pasado que presente, pero haré lo que pueda”, prometió en el salón noble del Palacio Provincial, levantado en el solar de lo que fue el convento de San Francisco, bien lo sabía él; Apareció allí sin miedo y dispuesto a dar el “101%”, a meses de descansar para siempre. Valiente Vicente.
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