POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
En cuantas ocasiones habremos utilizado la palabra patrimonio para referirnos a nuestros bienes o los de una familia en plan documentos. Pero muchas más lo hemos hecho para definir nuestras riquezas, las de nuestras villas, ciudades y pueblos, las arquitectónicas, históricas y artísticas.
Pero ampliando el concepto y los criterios, según el criterio de evolución, el abanico se amplía generosamente para definir esos valores. Así hoy decimos patrimonio histórico, artístico, cultural, monumental, civil y religioso, documental, arquitectónico, arqueológico, natural, tradicional, etnográfico, inmaterial… a todo esto antepongamos la palabra patrimonio y tendremos una parcela, más o menos amplia, del concepto de patrimonio y mucho más especializada.
Hace unas fechas, María Monjas ha presentado un libro con el título de “Patrimonio Cultural y prensa” que refleja el tratamiento periodístico dado al patrimonio de Castilla y León, una obra que es a su vez un extracto de su tesis doctoral. Un tema que además vivió y experimentó muy de cerca en su etapa de periodista y ejerciendo en nuestro Arévalo, −también en otros lugares− ciudad cargada de patrimonio, con los más diversos apellidos que le queramos poner, para bien y para mal. Precisamente en esa etapa de cierta colaboración es cuando nuestra amistad se cultivó y estrechó, aunque nos conocíamos muy de antes.
María cuenta y documenta una experiencia vivida como profesional de la información y que traduce en una tesis doctoral, y en el campo universitario en el que actualmente desarrolla su actividad.
Diversas leyes de patrimonio, cambiantes y que no terminan de tener las cosas claras. Cartas definitorias con el nombre de diversas ciudades en las que ni los técnicos se ponían de acuerdo. Planes Generales de urbanismo en los que el patrimonio es un estorbo y una rémora, que se incumplen sistemáticamente, que no se realiza el plan especial indicado y por tanto no se aplica, indicado especialmente para las poblaciones con declaración de “Conjunto Histórico Artístico”. La comisión de patrimonio, encargada de velar por el cumplimiento de toda esa normativa, está agobiada y sus miembros casi nunca se ponen de acuerdo, y entre tanto, nuestras ciudades, villas y pueblos deteriorándose y perdiendo su identidad.
Tema preocupante este si consideramos que nuestro patrimonio es la memoria viva de nuestra identidad. Esta misma semana se celebrará una mesa debate sobre “El Patrimonio Cultural en Arévalo” que organiza la agrupación local del PSOE y a la que estoy invitado como ponente en calidad de Cronista Oficial.
Y es que el patrimonio está de moda. Triste moda la que resulta de un patrimonio como el nuestro, tan herido y maltratado, y con esto queda retratada mi visión tan negativa del tema. Nada nuevo por otra parte. Si este tema sirve para romper anclajes, estancamientos y aclarar ideas, bienvenida sea la iniciativa.
Un día envuelto entre mis papeles quise hacer un atrevido ejercicio de recuento, de cuantas cosas y patrimonio han desaparecido de las que tenemos constancia documental.
Solo por encima, el recuento me resultó muy triste y desolador. Más triste aún si consideramos cuáles fueron las causas de ello. Y aún más triste, si cabe, porque la historia se repite y no hay visos de que esto cambie. ¡Qué poco hemos avanzado!
Y mientras tanto, aprovechando esta primavera anticipada, voy paseando con la mente distraída y puesta en estos temas, de pronto piso una caca de perro… ¡Cómo están las calles! Y apenas levanto la cabeza y me libro de mi ensimismamiento, observo a una persona insensata, ruin y desaprensiva que “roba” un rosal de los plantados en la Avenida Severo Ochoa. Acaba la tarde ¡y yo con un cabreo! y un gran vacío…