DESCANSO ETERNO
Mar 21 2015

POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA

'Dos oriolanos ilustres'. Reproducción de &ldquoEl Pueblo&rdquo, 1 abril 1926.
‘Dos oriolanos ilustres’. Reproducción de ‘El Pueblo’, 1 abril 1926.

Se ha hablado mucho, y probablemente se seguirá hablando sobre los restos óseos del Manco de Lepanto, Miguel de Cervantes Saavedra, genial autor de la novela más universal de la literatura castellana. Se han revuelto sepulcros, se han seleccionado huesos, se ha intentado localizar cualquier indicio que pudiera dar luz sobre los huesos del que fueran del autor de ‘Don Quijote de la Mancha’ sin que exista certeza en que si son suyos o no. Ojalá le pertenezcan, al igual que deseamos que se localicen también los de Federico García Lorca.

Y yo me pregunto: ¿después, qué? La respuesta es como ya sabemos: los restos serán introducidos en una urna digna y vueltos a soterrar, poniendo una lauda, o bien dejándola visible para atracción de aquellos que deseen admirarlos y venerarlos. Pero las causas que dieron lugar a la inhumación de ambos cadáveres son diferentes, y no vamos a entrar en ellas. Únicamente señalaremos que, en la época de Cervantes, era bien distinta a la de García Lorca. En la primera, probablemente sería igual que en Orihuela en ese siglo. O sea, al pertenecer a una cofradía que facilitaba el féretro, el cual después serviría para otros difuntos hasta su deterioro y posterior construcción de otro nuevo; el cuerpo arropado en una sábana sería introducido en él, y por último, el muerto iría al hoyo junto con los restos de otros cofrades fallecidos con anterioridad.

Sin embargo, en el segundo, con Federico, había que dejar en el olvido el lugar donde fue enterrado, tras haber sido asesinado. Pero, todo lo que con el Manco, no será factible comprobar con el ADN si los huesos son suyos o no, al no conocerse descendientes; en el caso del granadino autor de ‘Yerma’, si alguna vez se localizan, en un porcentaje muy elevado, sí se podrá determinar al existir familiares con los que poder comprobarlo por dicho procedimiento de identificación. Sin embargo, mucho más sencillo que todo ello es el caso que con relativa certeza se sabe que pudieron estar enterrados en lugar sagrado, como lo es alguna capilla de una iglesia, y de los que, incluso, puede quedar su recuerdo en lápidas que todavía existen, aunque parte de ellas han sido trasladadas de sus lugares originales.

Dejando a un lado las episcopales y las de otros eclesiásticos, de las que trataremos en otra ocasión, recordamos dos que, con toda seguridad no están en el lugar original. Una de éstas, en mármol blanco, la tenemos en la parroquia de las Santas Justa y Rufina, en el pasaje que va desde la sacristía a la zona próxima de la capilla de Comunión, que reza: «Capilla y sepultura del capitán Luis Liminiana y de los suyos. Año 1692». Esta lápida, según José Martínez Arenas, en ‘De mi vida: Hombres y libros’, estaba ubicada en la citada capilla de la Comunión. Sobre este personaje, que fue capitán como dice la lauda, José Escobar Briz indica que lo era de ‘Caballos’ y regidor de la Costa Marítima de Orihuela. Asimismo, era esposo de Luisa Tomás Martínez, y testó ante Fernando Ximénez, en 1696. Por lo que se deduce que la fecha que aparece en dicha lápida, fuese la del establecimiento y licencia del enterramiento por parte de la autoridad eclesiástica.

Existe otra lápida en mármol gris con escudo en la parroquia de Santiago, en el pavimento de un cuarto anexo a la sacristía, que indica: «Sepulcro de los Rocafulles y los suyos. Año 1748». En esta última iglesia, en la capilla de la Virgen Niña, San Joaquín y Santa Anta, en el suelo mirando al ara a la derecha, detectamos una lauda que con toda seguridad permanece en el mismo lugar donde fue instalada. En ella reza: «D.O.M. Sepulcro de lo Sres. Soto Melgarejo. D. Manuel +7 enero de 1868. Dª Remedios +7 marzo de 1879. Dª Carmen +12 enero de 1886. D. Joaquín +4 marzo de 1902. D. Pedro: Bienhechor de esta Parroquia +Día 25 de octubre 1910. Dª Ana Cano-Manuel Vda. de Soto Día 23 de febrero 1922. R.I.P.» Al matrimonio formado por Pedro Soto Melgarejo y Ana Cano Manuel lo encontramos retratado en ‘El Pueblo. Número Extraordinario dedicado a Nuestro Padre Jesús de Orihuela’, publicado el 1 de abril de 1926. La pareja es calificada como «dos oriolanos ilustres», y en el texto que se acompaña se dice, entre otras cosas que «han dejado a su paso por la vida una brillante estela de obras buenas que coronaron con un testamento digno de ser admirado y aplaudido por España entera».

A ellos se debieron las reparaciones en la iglesia de Santiago, y mejoras en las de Santo Domingo, Monserrate y otros templos. Al fallecer el esposo sin sucesión, dejó sus bienes divididos en tres partes: una para los pobres del Asilo, otra para obras de caridad y la tercera para la prensa católica alicantina. Por otro lado, hemos de recordar que el esposo fue Caballero Portaestandarte en la procesión del Santo Entierro de Cristo, allá por el año 1903.

Es indudable que, mientras en aquellos casos que las lápidas cambiaron de lugar, sería difícil localizar el lugar exacto en que se encontraban. En este de los Soto Melgarejo el asunto estaría más claro. Y probablemente, si en alguna ocasión se abriera el sepulcro, aparecerían urnas de cinc con su correspondiente identificación.

Mientras se siga comprobando si los huesos son de Miguel de Cervantes Saavedra, y se continúe buscando los de Federico García Lorca, deseamos que Dios les conceda el descanso eterno, tal como lo merecen todos aquellos que en el Campo Santo, en capillas de iglesias o ermitas, en conventos, e incluso sus cenizas esparcidas desde un monte o lanzadas al mar. Así que, queden en paz. Amén.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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