POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Estamos en fechas de fiestas. Entre la Virgen de Agosto, como denominamos popularmente a la Asunción de Nuestra Señora, y San Roque, media España, media provincia de Ávila y media comarca de Arévalo están en fiestas. Es “la función” que siempre dijimos castizamente. Este año me estoy dedicando especial atención a las escenificaciones históricas. Un componente festivo que está en auge y como me decía un amigo mío, “todos los meses tenía que programarse un carnaval…” pero amigo mío, no es que sea carnaval, es una serie de disfraces de grupos de gentes que se unen para recrear algún acontecimiento histórico particular en cada ciudad y así rememorar algún hecho notable o importante de la historia.
Espectáculos que gustan y congregan. Luego viene la dedicación y el entusiasmo que despierte, el acontecimiento y la organización. Y así, podemos encontrar medievales por todas partes y con suertes diversas, pero cuando un tema cuaja, entonces es algo más que una conmemoración, algo más que una mera representación, es mucho más que un grupo más o menos numeroso vestido de medieval participando en diversas actividades.
La noche del 14 de agosto, me dirigí al pueblo vecino de Gutierre Muñoz, una de esas poblaciones de la Tierra de Arévalo que conformaban el Sexmo de La Vega. Había programado una representación histórica en la que los propios vecinos recrearían la vida del Rey castellano Alfonso VIII.
Ya se había escenificado hace algún tiempo, entonces no pude asistir, pero este año es especial, se cumplía el octavo centenario de su muerte, precisamente en este pueblo castellano, cuando viajaba desde Burgos a Plasencia, a entrevistarse con el rey de Portugal su yerno. Y fue aquí, por unas fiebres y otras circunstancias que le agravaron la enfermedad, la noche del 5 al 6 de octubre de 1214, “aquejado de vejez y gastado por los muchos trabajos y dolores” dicen las crónicas. Yo tenía mucho interés en ver como se realizaba la representación por las connotaciones históricas de este monarca castellano con nuestra tierra. Y así llegue a este pueblo que estaba preciosamente engalanado con colgaduras y escudos heráldicos, que habían sembrado de velas sus calles y así le dotaron de un ambiente mágico. Ante la esplendida espadaña de su templo parroquial, adornada para el acto, estaba un escenario.
Mucho público que llenó la plaza delante de la iglesia. Una noche fría y entre el público, muchos figurantes vestidos de la época, gentes del pueblo, de otros pueblos cercanos, de Arévalo y otros sitios más lejanos. Todo Gutierre Muñoz era un mágico escenario. Un gran guión, buena ambientación y vestuario, una noche que nos llevó a la Castilla medieval, aquella de la que dicen los cronistas “Esta Castilla que faze los omes e los gasta”.
Pocos días antes, en otro entrañable pueblo de la tierra, Madrigal de las Altas Torres, presenciamos un acto isabelino en el magnífico claustro herreriano del Convento
Extramuros, el auto sacramental de Calderón “El teatro del mundo” y un gran concierto cerró la noche emotiva en torno a la reina Isabel en su villa natal.
Y durante este largo fin de semana de la Virgen, Medina del Campo, otra ciudad cercana, querida y frecuentada, representó un multitudinario “mercado renacentista”, la recreación de sus famosos y antiguos mercados internacionales, un enjambre de puestos y de gentes, actos y espectáculos paralelos, desfiles coloristas y sonoros de las tropas, las comuneras y las realistas, y el pueblo llano… una gran ambientación en la que no faltó la presencia de nuestra infanta Isabel recibiendo de su hermano Alonso el señorío de la Villa, un recuerdo histórico protagonizado por nuestros artistas y figurantes de las jornadas medievales “Los momos de Ysabel”, y nos adentraron de nuevo en la historia.
Unas representaciones diversas, pero todas espléndidas y bien ambientadas. Noches mágicas.