DESDE EL CERRO LA CENTINELA. TESTIGO DEL ENFRENTAMIENTO ENTRE JUANA LA BELTRANEJA E ISABEL DE CASTILLA.
POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Lo escribí y publiqué en la Revista Agla, en septiembre de 1984. Hoy vuelvo a traerlo a la memoria con esta fotografía tomada desde La Centinela hacia abajo, en dirección a M. “Escritores e historiadores cuando han descrito a Montijo lo han hecho diciendo: “se alza en la orilla derecha del Guadiana, en una extensa vega de sorprendente monotonía. Sólo alterada por algunos cerrillos de escasa elevación, viéndose cruzada por arroyos de exiguo caudal. Sus tierras están constituidas por arcillas margosas del oligoceno, sobre las que se asientan, a veces, arcillas miocenas. El relieve del terreno es exiguo y la altitud de las escasas elevaciones es mínima. Entre estas escasas alturas son dignas de destacarse la de los cerros de San Gregorio y La Centinela, de altitud 270 y 273 metros, situados al norte de la población y ambos de formación cuarcitosa. Lo cierto es que estos dos cerritos, son dos casualidades o privilegios para los montijanos, puesto que desde ellos hay una buena panorámica de la comarca de las Vegas Bajas. El nombre de San Gregorio lo toma por el patrón de los ganaderos y abogado contra el mal de la plaga de langosta, al cual le fue erigida una ermita en los alto”.
El de La Centinela posiblemente fuese tomado del siguiente hecho: “En la guerra civil suscitada con motivo de la sucesión al trono, entre los partidarios de doña Juana la Beltraneja y doña Isabel de Castilla el 24/II/1479, se daba una batalla en las proximidades de la Albuera (próximo a la charca de Proserpina), entre las tropas portuguesas mandadas por el obispo de Évora, don García de Meneses, y las castellanas, capitaneadas por el Maestre de la Orde de Santiago observar bien a las tropas se fue por un lado del cerro, dando a entender que no se volv, don Alonso de Cárdenas. Las tropas portuguesas entraron hasta dicho lugar siguiendo la antigua calzada romana, pero fueron avistadas por un centinela, que el referido Maestre había colocado en dicho cerro; centinela llamado Alonso Martín Almaraz, vecino de Mérida, que tenía un caballo muy ligero. Al ver al enemigo, despidió al peón que consigo llevaba, y para ía; pero salieron contra él algunos portugueses a caballo aunque no pudieron alcanzarle, y vuelto al Maestre, le dio cuenta de la gente que venía y de cómo estaban muy cerca. Los portugueses serían completamente deshechos”. (Bernabé Moreno de Vargas. Historia de la ciudad de Mérida, año 1633, página 409).
