DESDE MI ATALAYA
Dic 09 2014

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

EL TRIO DE LA LUZ
Archena siempre ha sido un emporio cultural. Casi, todo el Valle de Ricote, confluye en él, por ser el núcleo de mayor población del valle. Reúne los mejores servicios, por lo que se le considera el centro neurálgico de la comarca. Esta situación de privilegio, es reconocida unánimemente, pero se da la circunstancia especial de que un trío de personas, amantes de la paz, la cultura y la libertad; dotados de unas cualidades humanas, sin parangón, se reúnen, asiduamente, en el despacho de dirección de la Hidroeléctrica de Molinos de Segura, en Archena. A este lugar, tan emblemático, le llamaban, en la comarca, “La Fábrica de la Luz” y, por ese motivo, a las personas que allí se reunían les llamaron “El Trío de la Luz”. Sin embargo, cuantos les seguían; en reuniones de trabajo, charlas, tertulias y ratos de ocio; en un local habilitado en el “Otro Lao”, les pusieron el nombre de “El trío de la libertad y de la cultura”; con el que también se les conocía. Sus datos biográficos eran los siguientes:

VICENTE MEDINA TOMÁS (1866-1937)

Vicente Medina en Rosario de Santa Fe (Argentina).
Vicente Medina en Rosario de Santa Fe (Argentina).

Nacido en Archena, el día 27 de octubre de 1866. Hijo de un modesto trabajador y una modista. Al regentar su padre, Juan de Dios Medina, en el Balneario de Archena, un quiosco, le hizo aficionarse a la lectura, desde una temprana edad. Allí, además de leer folletos y gacetillas, tuvo acceso a la lectura de grandes escritores como: Espronceda, Zola, Zorrilla, Becquer, Víctor Hugo, y un largo etcétera, ya que su afición a la lectura, llegó a ser desmedida; hasta el punto de que su padre, con cariño, le trataba de holgazán, ya que el tiempo que invertía en la lectura, le impedía trabajar; y su salario era preciso, para la supervivencia de la familia. Su padre se dedicaba a recitar romances, por los pueblos, y él le acompañaba con frecuencia. Como a su padre le gustaban los viajes de aventuras, no cabe duda de que, Vicente Medina, tuvo una infancia plagada de relatos e historietas.

Su espíritu aventurero le hizo marchar a Madrid, para trabajar como relator, en una empresa importante. Poco tiempo duró en este trabajo, ya que volvió, a Archena, para vender libros y preparar oposiciones, a las que nunca llegó a presentarse.

A los 18 años ingresó, voluntario, en el ejército de infantería, en San Fernando (Cádiz), en donde llegó a ser “cabo de infantería de marina”, regresando, posteriormente, a Capitanía de Cartagena. A continuación se alistó, como voluntario, en el ejército, y marchó a Filipinas; en donde publicó sus primeros versos. En el año 1890 regresó a Archena y montó un negocio de tejidos, que resultó ser un tremendo fracaso. Por tal motivo emigró a Cartagena, encontrando trabajo en el Arsenal y, en una oficina del Director de las revistas, “La Gaceta Minera” y “Diario de Cartagena”.

En el año 1891, contrajo matrimonio, en Archena, con Josefa Sánchez Vera, que influenció, de forma relevante, en la calidad de sus poesías. Instalados en Cartagena, participó en la vida literaria de la ciudad, siendo frecuente su presencia en las tertulias de “El Abanico”, junto a Bartolomé Pérez Casas, su primo Inocencio, y, sobre todo, José García Vaso; su amigo y mentor literario. En esta época publicó, varias columnas literarias, en “El Diario de Cartagena”, “El Republicano” y el diario “El Mediterráneo”.

Su primera publicación oficial, apareció en el año 1895, con el título de “El Naufrago”. Vicente Medina elaboró este poemario, con el fin de socorrer a las víctimas del, barco fragata, “Reina Regente”.

Su interés por recuperar, y dignificar, el lenguaje huertano, era notorio. Esa actitud le llevó a publicar su primera obra dramática, titulada, “El Rento”. José Martínez Ruíz, “Azorín”, dijo que “El rento” es una hermosa obra, conmovedora, de costumbres campestres, con la imbricación de un drama pasional; es el drama del labriego, de la ruda gente del campo, que es “explotada por el amo y por el trabajo, embrutecida por la dedicación, sin sosiego; de sol a sol”.

Las críticas literarias le animaron a seguir escribiendo y, pronto, vio la luz su obra maestra, y más conocida, “Aires Murcianos”, escrita en el año 1898 y al que pertenece el poema “Cansera”. En este libro narra el sufrimiento de los labriegos de la Vega de Segura. El éxito fue tal que llegó a publicarse una “edición en checo”. Azorín, gran admirador de su obra, le escribió una carta en la que le decía: Aunque no escriba, usted, más, este libro es de oro y merece ser colocado entre los grandes líricos del parnaso. “Sus poesías son de las que calan profundamente”.

Azorín le animó a seguir escribiendo y, la vida literaria de Vicente Medina, fue tan intensa que, se prodigó, en obras teatrales, dramas y obras musicales; de notable éxito. Entre estas obras destacan: “Alma del Pueblo”, en el año 1900; “Canción de la Vida”, en 1902; “Canción de la Muerte”, el mismo año; “Canción de la Huerta”, en 1905. A ellas siguieron “Lorenzo”, “La Sombra del Hijo” y “Alma del Molino”.

En el año 1908, emigró a Argentina, convirtiendo este país en su segunda patria. La salida, de España, fue recogida en varios periódicos nacionales, con artículos importantes como el que escribió, Miguel de Unamuno, en “La Nación”.

Desde allí escribe a sus amigos, que siempre decía que eran dos, solamente, y que el resto eran conocidos. Estos amigos, en las letras y en las humanidades, fueron: Francisco Espinosa Abellón y Mario Spreáfico García. Se carteaba con ellos, primero desde Buenos Aires y después desde Rosario de Santafé, en donde llegó a convertirse en agricultor, alternándolo con su faceta de escritor. En el año 1915, escribió “Canción de Guerra”, un libro antibélico, en plena guerra mundial. Entre los años 1916 y 1920, regentó una escuela, en la que ofrecía veladas literarias y conferencias de humanidades y antibelicistas. En esta época apareció una nueva obra de aires murcianos, titulada “Abonico”.

El año 1921, fue muy negro para Vicente Medina, ya que murió su mujer. A ella le dedicó su obra titulada. “Compañera”. Libro de poemas de gran tristeza, rememorando etapas, vividas con su mujer, durante más de 30 años.

En el año 1924, padeció una grave enfermedad, que le dejó muy debilitado, razón por la que tuvo que dejar su trabajo en la agricultura y, dedicarse, exclusivamente, a la literatura. Su añoranza la relata, Francisco Espinosa Abellón, en el diario “La Verdad de Murcia”, transmitiendo el sentir de Vicente Medina, al notarse mal y tan lejos de su Archena querida. Esa información la recopiló su amigo Paco, por medio de su alternativa correspondencia postal. Paco Espinosa, que se había consolidado en el mundo de las letras, le ayudó, desde la lejanía, a editar el libro de su añoranza a la Región de Murcia, titulado: “Allá Lejicos”, en 1928.

Por sorpresa, recibió una invitación, para dar unas conferencias en París, situación que aprovechó para volver a su tierra. Mario Spreáfico y Paco Espinosa pusieron en antecedentes a los regidores del Ayuntamiento de Archena y alentaron a los ciudadanos para que acudieran a recibir al poeta de su tierra. El mes de marzo del año 1931, se hizo realidad el reencuentro con su gente y en “El otro Lao”, de Archena, se organizó la caravana, en olor de multitud, subido en una carroza y flanqueado por sus dos carismáticos amigos, Paco y Mario, que habían mantenido, frecuente, correspondencia con el poeta de la tierra, durante todos los años de su ausencia. Llegados al centro del pueblo, Paco Espinosa le dedicó un poema muy sentido, como homenaje al reencuentro con el poeta querido, que tituló: “A Vicente Medina, tan lejos y tan cercano; tan humano”.

El quebrantamiento de su salud era manifiesto y decidió quedarse en Archena. En su honor se hicieron juegos florales, en el Teatro Romea, de Murcia y, en Cartagena, se le homenajeó, en el Ateneo de la Ciudad. En el año 1932, publicó “Belén de Pastores y Villancicos”, en el que reflejaba su inquietud política. De hecho, estos años, fueron de gran actividad en el seno republicano, de Archena y de la provincia. Intervino, activamente, en las elecciones de 1936, a favor del Frente Popular, haciendo una defensa tenaz de los valores humanos y culturales, así como procurando el acceso, de los más desfavorecidos, a los bienes de la educación y enseñanza.

Ante el cariz que tomaba la situación política, y el deterioro de su salud, aconsejado por su familia, se marchó de Archena, regresando a la patria que le acogió, Argentina. Su enfermedad, lamentablemente, iba empeorando y el día 17 de octubre de 1937, a los 71 años de edad, murió en Rosario de Santafé, en donde está enterrado.

MARIO SPREÁFICO GARCÍA (1883-1966)

Hijo del Dr. D. José Spreáfico, que ejerció como médico cirujano, en el hospital del Balneario de Archena y de Dª Dolores García, una caritativa archenera de profundas convicciones religiosas. Su abuelo paterno era italiano, liberal y garibaldino que, por su ideología política, fue condenado a muerte.

Su padre se trasladó a Argelia, por razones profesionales y, allí, en las cercanías de Orán, en Sidi Ben Abbes, nació Mario Spreáfico, el día 12 de abril de 1883.

D. Mario cursó la carrera de medicina, en Sevilla, y se vino a trabajar a su pueblo de Archena. Su dedicación profesional era total y no dudaba en acudir, a la llamada de cualquiera que le necesitara, fuera a la hora que fuera, rico o pobre, o el medio de transporte a utilizar. Tenía fama de que no solo cobraba poco, por su trabajo, sino de que no cobraba, a quién no tenía para pagarle y. que, incluso, le dejaba dinero, debajo de la almohada, para ayudarle a pagar las medicinas y le alimentaran debidamente. Él decía siempre que el mejor medicamento era: “Un buen caldo, con cariño”.

Esa dedicación fue premiada por sus convecinos, en la década de 1920, cuando un grupo de amigos, encabezados por D. Vicente Medina Tomás y D. Francisco Espinosa Abellón, tomaron el acuerdo de levantar, con sus aportaciones, un modesto sanatorio que, según consta en un artículo aparecido en el “Heraldo del Segura”, y firmado por D. Vicente García Alcolea, se le define como “Un Dispensario Policlínico”, en donde los pacientes pueden encontrar médico y medicinas y atender, debidamente, las epidemias de enfermedades infecto- contagiosas. El Dispensario se mantendría con las aportaciones de benefactores, el pago—de los que podían—y lo que se recaudaba en funciones de teatro, rifas, tómbolas, veladas literarias, dirigidas por Don Francisco Espinosa, tras la marcha de Don Vicente Medina a Argentina. La “rifa de los iguales” le producía unos beneficios de 20 pesetas al día. Bajo los auspicios de D. Francisco Espinosa, surgió, en Archena, un movimiento popular a favor de D. Mario Spreáfico y, el Ayuntamiento le nombró, por unanimidad, el día 12 de diciembre de 1930, “Hijo Adoptivo de la Villa de Archena”. A partir de ese momento, el Ayuntamiento, que hasta entonces le tenía una asignación de 500 pesetas anuales, decidió elevarla a la cantidad de 1000 pesetas. En la misma sesión, “la calle del Esparto”, de Archena, cambió su nombre por el de “Calle del Doctor Mario Spreáfico”.

D. Mario se casó con la señorita Chiffaut, una ilustre parisina que acompañaba a sus padres, con asiduidad, todos los años, a recibir los beneficios de las aguas termales de Archena.

Mario Spreáfico con su amigo José Alcolea.
Mario Spreáfico con su amigo José Alcolea.

D. Mario era republicano y pertenecía al partido radical, además de ser un miembro destacado de la masonería. El triángulo Garibaldi, número 12, fue constituido, en Archena, en el mes de marzo del año 1933. La dirección privada, del triángulo masónico, recaía en D. Mario, iniciado en la Logia Miravete, de Murcia. Era de destacar la importancia de la masonería en España, en la década de los años 1930, en la que seis de los trece diputados murcianos, en las Cortes Republicanas, eran masones.

En las elecciones municipales, de abril de 1931, que dieron paso a la Republica, fue el concejal más votado, aunque no fue nombrado como alcalde, ni teniente alcalde; como correspondía. Le otorgaron el cargo de “Procurador Síndico”.

En agosto de 1931, quedó vacante la plaza de médico titular de Archena; y se la ofrecieron a él. Declinó, al considerar que su dedicación debía centrarse en atender a todos los enfermos de beneficencia, sin cargo oficial alguno. Consiguió, del Regidor del Ayuntamiento, que las recetas que prescribía, a los pobres, fueran gratuitas, como las de beneficencia, expedidas por los médicos titulares.

Acompañado de su gran amigo, D. Francisco Espinosa, “Perito Jefe de La Hidroeléctrica Molinos de Segura”, de Archena se desplazó a Murcia para gestionar, ante el Gobernador, los problemas del suministro eléctrico.

A pesar de que el Ayuntamiento retiró la subvención de 1000 pesetas anuales que tenía para el Dispensario y las subvenciones religiosas, para la escuela de niñas, de las monjas del Carril, que venía recibiendo, desde su puesto de Síndico y. como médico, luchó por mejorar la sanidad del pueblo: mataderos clandestinos, vertederos ilegales, basureros incontrolados, así como la salud pública de los colegios. Reclamó, y propagó, que “mientras no se consiguiera el agua potable, para el pueblo, que se tomara hervida, para evitar enfermedades infecciosas”.

Como la Guardia Civil cobraba un salario digno, D. Mario abogaba por que sus miembros no disfrutaran de la beneficencia municipal, ya que ellos podían pagar sus medicinas y, ese dinero debía ser, exclusivamente, para los pobres. Sin embargo apoyó la necesidad de mejorar las instalaciones de “La Casa Cuartel”, muy deterioradas. Como consecuencia, la Guardia Civil, abandonó su Cuartel de Archena.

En el año 1934, cesó como síndico del Ayuntamiento de Archena y pasó a formar parte, como vocal del Tribunal de Garantías, para la Región Murcia—Albacete. En el año 1935, a propuesta de su incondicional amigo, Paco Espinosa, como el le llamaba, fue nombrado Delegado del Gobierno, en La Confederación Hidrográfica del Segura.

Durante la contienda Civil, D. Mario fue nombrado Cirujano del Hospital Militar, que se estableció en Archena, pero, al acabar la guerra, fue detenido, y juzgado, de forma arbitraria, siendo condenado a 30 años de prisión. Estuvo detenido en una cárcel de Mula y, de allí, le trasladaron a Cieza, Murcia y Valencia, sucesivamente. En la cárcel siguió dando muestras de su generosidad, cuidando de los enfermos y, repartiendo, con sus compañeros de prisión, la comida y el tabaco que le traían sus amigos incondicionales y benefactores. En esta época de la postguerra, se hicieron notar los ímprobos esfuerzos, de su amigo Paco Espinosa, por intentar aliviarle la condena e, incluso, excarcelarle. Al haber quedado, Paco, en el reducto de los que habían ganado, utilizó todas sus influencias hasta conseguir, después de recorrer todas las cárceles en las que estuvo confinado, su libertad. La gran mayoría, del pueblo de Archena, deseaba su puesta en libertad; le necesitaban como persona y como médico.

Ya, en libertad, D. Mario volvió a su actividad profesional con la misma dedicación y entusiasmo de siempre, aunque estrechamente vigilado por las autoridades. Las anécdotas son numerosas: una de ellas ocurrió, como consecuencia del fuerte control para evitar el absentismo escolar, de los niños. El índice de escolarización era escaso y, el consistorio les ponía, a los padres, una multa de una peseta. Acudían a que D. Mario les justificara que habían estado enfermos y decía que no debía ser cómplice de la inasistencia a clase; pero les daba la peseta para que pagaran la sanción, a pesar de su precaria economía.

D. Mario quedó viudo de la parisina María Antonia Chiffaut. Tuvo un hijo y vivía con Dª. María; la señora qué, desde hacía muchos años, se encargaba de las labores de la casa. A su cargo tenía una mujer que se encargaba de la lavandería. Al ver que, cada vez, tenía menos sábanas, María acusó a la lavandera, de habérselas llevado, terciando D. Mario para confesar que era él el que las usaba para confeccionar vendas y utilizarlas, después de hervirlas y cortarlas. No tenían dinero para comprar material de cura y se las ingeniaban como podían. Las precisaban para los enfermos y el fin justificaba los medios.

Murió en el año 1966, a los 83 años de edad, tan pobre como vivió, pero con la riqueza de un ser que fue feliz sirviendo a los demás.

FRANCISCO ESPINOSA ABELLÓN (1884-1947)

Nacido en Alquerías (Murcia), en el año 1884. Hijo de Antonio Espinosa Ramos y Juana Abellón Martínez. El oficio de sus padres- agricultor y ama de casa, no les proporcionaba los suficientes ingresos económicos como para poder dar estudios a sus hijos, de los que, Francisco, era el menor de ocho hermanos. Su padre, Antonio Espinosa, tenía un hermano que, a la sazón, era cura párroco de La Raya (Murcia). Se llamaba Francisco Espinosa Ramos y, en honor a él, le puso el nombre de Paco.

A la edad de 10 años, el padre y el tío, acordaron que se marchara a La Raya—donde ejercía como párroco, para que se iniciara en los estudios, ya que el maestro, de su escuela, le informó de que tenía fundamentos para ser un buen estudiante. Dicho y hecho; en septiembre de 1894, le montó en una carreta y lo trasladó desde la huerta de Alquerías, hasta la pedanía de La Raya. Allí se instaló, con su tío, el cura, y comenzó sus estudios con el aprovechamiento adecuado, que le daba acceso a estudios superiores. En La Raya estuvo varios años, interrumpidos por los periodos vacacionales, que los pasaba, en Alquerías, con sus padres y hermanos. Sacó, con brillantez, la carrera de Perito Industrial, en la rama de Electricidad, pero lo que consiguió, en La Raya, fue hacerse novio de una joven llamada, Eulalia Victoria Hernández Castillo, con la que contrajo matrimonio el día 9 de octubre del año 1912, en la Iglesia de la Encarnación, de La Raya.

Hombre pequeño de estatura, pero, de gran talento. Dotado de una humanidad sin límites—según decían, por la educación que recibió en su infancia, tanto de sus padres como de su tío, el sacerdote.

Francisco Espinosa el día de su boda.
Francisco Espinosa el día de su boda.

Antes de casarse, en el año 1909, fue destinado a la ciudad riojana de Fuenmayor, donde ejerció como Perito Técnico de la Confederación Hidrográfica de La Rioja. Su trabajo profesional lo hacía que fuese compatible con un programa de difusión cultural, en un local de la calle Azpilicueta, 4, de Fuenmayor. Allí se dio a conocer como asiduo articulista de los periódicos navarros y riojanos. En el diario El Heraldo de Aragón tuvo una columna fija durante su estancia, de unos 10 años, en Fuenmayor. El director de dicho periódico, fundado el día 20 de septiembre de 1895, por D. Luis Montestruch Rubio, le llegó a bautizar, en su periódico, con el apelativo cariñoso de:” El pequeño gran hombre”.

Durante su estancia en La Raya, asistía a las reuniones culturales que se efectuaban en la plaza de Santa Eulalia, de Murcia; donde nació y fue bautizado, su padre, Antonio Espinosa. Allí coincidió con Vicente Medina Tomás y, algunas veces, con Mario Spreáfico García.

Dada la distancia, entre Logroño y Murcia, y las precarias vías de comunicación, no era fácil su participación en los eventos culturales murcianos. Esta situación la soslayaba, enviando poemas y artículos periodísticos, que eran comentados en las tertulias y publicados en la prensa murciana. Esta circunstancia le hizo pensar en un traslado, profesional, a tierras murcianas. La toma de decisión fue alentada por su mujer, Eulalia Victoria, que soñaba con el regreso a su tierra.

En una de sus cartas, tanto Vicente Medina como Mario Spreáfico, le indicaron que el cargo de Director Técnico de Hidroeléctrica de Segura, con sede en Archena, estaba vacante y que les agradaría que pidiera traslado, para ocupar dicho puesto. Francisco Espinosa, no lo pensó demasiado, después diría que nada, y, en el año 1922, cogió todas sus pertenencias,- y los cinco hijos que ya tenía, y se vino a ejercer, su trabajo, a la Central Hidroeléctrica de Archena.

Estando aposentado, en las cercanías de la “Fábrica de la luz”, concretamente en la casa que, posteriormente, fue el Bar de Ricardito, en el “Otro Lao”; respiró con alivio pues añoraba dos cosas muy importantes, a saber: estar involucrado con Vicente y con Mario, en los problemas sociales y culturales, de Archena y, tener contenta a su familia; que suspiraban por regresar a su tierra murciana, ya que su mujer, cuando daba a luz, se venía, a Murcia, largas temporadas y, él, se quedaba solo en Fuenmayor. En uno de sus viajes, en tren, les sorprendió una tremenda nevada, en Madrid, y su hijo Juan, de tres años de edad, falleció en el trayecto.

Atrás quedaban sus años en Fuenmayor y tocaba dar comienzo a una nueva vida en Archena, donde residía Mario Spreáfico, ya que, Vicente Medina, había emigrado a Argentina, en el año 1908, pero que, al alimón con Mario, permanecían en contacto permanente, por correo, con Vicente.

Les unía, a los tres, un concepto de la vida en el que los valores humanos, y la formación cultural, eran el estandarte de su quehacer diario; actitud que les acarrearía grandes satisfacciones, pero, a la vez, enormes contratiempos, ya que, las autoridades de la época, miraban con lupa, a estos tres personajes; que eran capaces de captar el fervor de sus ciudadanos. Se trataba de un trío singular, ya que Mario Spreáfico era médico e iniciado en la Logia masónica Miravete, de Murcia, y un gran humanista.

Vicente Medina Tomás, hombre culto e inquieto, se significó glosando las vicisitudes de los huertanos murcianos, defendiendo los valores de La República, siendo un miembro activo, desde 1931 a 1936, tras su regreso de Argentina.

Los dos, unidos a Francisco Espinosa Abellón, que, entre los hijos traídos desde Fuenmayor y los que nacieron en Archena, reunió una familia numerosa; con doce hijos. Dada su formación religiosa, era un creyente convencido y practicante, pero, sobre todo, respetuoso con todos; incluso los que pensaban de forma distinta. La prueba era evidente: un republicano, un masón y un cristiano, creyente y practicante, eran grandes amigos; “uña y carne”.

En el año 1927, “La Asociación Cultural y Religiosa, de Murcia”, nombró a Francisco Espinosa Abellón, para recitar, el día 24 de abril, de dicho año 1927, una poesía en honor de la Virgen de la Fuensanta, en el acto de su Coronación. A este acto, en primera fila, estaba Mario Spreáfico y una nutrida expedición de archeneros. Contó, además, con los parabienes, desde Rosario de Santafé (Argentina), de Vicente Medina.

Tras el regreso de Vicente, se reunían los tres en Archena, para eventos culturales y humanitarios; dando rienda suelta a sus inquietudes políticas y religiosas. Mario y Vicente trabajaron en actividades políticas, de gran compromiso social, mientras que Paco Espinosa, de firmes convicciones religiosas, seguía con la lógica inquietud, los avatares de la época; con un descontento generalizado.

Vicente, muy quebrantada su salud, tomó la decisión—muy a su pesar, de regresar a Argentina. “Las aguas bajaban revueltas” y, como se temía, se generó un gran conflicto social, que desembocó en la contienda civil española. Mario quedó en un bando y Paco en otro, pero seguían siendo grandes amigos. Una noche, fría y ventosa, del mes de noviembre, de 1936, apareció Mario por casa de Paco. Con voz solemne y triste, le dijo: Paco, vengo de una reunión, en la que la masa está enfervorizada. No he podido calmarles y están muy alterados. Han tomado la decisión, por aclamación, de secuestrar a varios ciudadanos, esta noche y, entre ellos, estáis, tu hijo y tú. Me he escapado, sin que lo notaran, y me he apresurado a venir para que os pongáis en camino, de inmediato y, cuando vengan, no os detengan y os den “el paseíllo”. Iros por entre los cañares del río y poner tierra por medio. Yo vuelvo a la asamblea para intentar apaciguarlos. Estoy desconcertado, Paco, esta no es la España con la que yo sueño y me desvivo: no auguro nada bueno. Procuraré que tu familia salga mañana, en una camioneta de Hidroeléctrica. Todos llorando, en casa, despidieron a Paco, Paquito y Mario—que les acompañó hasta la orilla del río, para que no les detuvieran los milicianos, si se los cruzaban en el camino. Mañana saldrán Victoria y los niños. Os encontraréis en la huerta de Alquerías. Te prometo que no os pasará nada. Cuando llegues buscaros un buen refugio, hasta que se serenen los ánimos; que están muy exaltados. Espero, y deseo, que nos volvamos a ver y podamos reanudar “nuestras tertulias de paz y bienestar”. En la orilla del río se despidieron, tras un fuerte abrazo. Al indicarle Paco que en Ulea vivía el novio de su hija mayor y que le había ofrecido su casa, ante cualquier eventualidad, Mario le contestó muy serio: No, Paco, estarías muy cerca de Archena y te localizarían de inmediato. No, pon tierra de por medio y vete a la huerta de Alquerías. Allí estarás más seguro. Reiteró la despedida con un nuevo abrazo, deseándole mucha suerte.

A los cuatro días, por entre los árboles, aparecieron los dos “fugitivos”, en una noche oscura, que les favoreció el peregrinaje. Su mujer, y los hijos mayores, no hacían nada más que llorar. En algún momento llegaron a pensar que ya no se verían. Por suerte la odisea se acabó, de momento, y se cobijaron en un escondite que les habían preparado. Mientras le acompañaban a su refugio, tras darle una cena ligera, les contaron que habían caminado de noche y, durante el día, permanecían escondidos; para no ser vistos. Comían de lo que encontraban por las huertas y bebían de las aguas del río.

En el año 1939, acabó la guerra civil. Vicente había fallecido en el año 1937 y Mario, que pertenecía al bando perdedor, fue encarcelado. Paco, que tuvo la suerte de quedar en el bando vencedor, utilizó todos los resortes para rescatar, a Mario, de su cautiverio. Tenía un pequeño inconveniente, derivado de la nueva ubicación de su trabajo, en la misma Empresa de Molinos de Segura, en Crevillente (Alicante). Sin embargo, al continuar como supervisor de la Central de Archena y su comarca, estableció su cuartel general en Ulea, en casa de su hija, Encarnación Espinosa Hernández, casada con Joaquín Carrillo Martínez (Joaquín “el de los muebles”), ubicada en la calle O´Donnell, número 8. Desde Ulea dirigió todas las operaciones de rescate, en las cárceles que estuvo confinado Mario. Le visitó en los penales de Mula, Cieza, Murcia y Valencia, ya que fue condenado a 30 años de prisión. Al mismo tiempo movió todos los hilos hasta conseguir su salida; su liberación. Consiguió cuanto se había propuesto, sorteando las enormes dificultades burocráticas con que se tropezó y, Mario, quedó en libertad, para su satisfacción y la alegría de los suyos: sus enfermos, ya que fue rehabilitado para seguir ejerciendo la profesión de médico. Mario se incorporó a su trabajo, en el Hospital de Archena, hasta su fallecimiento, en el año 1966.

Tras la guerra civil, Francisco Espinosa, siguió trabajando en Hidroeléctrica, pero no en Archena, sino en Crevillente, hasta que, en febrero del año 1947, a los 63 años, falleció en su casa de Alquerías.

EPÍLOGO

Quiero hacer una recapitulación, sucinta y clara, de unas personas que dieron un testimonio de coherencia y honestidad, que, por avatares de la vida, les obligó a ir dejando, jirones de su cuerpo, en el camino. Nacieron para ello y murieron; luchando para conseguirlo. Así lo reflejo:

Vicente Medina Tomás, nacido en Archena, en el Año 1886 y fallecido en Rosario de Santafé (Argentina), en 1937.

Mario Spreáfico García, nacido en Sidi Ben Abbes, en Argelia, en el año 1883 y fallecido, en Archena, en el año 1966.

Francisco Espinosa Abellón, nacido en Alquerías (Murcia), en el año 1884 y fallecido, también, en Alquerías, en el año 1947.

Durante el peregrinaje, de la etapa en que les tocó vivir, fueron personas a imitar; ejemplos vivientes del buen hacer, en su vida cotidiana. Hicieron lo sencillo, lo útil, lo que les llenaba; en una palabra, todo cuanto les realizaba como personas, al servicio de los demás.

Los ejemplos reflejados, en sus datos biográficos, fueron tan significativos que, en los estamentos culturales, sociales, religiosos y laborales, fueron reconocidos por toda la sociedad de su época, en donde hicieron historia, siendo muy conocidos con el nombre de, “El trío de la luz, de la cultura y de la libertad”.

Los méritos acumulados, por cada uno de ellos, desde los puntos de vista más dispares, son dignos de encomio. La sociedad, en general, y los archeneros, en particular, han sabido reconocer las cualidades humanas de estas tres personalidades, que dieron brillantez, con su ejemplo, a una época de grandes sombras.

Vicisitudes adversas, pasaron los tres. Su vida fue un constante compromiso personal—y de grupo, con los más desfavorecidos. Dieron testimonio de ello.

Vicente tuvo que emigrar a Argentina y, a su regreso, tras una breve estancia en París, volvió a su Archena natal. Se volvió a involucrar en la problemática social y política y se vio obligado a regresar, a Argentina, ante las discrepancias de la sociedad. Ese fue el motivo, aunque, en un comunicado, se dijo que regresaba por motivos de salud. Sinceramente, se sumaron los achaques propios de su edad y la desilusión.

Mario, un hombre todo humanidad, sufrió el escarnio de ser encarcelado, por la intransigencia de las personas que no le comprendieron. Afortunadamente fue liberado y repuesto, en su trabajo habitual, de médico, gracias a la mediación de Paco.

Francisco, sufrió una persecución tan feroz que, gracias a la mediación de Mario, se evitó que acabaran con su vida; dándole “el paseíllo”, aunque tuvo que improvisar una “guarida” que, le mantuvo, en paradero desconocido, durante, tres años.

Tres personas a imitar. Nos legaron un testimonio de sencillez y humanidad. Fueron hombres íntegros, que no se arredraron ante la adversidad. Con justicia se les acabó llamando “El Trío de la Libertad y de la Luz”.

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